– ?Y sigue viva?

– Es pequena y no le hizo ningun dano.

– Tiene suerte de que no insistiera en castigarla…

– Sospecho que solo deseaba encontrar una forma de salir de ese lio.

– Y tu resolviste el problema al adoptar a las tres pequenas.

– Si, a ellas y en cierto modo a su profesora, que estara a su cargo -afirmo, mirando a su padre-. Son unas ninas encantadoras. Seran como nietas para ti…

El rey se meso la barba.

– Entonces, ire a visitarlas y a hablar con su profesora -dijo-. Has hecho lo correcto, Asad, lo cual me place. Es obvio que a medida que creces vas sentando la cabeza… me alegro.

– Gracias, padre.

Asad mantuvo en todo momento un tono de respeto. Lina tenia razon. Lo de las ninas serviria para librarse de la presion de su padre durante una temporada.

– ?Como es ella? Me refiero a la profesora. ?Tiene buen caracter?

– Lina afirma que si.

El principe penso que el no estaba tan convencido.

– ?Te interesa? -pregunto el rey.

– ?En que sentido?

– Como esposa. Ya sabemos que le gustan los ninos y que esta dispuesta a jugarse la vida por defenderlos. ?Es bonita? ?Serviria para alguno de tus hermanos?

Asad fruncio el ceno. Hasta entonces no se habia preguntado si era atractiva.

– No esta mal -contesto al fin-. Hay algo puro e intenso en ella.

– Me pregunto que le parecera el desierto -murmuro el rey-. Quizas sirva para Kateb.

La propuesta del rey molesto a Asad, aunque no supo por que.

– Lo dudo mucho -respondio-. Ademas, la necesito para que cuide de mis hijas. Me temo que mis hermanos tendran que buscar novia en otra parte.

– Como desees -dijo su padre-. Como desees.

Asad miro los tres proyectos de puente que tenia ante el. Los tres ofrecian el acceso necesario, pero no podian ser mas distintos. El mas barato era de diseno sencillo; los otros dos, de elementos arquitectonicos que anadirian belleza a la ciudad.

Todavia estaba pensando en ello cuando sono el telefono. Asad pulso el intercomunicador.

– He dicho que no queria que me molestasen.

Su secretario, un hombre normalmente tranquilo, respondio con nerviosismo.

– Lo se, sus ordenes han sido muy claras. Es que hay alguien que quiere verlo… una mujer joven, Kayleen James. Dice que es la ninera de sus hijos.

El nerviosismo de Neil se debia con toda probabilidad a que no tenia la menor idea de que Asad fuera padre. El principe se dio cuenta y dijo:

– Ya te lo explicare despues. Dile que pase.

Kayleen entro en el despacho al cabo de unos segundos. Llevaba un vestido marron que la tapaba desde el cuello hasta los zapatos lisos de los pies. Se habia recogido el pelo con una coleta y aparentemente no llevaba maquillaje. Su unico adorno eran unos pendientes pequenos.

Asad se pregunto a que se deberia su pobreza estetica; estaba acostumbrado a mujeres que mostraban piel, que se vestian con sedas, que se ponian perfume y llevaban toneladas de diamantes. Pero penso que Kayleen podia transformarse en una mujer verdaderamente bella cuando quisiera. Ya poseia lo basico: boca y ojos grandes y una estructura craneal perfecta.

– Gracias por concederme unos minutos -dijo ella, interrumpiendo su imagen erotica-. Supongo que deberia haber pedido una cita.

Asad se levanto y la invito a sentarse en el sofa de la esquina.

– De nada. ?En que puedo ayudarla?

Ella se sento.

– Es un hombre muy educado…

– Gracias.

Kayleen se aliso la parte delantera del vestido.

– El palacio es enorme. Me he perdido dos veces y he tenido que preguntar la direccion…

– Le conseguire un mapa.

Ella sonrio.

– ?Lo dice en serio? ?O es una broma?

– Las dos cosas, pero es verdad que hay un mapa del palacio. ?Quiere uno?

– Creo que no me vendria mal. Y tal vez un localizador implantado bajo la piel para que los guardias puedan encontrarme -respondio, mirando a su alrededor con inseguridad-. Es un despacho muy bonito… grande, aunque imagino que eso es logico siendo usted un principe.

Asad se dio cuenta de su nerviosismo y comento:

– Kayleen, ?ha venido por alguna razon en concreto?

– ?Como? Ah, si, claro… esta manana he matriculado a las ninas en la American School. Todo ha ido bien. Mencione su nombre.

El sonrio.

– ?Y le han hecho muchas reverencias?

– Casi. Todo el mundo estaba deseando ayudar y que yo le contara a usted que me habian ayudado. Eso me parecio asombroso, pero probablemente estara acostumbrado…

– Si, lo estoy.

– Es un lugar magnifico. Grande, moderno y muy eficaz desde un punto de vista academico. No se parece nada a nuestro colegio, aunque si tuvieramos mas fondos… supongo que pedirle algo asi seria inapropiado.

– Tal vez. ?Pero dejaria de pedirlo por ello?

– Entonces, vere si es posible que su antiguo colegio reciba una buena contribucion economica.

Kayleen lo miro con sorpresa.

– ?En serio? ?Asi como asi?

– No puedo prometerle nada, pero estoy seguro de que encontraremos unos cuantos dolares en alguna parte.

– Eso seria genial. Nuestro presupuesto es tan pequeno que cualquier cosa seria de ayuda. La mayoria de los profesores viven alli, lo que significa que los salarios tampoco son muy altos.

– ?Por que quiso ser profesora?

– Porque no pude ser monja.

La respuesta de Kayleen sorprendio al principe.

– ?Queria ser monja?

– Si. El orfanato donde mi abuela me dejo estaba dirigido por monjas. Se portaron bien conmigo y pense que queria ser como ellas, pero no tengo el tipo de caracter necesario -explico.

– ?Demasiado respondona?

– Demasiado… todo. Tengo mal genio, no soy capaz de callarme las opiniones y de vez en cuando incumplo las normas. La madre superiora sugirio que me dedicara a la ensenanza -dijo ella-. Y fue una gran idea, porque adoro a los ninos y me gusta ensenar… quise dar clases alli, pero ella insistio en que antes me marchara y viera un poco de mundo. Sin embargo, tengo intencion de volver.

– ?A un convento?

Ella asintio.

– ?Es que no quiere tener marido y una familia?

Kayleen inclino la cabeza, pero no antes de que Asad notara su rubor.

– No creo que vaya a tener esa oportunidad -confeso-. No salgo con nadie. Los hombres… bueno, los hombres no se interesan por mi en ese sentido.

– Creo que se equivoca -declaro, imaginandosela desnuda.

– No, no me equivoco.

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