hasta el ultimo de los rincones de la habitacion. Estaban muy contentas.
– Eres increible -dijo Kayleen a la princesa.
– Tengo mis recursos y no me importa usarlos -dijo su amiga-. Ademas, es muy divertido… no todos los dias tengo ocasion de comportarme como una dictadora y dar ordenes a los criados para que cumplan todos mis antojos. Pero todavia no hemos terminado. Sigueme y te ensenare el lugar donde dormiras.
Kayleen siguio a Lina a traves de un cuarto de bano gigantesco, con una banera donde se podia nadar; salieron a un pasillo corto que terminaba en una habitacion preciosa, decorada con tonos verdes y amarillo palido. Los muebles eran delicados y femeninos, y la habitacion contigua, mas lujosa que ninguna de las que habia visto hasta entonces.
– Son de seda -dijo, acariciando las cortinas-. ?Y si las mancho con algo?
– Entonces, llamaremos a la tintoreria -declaro Tina-. Relajate, ya te acostumbraras. Este es tu hogar y ahora formas parte de la vida de Asad.
– No una parte muy feliz -comento-. Tu sobrino no queria ayudarnos.
– Pero lo ha hecho y eso es lo que importa.
Kayleen asintio aunque estaba muy confundida.
– ?Las maletas! ?Kayleen, corre…! ?Nuestras maletas ya estan aqui!
Kayleen y Lina volvieron a la habitacion principal y vieron que ya habian llevado las maletas. En el colegio les habian parecido enormes, pero alli parecian pequenas y gastadas.
Lina la toco en el brazo.
– Acomodate. Me encargare de que os traigan la cena… las cosas te pareceran mas sencillas por la manana.
– Ya me parecen bien -dijo Kayleen-. Vivimos en un palacio… ?que mas podria desear?
Lina se rio.
– No te vendria mal una actitud positiva, por ejemplo -respondio-. Pero bueno, sera mejor que me marche. Bienvenidas a Palacio…
Lina abrazo a las ninas y desaparecio, cerrando la puerta a sus espaldas. Kayleen se sintio terriblemente incomoda ante la perspectiva de vivir alli, pero miro a las ninas, noto su temor y penso que ya lo habian pasado bastante mal y que merecian que hiciera un esfuerzo por ellas.
– ?Que os parece si probamos la television? Os propongo un trato: la primera que saque sus cosas de sus maletas y las guarde convenientemente en su armario, tendra derecho a elegir la pelicula. Venga… empezamos en tres, dos, uno… ?Adelante!
Las tres ninas salieron corriendo hacia su habitacion.
– Yo terminare primero -grito Pepper.
– No, sere yo porque tu has traido demasiadas cosas -dijo Dana.
Kayleen dejo a las pequenas y se dirigio a su dormitorio para guardar sus pertenencias. Todavia estaba preocupada con la situacion; Lina habia prometido que el principe Asad cumpliria su palabra y no dudaba de ello, pero las ninas habian sufrido mucho y tardarian en volver a la normalidad.
La noche paso rapidamente. Les sirvieron la cena, comieron tranquilamente y luego vieron una pelicula, Princesa por sorpresa, y se dedicaron a comparar el castillo que salia en la pantalla con el palacio en el que se encontraban. A las nueve, las tres ninas ya se habian quedado dormidas. Kayleen se quedo sola y se dedico a pasear por la preciosa suite.
Poco despues, se detuvo frente a uno de los balcones y salio a la terraza. La noche era calida y tranquila, el mar estaba tan oscuro como el cielo y las olas rompian suavemente en la playa.
Se apoyo en la barandilla, contemplo las estrellas y se pregunto que estaba haciendo alli. Ella no pertenecia a ese mundo.
En ese momento oyo el sonido de una puerta que se abria y distinguio la silueta de un hombre. Al principio no lo reconocio y se asusto un poco. Era el principe Asad, tan alto, tan atractivo y de hombros tan anchos como lo recordaba. Un tipo de hombre que intimidaba sin pretenderlo.
Como el no la habia visto todavia, considero la posibilidad de volver al interior del edificio. Pero justo entonces, sus miradas se cruzaron.
– Buenas noches -dijo el-. ?Ya se han acomodado?
– Si, gracias. Las habitaciones son magnificas. Su tia se ha asegurado de que nos sintamos en casa -contesto, mirando la imponente fachada del edificio-. Bueno, o casi…
El principe camino hacia ella.
– Solo es una casa grande, Kayleen. No permita que su tamano o su historia la intimiden.
– Creo que sobrevivire si a las estatuas no les da por cobrar vida de noche y empezar a perseguirnos…
– Le aseguro que nuestras estatuas estan muy bien educadas -bromeo.
Ella sonrio.
– Gracias por animarme, pero dudo que duerma bien los primeros dias…
– Se acostumbrara -dijo mientras se quitaba la chaqueta-. Y si mi tia ha olvidado alguna cosa, pidaselo a los criados.
– Por supuesto… pero digame, ?como debemos llamarlo a partir de ahora? Me refiero a las ninas y a mi -dijo ella-. ?Su alteza? ?Principe Asad…?
– Pueden llamarme por mi nombre.
– ?En serio? ?No me cortaran la cabeza por eso?
Asad sonrio.
– Ya no cortamos la cabeza por esas cosas.
El principe se quito tambien la corbata. Kayleen aparto la mirada y se dijo que no se estaba desnudando sino simplemente poniendose comodo tras un largo dia de trabajo. Ademas, ella estaba en su terraza y el podia hacer lo que quisiera.
– La noto incomoda -comento el.
Ella parpadeo.
– ?Como se ha dado cuenta?
– Digamos que usted es una mujer… transparente.
– Es que las cosas han cambiado mucho en muy poco tiempo -explico-. Esta manana desperte en mi habitacion del colegio y ahora estoy aqui…
– Y antes de que viniera a El Deharia, ?donde dormia?
Ella sonrio.
– En Estados Unidos, en el medio oeste. Es un lugar muy distinto… no hay mar ni arena, y hace mucho frio. Ya es noviembre, asi que los arboles de alli habran perdido las hojas y faltara poco para las primeras nevadas. Pero esto es precioso…
– Si, nuestro clima es uno de los grandes placeres del sitio mas perfecto de la Tierra.
– ?Cree que El Deharia es perfecto?
– ?Usted no piensa lo mismo del lugar donde nacio?
– Bueno, no se, supongo que si… -murmuro-. Tambien era profesora en Estados Unidos. Siempre me han gustado los ninos.
– En tal caso, disfrutara aun mas de su trabajo. Supongo que una profesora a quien no le gustaran los ninos, lo pasaria francamente mal.
Kayleen se pregunto si estaba bromeando con ella. Parecia que si, pero no estaba segura. Ni siquiera sabia que los principes tuvieran sentido del humor.
– Si, estaba bromeando -dijo el, en demostracion de lo transparente que era Kayleen-. Y puede reirse en mi presencia si le apetece… pero debe asegurarse de que yo este de humor para eso. Reirse en un momento inadecuado es un delito tan grave que la gente que lo comete no vive para contarlo.
– Ya hemos vuelto a lo de cortar cabezas… nunca habia conocido a nadie como usted -confeso.
– ?No tienen principes en el medio oeste?
– No. Alli no tenemos ni estrellas del rock, que ya es decir.
– Bueno, nunca me han gustado los hombres que llevan pantalones de cuero.
Kayleen se rio.
– Si se pusiera unos, sus subditos pensarian que tiene un sentido de la estetica muy avanzado… -bromeo