– Estoy aqui y no soy sordo.
Willow le sonrio.
– Ya lo sabemos.
– No parece un mal tipo -continuo Marina-. Pero dada tu experiencia con los hombres…
– Es verdad -respondio Willow con tristeza-. Pero quiza este sea diferente.
– Sigo aqui -anuncio Kane.
– Podrias ir a dar de comer a la gata -le dijo Willow-. Estaras mejor en la cocina mientras nosotras hablamos de ti a tus espaldas.
En cierto modo, por loco que pareciese, tenia sentido. Kane se marcho a la cocina, preguntandose que habia pasado. Al principio de aquella manana todo habia sido normal. Luego, lo habian invadido. Habia gente en su casa y el no era dado a la gente.
Examino el contenido de las bolsas. Habia comida de gato y tres cuencos. La gata entro precipitadamente en la cocina y empezo a merodear. Se lanzo a la comida en el momento en que el vertio el contenido de una lata en un cuenco.
Mientras el animal comia, Kane examino el resto de las bolsas. Marina habia llevado pan, miel, varios cartones de sopa congelada, gallelas, manzanas, peras, un jabon perfumado y el ultimo numero de una revista del corazon. ?Pensaba que su hermana iba a quedarse ahi?
Kane sintio que algo le rozaba la pierna. Al bajar la mirada, vio a la gata frotandose contra el.
Sintiendose incomodo, algo estupido y como si le estuvieran tomando el pelo, se agacho y acaricio la cabeza del animal.
Nunca le habian gustado los animales domesticos. De nino, solo se encargaba de si mismo. Cuidar de algo o alguien era ponerse en una situacion de dependencia. En el ejercito, habia soldados que tenian perros, el no.
Se enderezo. Oyo a Willow y a Marina hablando en el cuarto de estar, aunque no podia oir lo que decian. Menos mal. Y ahora… ?que? ?Que podia hacer? Se suponia que esa era su casa, pero se sentia un extrano en ella.
Llamaron a la puerta. Antes de que el pudiera decir nada, Marina le grito que ella abriria. Entro en el cuarto de estar en el momento en que una version de Willow, con mas anos, aparecio en su casa. Dicha version de Willow iba acompanada de un tipo de unos cincuenta anos con traje.
– Mama, no era necesario que vinieses -dijo Willow-. Estoy bien.
La madre dio a Marina una cacerola y luego se acerco apresuradamente a Willow.
– No estas bien. Estas herida. ?Como no iba a venir? ?Acaso te iba a dejar aqui sufriendo?
– Oh, mama.
El hombre se acerco a Kane.
– Soy el doctor David Greenberg, un amigo de la familia.
– Kane Dennison -se dieron la mano.
El doctor Greenberg se acerco al reposapies.
– Hola, Willow. Vamos a ver que te has hecho.
La madre de Willow se retiro. Marina le toco el brazo.
– Este es Kane, mama.
La mujer le sonrio.
– Hola. Naomi Nelson. Mi hija ha dicho que la trajo usted aqui en brazos y que le ha salvado la vida.
Willow habia hecho unas cuantas llamadas telefonicas y habia dado mucha informacion en el corto espacio de tiempo que el se habia ausentado, penso Kane, que no estaba seguro de si deberia castigarla o mostrarle su admiracion.
– No creo que su vida corriese peligro -dijo Kane.
– Mama, ahi estan los gatitos -dijo Willow, senalando la caja.
– Ah, acaban de nacer.
Mientras Naomi se acercaba a ver a los gatos, Marina le menciono algo sobre meter la cacerola en la nevera. Kane se quedo quieto, mirando al medico mientras este examinaba el tobillo de Willow.
– ?Te duele si te toco aqui? -pregunto el medico presionando el tobillo-. ?Y si te toco aqui?
Ella respondio a las preguntas del medico y luego miro a Kane. El sintio el impacto de aquella mirada en todo el cuerpo; especialmente, en la entrepierna. Era extrano, a pesar de que Marina se parecia mucho a Willow, no lo atraia. Sin embargo, con solo mirar a Willow…
El doctor Greenberg continuo el examen del pie durante un par de minutos mas y, entonces, le dio a la paciente una palmada en la rodilla.
– Sobreviviras. Es un pequeno esguince. Lo tienes un poco hinchado, pero solo durara un par de dias. Sigue asi, con el pie en alto y hielo. Manana ya notaras mejoria.
– Me duele -se quejo Willow con un suave susurro. El medico sonrio.
– Si, ya se que no aguantas mucho el dolor. Cuando eras pequena, llorabas antes de que te pusiera una inyeccion -el medico saco un bote de pastillas de su botiquin-. Las pastillas te aliviaran el dolor, tomalas de vez en cuando. Pero nada de conducir hasta manana, las pastillas atontan un poco.
Ella sonrio.
– Gracias, doctor.
El medico se agacho y le dio un beso en la mejilla.
– Eres el rigor de las desdichas -comento el medico.
– No lo he hecho a proposito.
– Ya, pero estas cosas siguen ocurriendote a ti.
Naomi se acerco.
– Gracias por venir.
El doctor Greenberg encogio los hombros.
– Las conozco de toda la vida, son como de la familia. En fin, voy a volver a mi consulta.
– Estare alli dentro de una hora -le prometio Naomi.
Marina y Naomi llevaron agua a Willow para que se tomara una pastilla, mas hielo y algo de comer. Kane, algo apartado de ellas, las observo mientras se movian por su casa como si les perteneciera.
Por fin, Marina fue la primera en marcharse, dejando a Willow y a su madre. Naomi lo llamo para hablar con el en la cocina.
– Gracias por su ayuda. Siento haberle invadido la casa de esta manera.
– No se preocupe -respondio Kane.
– Bueno, voy a recoger las cosas de mi hija y la llevare a casa.
Kane miro a aquella mujer. Debia de tener unos cincuenta y cinco anos y estaba en buena forma, pero no podia llevar a su hija a cuestas.
– Yo la llevare. Usted no podria meterla en casa sola.
– Si, creo que tiene razon, no habia pensado en ello -contesto Naomi-. ?No puede mi hija ir a la pata coja?
– No lo creo. No se preocupe, yo la llevare a su casa.
– Si no le resulta una molestia… -Naomi se miro el reloj y Kane se dio cuenta de que la mujer estaba pensando que tenia que volver al trabajo.
– Preguntele a Willow si le parece bien lo que hemos decidido -dijo Kane.
Naomi asintio y volvio al cuarto de estar. Kane la siguio y observo a Willow mientras escuchaba a su madre.
– De acuerdo -dijo Willow mirandolo a el, sus ojos azules llenos de humor.
Kane entrecerro los ojos. ?Que demonios estaba pensando hacer ahora esa chica?
Naomi dio un abrazo a su hija; luego, se acerco a el y le ofrecio la mano.
– Ha sido usted muy amable. No se como darle las gracias.
– No se preocupe, no ha sido nada.
– Buena suerte con la gata y las crias, le van a dar trabajo.
A Kane eso le daba igual, no iban a estar en su casa mucho tiempo.
Por fin, Naomi se marcho y Kane se quedo a solas con Willow.
– Perdona que haya venido tanta gente. Lo siento -dijo ella.