– ?Como lo sabes?

Darlene contesto con una pregunta.

– ?Es que me equivoco?

– No. Se portaron muy bien conmigo, es cierto.

– Entonces deberias estarme agradecida.

Su madre se sirvio una segunda copa.

– No pienso marcharme, Kayleen -continuo-. El rey cree que te ha hecho un gran favor al encontrarme y traerme aqui. Y estoy de acuerdo con el. Eres mi hija, asi que intentaremos recuperar el tiempo perdido y conocernos mejor. Pero debes marcharte ahora. Estoy cansada y quiero descansar. Hablaremos manana.

Kayleen se marcho. No porque se lo hubiera ordenado, sino porque no podia soportar su compania.

No sabia que pensar. De nina se habia preguntado una y otra vez como seria su madre. Y ahora que la conocia, habria preferido no verla nunca.

Pero recordo las ensenanzas de la madre superiora y penso que no debia juzgar a la gente sin pruebas. Cabia la posibilidad de que Darlene estuviera sinceramente arrepentida y de que quisiera ser su amiga. Tendria que decidir si merecia una segunda oportunidad.

Capitulo 12

Kayleen entro en su dormitorio, pero no pudo tranquilizarse. Todo aquello era culpa suya. Si le hubiera dicho la verdad al rey, si le hubiera confesado que su madre y su abuela la habian abandonado, no habria sucedido nada; pero su infancia era tan triste y patetica que se habia acostumbrado a contar una historia edulcorada para que la gente no sintiera lastima de ella.

Se acerco al balcon con intencion de abrirlo, pero recordo que Darlene estaba en la suite contigua y se detuvo. No queria verla otra vez.

Un segundo despues, llamaron a la puerta. Kayleen se quedo helada. Pero era Asad.

Corrio hacia el, sin pensarlo, y lo abrazo.

– ?Tan terrible ha sido? -pregunto el principe.

– Si.

– Sospecho que la sorpresa de mi padre no ha sido agradable.

– Todo esto es muy extrano. No la conozco de nada, pero ahora esta aqui y no se que hacer.

– Bueno, yo deberia decir que llegaras a conocerla bien y que os querreis mucho, pero no estoy seguro de que sea cierto -confeso, sonriendo-. Luego sera mejor que te de una buena noticia…

– ?Que noticia?

– ?Te acuerdas de tu visita al desierto? Pues bien, Sharif, el jefe del poblado, ha sabido que nos vamos a casar y nos invita a cenar con el.

– ?Pero no se suponia que lo de nuestra boda era un secreto?

– Siempre hay quien encuentra el modo de averiguarlo todo. Sharif es una de esas personas.

– Probablemente vio el reflejo de mi anillo de diamantes. Es como un faro.

Asad se rio.

– Probablemente. Ah, y he hablado con Lina… estara encantada de quedarse con las ninas si te apetece ir.

Kayleen se mordio el labio inferior.

– Mi madre acaba de llegar. No se si es correcto que me marche y la deje sola.

– Oh, seguro que estara cansada del viaje. Pero puedes dejarle un mensaje en el contestador para verla en otro momento.

Kayleen se mostro de acuerdo. Le dejo un mensaje, se puso un vestido adecuado para ir al desierto y se encontro con Asad en el piso de abajo.

Un todoterreno los esperaba en el vado.

– Tendras que aprender a montar bien -dijo el-. Alguna vez querras ir al desierto con las ninas.

– Si, lo se -afirmo mientras se ponia el cinturon de seguridad-. Aunque los caballos y yo nos llevamos tan mal que tal vez deberia probar con los camellos.

– Te aseguro que los camellos no son nada comodos. Confia en mi. Prefieres montar a caballo.

– Quizas.

Era la ultima hora de la tarde. El sol se empezaba a ocultar y el horizonte se habia llenado de tonos rojizos. La temperatura habia bajado un poco y ofrecia la promesa de una noche fresca.

– Me pregunto como sera la vida en el desierto -dijo, mirando por la ventanilla-. Viajar con una tribu nomada, sentir la naturaleza…

– Es una vida sin cuarto de bano ni aire acondicionado ni armarios.

Ella rio.

– No sabia que te preocuparan los armarios.

– No, pero a ti…

– Oh, a mi me gustan los armarios y hasta los cuartos de bano.

– Mi hermano Kateb vive en el desierto. Siempre le han gustado las tradiciones. No deja de hablar de epocas cuando la vida era supuestamente mas sencilla y los hombres vivian de su coraje y su espada.

– ?Hablas en serio? ?Es nomada?

– Si, es lo que le gusta. Cuando los hombres de mi familia cumplimos trece anos, nos envian al desierto a pasar un verano entero. Es una especie de rito, de transito de la infancia a la edad adulta. Nosotros no lo pasamos mal… yo me diverti, pero ese tipo de vida no me interesa. En cambio, a Kateb le gusto tanto que insistio en volver. Mi padre le dio permiso a condicion de que terminara sus estudios. Y cuando salio de la universidad, se fue al desierto.

– ?Voy a conocerlo?

– Esta noche, no. Vive mas lejos. Pero pasa un par de veces al ano por Palacio, para ver a nuestro padre.

– Todo esto es tan bonito… no me extrana que a tu hermano le guste vivir aqui. Aunque no tenga agua corriente.

Cuando llegaron al campamento, Asad aparco el todoterreno. Kayleen respiro a fondo.

– Seguro que se rien de mi -comento ella.

– ?Por que?

Kayleen lo miro y hablo en el idioma de El Deharia con un acento horrible:

– Buenas noches. Te deseo todos los parabienes a ti y a tu familia.

– ?Estas aprendiendo mi idioma? -pregunto, sorprendido.

– Me parecio lo correcto. La ultima vez, casi nadie quiso hablar conmigo en ingles… y es logico, porque no es su lengua. Una de las criadas me esta ensenando en su tiempo libre. A cambio, yo la ayudo con sus clases de Matematicas.

Asad miro a la mujer que seguia sentada a su lado. Tenia todas las joyas que podia desear y no se las ponia nunca; gozaba de una cuenta bancaria llena de dinero y no gastaba nada; vivia en un palacio y le daba igual. Incluso se habia tomado la molestia de estudiar su idioma. Y lejos de contratar a un profesor, lo estaba aprendiendo con ayuda de una criada.

Era una mujer increible. Tan maravillosa que sintio una emocion profunda y poco familiar para el. Pero hizo caso omiso. O lo intento.

Se recordo que las emociones eran una debilidad. Sin embargo, se alegraba sinceramente de que Kayleen hubiera aparecido en su vida para cambiarlo todo.

– Me encanta que nos vayamos a casar -confeso.

Ella lo miro con un brillo de alegria y de amor en sus ojos.

– Y a mi tambien -susurro.

Sharif y Zarina los saludaron en cuanto los vieron. Y la joven aprovecho la primera ocasion que tuvo y se la

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