quitarsela, y desnudarla entera. Se excito solo de pensarlo.
No obstante, ignoro la reaccion de su cuerpo y se fijo en como se habia recogido el pelo. Tenia los ojos grandes, del color del cielo del desierto.
– No has dicho nada -comento Victoria.
– Estas preciosa.
– ?Estas seguro? Me siento rara con estos pantalones.
– Tal vez esto te ayude -dijo el acercandose-. Aunque son solo prestados.
Se saco unos pendientes de zafiros del bolsillo de la chaqueta. Victoria los miro.
– ?Son… de verdad?
– Si.
– ?Y los diamantes tambien?
– Por supuesto.
– Entonces, prefiero no llevarlos. Si los pierdo, tendre que lavar muchos platos para pagartelos.
Kateb habia imaginado que saltaria de alegria al ver semejante joya.
– Soy el principe Kateb de El Deharia.
– Ya lo se.
– Y tu eres mi amante.
– Eso dicen tambien.
– ?Estas intentando hacerte la dura?
Ella sonrio y retrocedio.
– Gracias, pero no necesito que me prestes joyas.
– No son mias.
– Ya imagino que no te las pones por la noche -comento ella riendo-, cuando estas solo en tu habitacion, pero ya sabes lo que quiero decir. Prefiero las mias.
De repente. Kateb sintio la necesidad de verla con los zafiros puestos.
– Victoria, te estoy diciendo que te pongas los pendientes.
– Y yo te estoy diciendo a ti que no.
– ?Porque son prestados? ?Y si fueran un regalo, te los pondrias?
– No. Estaria preocupada por llevar algo de tanto valor.
– Tambien te he traido una tiara -le dijo el, sacandosela del bolsillo.
– ?Una tiara? ?Como si fuera una princesa? Mi madre me hizo una cubierta de purpurina cuando era pequena. De verdad, no puedo…
– Al menos pruebatela-le pidio el.
Victoria contuvo la respiracion. Tomo la tiara, se giro hacia el espejo y se la puso.
Los diamantes brillaron sobre su pelo rubio. Sonrio, estaba guapa, majestuosa.
– Merece la pena llevarla, aunque tenga que pasarme el resto de la vida lavando platos -susurro antes de mirarlo a los ojos a traves del espejo-. Gracias.
– ?Y los pendientes?
– Mejor no.
El sacudio la cabeza.
– No hay quien te entienda.
– Lo se. ?A que es por eso por lo que te apetece darme un abrazo? -se rio-. Venga. Estoy lista. Vamos a celebrar tu designacion.
Kateb la miro como si estuviese loca. Ella penso que tal vez lo estuviese. Lo cierto era que los pendientes no la habrian hecho sentir como la tiara, como una princesa. Y, eso, de algun modo, la hacia conectar con su madre.
– Como desees -contesto el, ofreciendole el brazo.
Salieron del haren y fueron hacia la entrada principal.
Una vez alli, vieron a muchas personas charlando. Todo el mundo guardo silencio al ver acercarse a Kateb, entonces, aplaudieron. Victoria, que no estaba segura de deber participar en ese momento tan especial, se aparto y aplaudio tambien. Kateb se giro a mirarla, pero no dejo de andar. Ella entro al salon detras de el, con el resto de los invitados.
Los ancianos estaban en fila. Kateb los saludo. Ellos lo abrazaron de uno en uno, complacidos con la eleccion. Victoria no supo que hacer. Estaria sentada al lado de Kateb, en la mesa principal, pero hasta que eso ocurriera, imagino que seria mejor quedarse en un segundo plano.
De repente, la gente la empujo hacia delante y, sin saber como, acabo delante del primero de los ancianos, Zayd.
Era mayor y muy menudo, pero sus ojos brillaban de sabiduria.
– Asi que tu eres la amante de Kateb.
Victoria no supo que decir, asi que sonrio y espero que eso fuera suficiente.
– Necesita a alguien que lo haga feliz. ?Estas dispuesta a cumplir con la tarea?
– Hare todo lo posible -murmuro ella, pensando que Kateb estaba deseando saber si estaba embarazada o no para que se fuese de alli.
– Tendras que hacer todavia mas -le dijo el anciano-. Debes reclamarlo con entusiasmo y energia. Eso es lo que quiere un hombre.
– Dicho asi, cualquiera diria que Kateb es el ultimo nacho del plato -comento sin pensarlo-. A Kateb le gusta ser el quien domine, mas que al contrario.
Justo en ese momento, la sala se quedo en silencio y solo se la oyo a ella.
El anciano la miro fijamente. Y ella se quedo alli, incapaz de moverse, sin saber donde estaba Kateb ni si la habria oido.
Entonces el anciano empezo a reir y reir. Las lagrimas corrieron por su rostro y todo el mundo volvio a hablar.
– He oido hablar de los nachos, si -dijo-. Muy bueno. Si, lo conseguiras.
Victoria siguio saludando al resto de los ancianos. Se limito a sonreir sin decir nada. Kateb la estaba esperando al final.
Cuando lo miro, el arqueo una ceja. Estupendo.
– Lo has oido.
– Me ha parecido un comentario insolito.
– Tenias que haber estado ahi toda la conversacion.
– Eso parece.
Le puso la mano en la espalda y la guio hacia la mesa principal.
– ?Estas enfadado?
– No. Me has comparado con un nacho. Siento que mi vida esta completa. Ella sonrio.
– Eres muy gracioso. Es extrano, pero me gusta.
– Gracias.
Kateb le ofrecio una silla. Mientras se sentaba, Victoria penso que su sentido del humor no era lo unico que le gustaba de el. Le gustaba que la escuchase, salvo cuando pensaba mal de ella, y le gustaba que fuese justo. Seria un buen lider. Le gustaba. Como hombre y, tal vez, como amigo. Lo respetaba.
Eso estaba bien. Era mejor tener una buena relacion. Pronto tendria que marcharse y preferia tener un buen recuerdo del tiempo que habian pasado juntos.
La cena fue transcurriendo sin complicaciones. Kateb escucho las alabanzas de los ancianos. Eran historias sencillas que servian para ensalzarlo.
– ?Y la historia de como mataste al dragon? – pregunto Victoria en voz baja, acercandose a el-. ?O de como rescataste a quince huerfanos de un edificio en llamas a la vez que inventabas Internet?
– Ahora vienen -contesto el, disfrutando del olor de su piel.
– Me gustan los grandes finales.
– Entonces, te gustaran las bailarinas.
Ella lo miro.