ella.
– O muy idiota -dijo el.
– Y eso no le gustaria, claro -ironizo, sin pensar lo que decia.
Asad la miro con cara de pocos amigos y se cruzo de brazos.
– Tal vez deberiamos hablar de algo menos problematico. Por ejemplo, de las tres hermanas que usted se ha empenado en que adoptara.
– ?Que pasa con ellas?
– Su colegio esta demasiado lejos y seria conveniente que cambiaran de centro. La American School esta mas cerca.
– Ah, si… tiene razon. Me encargare de inscribirlas por la manana. Pero, ?que debo decir a la direccion?
– La verdad. Que son mis hijas adoptivas y que deben recibir un trato adecuado.
– ?Quiere que las saluden con una reverencia?
Asad la miro durante unos segundos.
– Usted es una mezcla interesante de conejo y gato montes. Temerosa y valiente al mismo tiempo - decia.
– Estoy intentando ser valiente todo el tiempo. Y todavia puedo conseguirlo.
El principe extendio un brazo y, antes de que ella se diera cuenta, le acaricio un mechon de pelo.
– Tiene fuego en la sangre…
– ?Lo dice porque soy pelirroja? Eso solo son cuentos de vieja…
En realidad, Kayleen habria preferido ser una rubia fria o una morena sexy. O tal vez no tan sexy. Eso no encajaba en su estilo.
– Conozco a muchas viejas sabias -murmuro el antes de apartar la mano-. Recuerde que usted sera responsable de las ninas cuando no esten en el colegio.
Kayleen asintio y lamento que hubiera dejado de tocarla y de hablar de ella, aunque no supo por que. Asad era un hombre muy atractivo, pero tambien su patron y un principe de un linaje con muchos siglos de historia. En cambio, ella ni siquiera sabia quien era su padre.
– ?En que esta pensando? -pregunto el.
Ella le dijo la verdad. Cuando termino de contarselo, Asad pregunto:
– ?Y su madre?
– No me acuerdo de ella. Me dejo con mi abuela cuando yo era un bebe… estuve a su cuidado durante unos cuantos anos y luego me llevo al orfanato -respondio, lamentando haber tocado ese tema-. Pero no se lo reprocho. Era una anciana y le daba mucho trabajo…
En la oscuridad de la terraza, Kayleen no podia ver la expresion de Asad. Se recordo que no tenia motivos para avergonzarse de su pasado. No era culpa suya.
Pero se sentia como si la estuvieran juzgando y deseara una absolucion.
– ?Por eso ha defendido tan ferozmente a las tres ninas? ?Por su propio pasado?
– Quizas.
El asintio lentamente.
– Ahora viviran aqui. Y usted tambien. Quiero que se sienta como en casa.
– Decirlo es mas facil que hacerlo…
– Tardaran un poco en acostumbrarse, pero nada mas. Sin embargo, estaria bien que no se dedicaran a patinar por los pasillos.
– Me asegurare de ello.
– Excelente. Y se me ocurre que tal vez quieran conocer la historia del palacio… es un lugar muy interesante. Les recomiendo que se apunten a alguno de los grupos guiados que lo recorren todos los dias.
– ?Grupos? ?La gente puede venir al palacio y verlo como si fuera un museo?
– Solo pueden ver las salas publicas; la zona privada esta cerrada y vigilada convenientemente. Aqui estaran a salvo.
A Kayleen no le preocupaba la seguridad. Pero la idea de vivir en un sitio que la gente visitaba en grupos era bastante inquietante.
– ?Que pensara su familia de esto? ?No se enfadaran?
Asad parecio volverse mas alto.
– Soy el principe Asad de El Deharia. Nadie cuestiona mis decisiones.
– ?Ni siquiera el rey?
– Mi padre estara encantado de que siente cabeza. Esta deseando que sus hijos se casen y tengan hijos…
Kayleen supuso que lo de adoptar a tres ninas estadounidenses no era precisamente lo que el rey pretendia.
– Creo recordar que tiene hermanos…
– Si cinco. Todos viven en Palacio. Menos Kateb, que esta en el desierto.
Kayleen se sintio mas insegura que nunca. Cinco principes, una princesa y un rey. La unica persona que estaba fuera de lugar era ella.
– No se preocupe, estara bien -insistio Asad.
– ?Quiere dejar de adivinar lo que estoy pensando? No es justo.
– Lo siento. Me temo que tengo ese don.
– Ya me habia dado cuenta…
– Kayleen, usted esta aqui porque yo lo he decidido -dijo el en voz baja y tranquilizadora-. Mi nombre es toda la proteccion que necesita. Puede utilizarme como escudo o como arma, segun prefiera.
– Nunca lo utilizaria ni como lo uno ni como lo otro -afirmo ella.
– Pero podria hacerlo, y ahora ya lo sabe. Aunque lo unico importante es que no le pasara nada mientras este bajo mi cuidado -dijo, mirandola a los ojos-. Buenas noches, Kayleen.
Asad se giro y desaparecio.
Kayleen se quedo mirando y se sintio como si acabara de mantener una conversacion con un personaje sacado de un libro o de una pelicula. Sabia que Asad habia sido sincero al afirmar que estaba completamente a salvo con el, pero esa tambien era una situacion nueva para ella: hasta entonces, las unicas personas que la habian cuidado eran las monjas del colegio.
Cruzo los brazos sobre el pecho y casi pudo sentir el peso de la proteccion de Asad, la fuerza de aquel hombre. Y le gusto mucho.
Al dia siguiente, Asad entro en la oficina del rey y asintio a Robert, su secretario personal.
– Puede entrar, senor -dijo Robert con una sonrisa-. Le esta esperando.
Asad paso al despacho y saludo a su padre, que estaba sentado tras una mesa gigantesca.
– He oido que te has buscado una familia -comento el rey-. Lina me ha dicho que has adoptado a tres ninas huerfanas. No sabia que esas cosas te preocuparan.
Asad se sento delante de la mesa y sacudio la cabeza.
– Ha sido cosa de Lina. Insistio en que la acompanara a un colegio para impedir que una monja saltara desde un tejado.
– ?Como?
– Da igual, olvidalo. El caso es que no habia ninguna monja. Solo una profesora.
Asad se detuvo un momento y sonrio al recordar la furia y la determinacion de la pelirroja.
– Era un asunto de tres ninas. Su padre habia nacido aqui. Cuando su esposa fallecio, las dejo en el colegio… pero luego se mato en un accidente. Tahir lo supo y vino a la ciudad para llevarselas -explico.
– Un gesto admirable por su parte -dijo el rey-. Tres ninas huerfanas no tienen ningun valor. Tahir es un gran hombre.
– Si, bueno, pero su profesora no compartia esa opinion. Insistio en que las ninas debian permanecer juntas, recibir una educacion y no convertirse en criadas.
– ?Sin familia? Las ninas no tenian eleccion… Y Tahir las habria honrado con su apellido.
– Estoy de acuerdo, pero su profesora no lo estaba. Incluso ataco a Tahir.
El rey arqueo las cejas.