Fueron hacia la puerta. Rasha la dejo salir. Victoria se fijo en que habia un nino jugando en el jardin.
– Sa’id -lo llamo Rasha-. No estes ahi. Vete.
El nino levanto la vista. Era delgado e iba cubierto de harapos, pero al ver a Victoria, sonrio.
– Tienes un pelo muy bonito -le dijo-. Nunca habia visto un pelo asi.
– Gracias -contesto ella, devolviendole la sonrisa.
Se pregunto donde iba a conseguir que le diesen las mechas en el desierto. Luego se despidio de Rasha y del nino con la mano y se marcho hacia el Palacio de Invierno.
Iria a ver a Kateb de inmediato. Aunque fuese solo para hablar con el de las joyas. Penso en como la habia besado y acariciado la noche anterior y deseo que no tardase en volverlo a hacer.
Capitulo 6
Victoria paso por el haren para cambiarse de ropa antes de ir ver a Kateb. Se dijo a si misma que lo hacia porque queria ser profesional cuando hablase con el acerca de Rasha y las joyas, aunque en el fondo sabia que no era verdad.
Se quedo con la falda larga, pero se cambio las sandalias planas por unas de tacon y la camiseta por una blusa con encaje, se puso una pulsera en el tobillo, se retoco el maquillaje y despues se llevo la mano al estomago al sentir un repentino cosquilleo en el.
Salio del haren y fue a buscar el despacho de Kateb.
Mientras lo hacia, penso que a pesar de haber viajado con Kateb para ser su amante, el concepto no le parecia real. Le parecia una escena sacada de un libro o de una pelicula, no de su vida. No obstante, lo que habia ocurrido la noche anterior si habia sido real. Habia tenido un sexo increible con un jeque al que casi no conocia. Si le hubiesen preguntado antes de que aquello hubiese ocurrido, ella habria jurado que no seria capaz de dejarse llevar por completo. En esos momentos, sabia que si lo era.
?Pero habia sido por las circunstancias o por el hombre en si? ?Que era mejor? ?Habia algo mas? ?Algo mas fuerte y alarmante?
No queria que fuese asi, ya que podian hacerle dano, o algo peor. Solo tenia que pensar en lo que le habia pasado a su madre. No, no le atraia la idea de tener una relacion con Kateb. Su corazon no estaba disponible y eso no iba a cambiar.
Habia quimica entre ambos. Bien. Nunca habia sentido una atraccion asi, pero siempre y cuando no fuese mas alla, estaria bien. Podria quemar muchas calorias cada vez que pasase una noche con el.
Anduvo hacia la parte trasera del palacio y siguio a un par de hombres vestidos de forma occidental hasta el segundo piso. Una vez alli, se dirigio hacia un hombre muy serio que estaba sentado detras de un gran escritorio.
– Me gustaria ver a Kateb -le dijo.
El hombre debia de ser un par de anos mas joven que ella, pero parecia creerse mucho mejor.
– El principe esta ocupado.
– ?Como sabe que no he quedado con el?
– Porque soy yo quien lleva su agenda.
– Pues digale que estoy aqui -le dijo ella, sonriendo.
El hombre la miro de pies a cabeza.
– No va a ser posible. Ahora, si me disculpa.
Se volvio hacia su ordenador.
Victoria deseo abofetearlo, pero en su lugar, sonrio todavia mas.
– El hecho de que sea rubia debia haberle dado una pista. Imagino que no hay muchas estadounidenses por aqui. Tambien deberia haber escuchado mejor mientras se tomaba el cafe, supongo que son muchas las habladurias acerca de la nueva amante de Kateb. Esa soy yo. Ahora, o me lleva ante el, o ire sola. Me da igual. ?Que prefiere usted?
– Se muy bien quien y que es -replico el recepcionista-. Marchese.
Victoria dio un paso atras. Se sentia como si acabasen de darle una bofetada. Culturalmente, las amantes estaban por debajo de la reina, pero por encima de todos los demas. Era considerado un honor ser la amante del principe.
No supo que hacer o decir. Estaba decidiendolo cuando noto que alguien se acercaba y sintio una mano caliente en la espalda. Era Kateb.
– Es mia -dijo este en voz baja y fria-. Y, por lo tanto, es como una extension de mi.
El recepcionista se puso palido y se levanto.
– Si, senor -balbuceo. Luego se volvio hacia Victoria-. Disculpeme.
Ella asintio y se relajo un poco al sentir el calor de Kateb.
El la guio por un largo pasillo hasta llegar a un enorme despacho. Cuando aparto la mano de su espalda, Victoria se puso a temblar.
– Ha sido muy grosero -murmuro-. No me lo esperaba. La expresion de su rostro…
– No es por ti -le dijo el, cerrando la puerta-. Viene de una familia poderosa. Su hermano mayor murio hace un par de anos. Era un hombre bueno y popular. La familia piensa que, si no hubiese muerto, habria sido el siguiente lider.
– ?Es eso cierto?
– ?Quien sabe? Es probable que no. El ano pasado su padre quiso que me casase con la mayor de sus hijas. La rechace.
– Asi que toda la familia te odia.
– No. La hija estaba enamorada de otro hombre y me agradecio que la rechazase.
– ?Por eso lo hiciste?
El se encogio de hombros.
– No habriamos encajado. En cualquier caso, mandare a ese hombre a la ciudad. Se entretendra trabajando una temporada para uno de mis hermanos.
– Ahora que hemos resuelto el problema, tengo que hablarte de algo.
El se puso al otro lado de su escritorio y se sento.
– ?De que se trata?
La estaba mirando de un modo extrano, casi como si estuviese enfadado con ella, aunque la habia rescatado.
– ?Victoria? -inquirio con impaciencia.
Ella se acerco al escritorio.
– Hoy he estado en el bazar -empezo-. Hay un pequeno almacen que vende joyas hechas aqui. El trabajo es precioso. Original y contemporaneo, pero con suficientes elementos tradicionales para hacer que cada joya sea unica.
El apoyo la espalda en su sillon, parecia aburrido.
– ?Y?
– Solo venden aqui y en la ciudad. Y un tipo se lleva productos a El Bahar y a Bahania, pero las mujeres piensan que las engana -tomo aire-. Yo creo que podrian ir mas alla. Podrian vender sus joyas en todo el mundo y tener mucho exito. Podrian empezar con una pagina web. Yo podria hacerla. No se me da demasiado bien, pero podria ayudarlas. Lo que no se es que hay que hacer para vender a otros paises. Supongo que necesitaremos algun acuerdo de distribucion. Y tal vez un catalogo tambien. Y ver como cobramos.
Hizo una pausa para respirar, y porque Kateb no la estaba mirando, era como si no la estuviese escuchando.
Cuando por fin la miro, fue con dureza.
– ?Tomas la pildora? -le pregunto.
– ?Que?
– ?Si o no?