Duncan se quedo callado un momento.

– Muy bien.

– Ya se que esto es parte del acuerdo y no pienso echarme atras, no te preocupes.

– ?Eso es lo que crees? ?Que despues de todo este tiempo sacaria a tu hermano de la clinica para meterlo en la carcel?

– No, pero…

– Pero significa si.

– No, es que estoy de mal humor. Hace calor y estoy agotada, en serio. Cuando me haya dado una ducha estare mejor.

– No -dijo el-. Vete a casa y olvidate del museo. Manana tienes la fiesta de Navidad en el colegio y debes estar descansada.

– El festival de invierno -lo corrigio ella.

– Si, claro. Porque eso engana a todo el mundo.

– Exactamente -el mal humor de Annie desaparecio de inmediato-. Pero quiero ir a esa fiesta.

– No, vete a casa y descansa. No pasa nada.

Podria darse un bano, penso ella. Y tomar una copa de vino.

– ?De verdad no te importa?

– De verdad. Y sobre las ruedas…

– No me obligues a pegarte la proxima vez que te vea. Tengo un gancho de izquierda que es de escandalo.

– Tienes un gancho de izquierda que es una verguenza. Seria como ser golpeado por una mariposa.

Probablemente era cierto, penso Annie.

– No vas a comprarme las ruedas.

– Pero yo compro muchas ruedas para los camiones… ?y si te las dejara a precio de empleado? De hecho, es una nueva norma de la empresa. Si a partir de ahora ese descuento va a estar disponible para todos los que trabajan aqui, ?por que no va a estarlo para ti?

Seguramente los empleados de Industrias Patrick agradecerian ese descuento tanto como ella…

– Cuando vea el anuncio por escrito.

– No es facil negociar contigo.

– Me paso el dia negociando con ninos de cinco anos, tengo una gran habilidad.

– Ya lo veo. ?De verdad puedes cambiar la rueda o quieres que envie a alguien?

– Para cuando llegase aqui ya habria terminado. No, gracias, lo he hecho otras veces.

– Llamame cuando llegues a casa entonces.

Eso la sorprendio.

– Muy bien, lo hare.

– Hasta luego -se despidio Duncan.

– Hasta luego.

Annie guardo el movil en el bolso y abrio el maletero para sacar la rueda de repuesto.

De repente, ya no hacia tanto calor como antes y ya no estaba tan cansada. Duncan queria que lo llamase cuando llegara a casa. Se preocupaba por ella. Tal vez no era mucho, pero era todo lo que tenia y pensaba agarrarse a ello con las dos manos.

El viernes por la noche, Annie estaba comprobando que todos los ninos llevaran sus camisetas blancas con las alitas cosidas a la espalda y unos halos de carton pintados de purpurina temblando sobre sus cabecitas. Una vez que los hubo controlado a todos, aparto la cortina que ocultaba el escenario para ver si Duncan habia llegado. Algo que habia estado haciendo cada cinco minutos en la ultima media hora.

Pero no lo vio entre el publico, de modo que aun no habia llegado. No importaba, se dijo a si misma. Solo habia dicho que intentaria ir y tal vez era una manera de decir que no tenia el menor interes. Ademas, no estaban saliendo juntos y no tenia ninguna obligacion. ?Que hombre querria pasar un viernes por la noche con un monton de ninos?

Suspirando, se aparto de la cortina… pero choco contra algo solido.

Y cuando se dio la vuelta Duncan estaba a su lado.

– ?Duncan! ?Que haces aqui?

– Me pediste que viniera.

Annie rio, esperando no haberse puesto colorada.

– No, quiero decir aqui, detras del escenario.

– Queria saludarte antes de que empezara la obra. Una de las mamas me esta guardando el sitio.

Annie miro sus anchos hombros, destacados por el traje de chaqueta, y sus bonitos ojos grises.

– Seguro que si.

– ?Que?

– Nada, nada. Gracias por venir, no tenias que hacerlo.

– Queria saber si seguias enfadada.

– Nunca he estado enfadada contigo.

Duncan la miro con un brillo de burla en los ojos.

– Estas mintiendo.

– No, de verdad. Estaba cansada, nada mas.

– Estabas enfadada y pegando voces en medio de la autopista.

Estaba tomandole el pelo, penso ella. Y eso le gustaba. Cuando se conocieron jamas imagino que fuera posible.

– Estaba perfectamente calmada y racional.

– Te estabas portando como una chica, admitelo.

– Podria darte un punetazo ahora mismo.

– Podrias y nadie se daria cuenta, sobre todo yo -Duncan le entrego un papel-. Toma, lee esto.

Era un documento oficial de Industrias Patrick detallando la nueva normativa sobre el descuento para empleados.

– ?Vas a comprar las ruedas o no?

Annie lo miro. Mientras la ayudaba a ella, tambien iba a ayudar a muchas otras personas.

– Si, lo hare -contesto, poniendose de puntillas para darle un beso en la cara-. Te lo prometo.

Duncan la tomo por la cintura.

– Eres una pesada, ?lo sabes?

– Si -rio ella-. Y tu eres un dictador.

Le encantaba estar asi, le encantaban su calor y su fuerza. Como siempre, estar con Duncan la hacia sentir segura.

– Tengo que volver con los ninos -dijo luego, apartandose-. Llevan halos de carton y no creo que sobrevivan mucho rato.

– Muy bien. Te veo despues de la obra de Navidad.

– Festival de invierno.

– Lo que tu digas, te veo luego.

– Si -dijo ella, suspirando mientras lo veia alejarse.

Sabia que, aunque lo hubiera conocido solo unas semanas antes, estaba a punto de enamorarse de el. No se parecia a nadie que hubiera conocido nunca. Era mejor en todos los aspectos.

Duncan habia prometido no pedirle que fueran amigos y confiaba en que cumpliera su promesa… pero tambien habia prometido que su relacion terminaria cuando terminasen las fiestas. Y sabia que tambien cumpliria su palabra en ese aspecto.

Desear que hubiese algo mas no cambiaria nada. Duncan le habia dicho una vez que, en su vida, alguien siempre ganaba y alguien siempre perdia. Y esta vez, Annie tenia la impresion de que la perdedora iba a ser ella.

El lunes por la manana, Duncan entro en su oficina y encontro un plato de galletas sobre el escritorio. Estaban

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