La senora Dawson se sento en la otra silla.

– Peter, ?donde has estado los ultimos dias?

– Con la senora de al lado -le dio el nombre.

– ?Cuanto hace que se fueron tus padres adoptivos?

Peter se encogio de hombros.

– Un tiempo.

– ?Desde el fin de semana?

Peter arrugo la nariz.

– Desde antes, creo.

– Entiendo. ?Sabes cuando volveran?

El sacudio la cabeza y se sujeto el brazo contra el pecho.

– ?Se van a enfadar conmigo porque me he hecho dano?

– Claro que no -dijo ella con firmeza-. Se alegraran de que estes bien. Todos nos alegramos -se detuvo-. ?Sabes lo que pienso?

– ?Que?

– Creo que puede que necesites un poco de helado. Se que tienen en la cafeteria y si no te importa, voy a ir a por un poco.

El alivio se reflejo en el rostro de Peter, que sonrio.

– No me importa.

– Eres muy amable, pero bueno, es un hospital muy grande. ?Te importaria que me acompanara el senor Moreno?

– Vale.

Raul no sabia que pretendia la trabajadora social, pero se levanto y volvio a dejar a Peter en la cama.

– Puede que tenga algunas pegatinas en mi despacho. Manana lo comprobare y si tengo, te las pegaremos en la escayola.

El nino sonrio.

La senorita Miller se movio hacia el.

– Te esperare aqui -dijo ella.

Raul siguio a la senora Dawson hasta el pasillo.

– La cafeteria esta por alli -dijo senalando.

– Entonces no necesita que la ayude a encontrarla.

– Queria tener la oportunidad de hablar con usted. Supongo que conocera a alguien en el pueblo, ?verdad?

– Si -respondio el con cautela.

– Bien. Eso ayudara con el papeleo. Conozco a un juez muy agradable. Si me da dos o tres nombres que utilizar como referencia, podemos solucionar esto en una hora.

– ?Solucionar que?

– Que Peter se quede con usted hasta que regresen sus padres adoptivos y veamos si es seguro que vuelva con ellos.

Pia llego a casa de Raul a las siete con dos bolsas de la compra. El tenia la puerta abierta antes de que ella llegara al pequeno porche.

– ?Que es todo eso?

– Cena para muchos dias. Hay mas en el coche.

– ?Mas que?

Pobre hombre, penso al entregarle las bolsas.

– Comida. Se dice que vas a quedarte con Peter. La gente no sabia cuando volverias a casa, asi que me lo han llevado todo a mi.

El seguia de pie confundido cuando ella volvio al coche a por una segunda ronda de bolsas. Recogio las tres ultimas, cerro la puerta con la cadera y volvio a la casa.

– No lo entiendo -dijo Raul siguiendola hasta la cocina.

– ?Pia!

Ella se giro y vio a Peter corriendo hacia ella. Tenia una escayola en su delgadito brazo y llevaba puesto un pijama de coches de carreras.

– Hola -dijo ella dejando las bolsas-. ?Que te ha pasado?

– Me he caido. Mira.

– Es impresionante. ?Te duele?

– No. Me han dado gotas.

Algun analgesico, supuso ella.

– Guai. ?Has cenado?

Peter sacudio la cabeza.

– Solo helado.

Pia enarco las cejas.

– A mi no me mires -le dijo Raul-. Ha sido idea de la senora Dawson.

– Ya, seguro -se quito la chaqueta y la dejo sobre el respaldo de una silla-. Bueno, ?que nos apetece? Hay mucho donde elegir.

Ella se movio hacia la encimera y comenzo a sacar cacerolas de las bolsas.

– Lasana, pastel de tamales de siete pisos -fue leyendo cada etiqueta segun dejaba los recipientes-. Pollo con fideos, pastel de verduras -arrugo la nariz hacia Peter-. Seguro que esto no, ?verdad?

El se rio.

– Me gusta la lasana.

– A mi tambien -miro a Raul-. ?Puedes poner a calentar el horno? No esta congelada, asi que no tardara mucho en estar lista.

El seguia de pie, mirandola.

– No lo entiendo.

– Cuando la gente se ha enterado de que Peter se quedaria contigo unos dias, han traido comida para ayudarte y que no tengas que cocinar por las noches.

– ?Como se han enterado?

– Alguien se lo ha contado. ?Es que no sabes como es la vida en los pueblos?

Pia se giro hacia el horno y camino hasta la nevera.

– Dime que el congelador esta vacio porque tienes comida para varios dias.

El asintio, aun impactado.

– ?Por que no ayudas a Peter a que se lave las manos? Ya sabes que la escayola no puede mojarse.

– Si.

– Bien. Yo lo preparare todo por aqui. Dejare dos cenas en la nevera para las dos proximas noches. Oh, tambien hay pegatinas en esa bolsa blanca para tu escayola.

– ?Que guai! -Peter metio la mano y saco hojas de pegatinas-. ?Podemos ponerlas ahora?

Raul la miro y ella se rio.

– Adelante. La cena estara lista en unos treinta minutos.

Los dos salieron de la cocina y unos minutos despues. Raul volvio.

– Lo siento.

– ?Por que?

– Se suponia que cenariamos juntos.

– Y eso haremos.

– Pero no asi. No se exactamente como ha pasado. La trabajadora social estaba hablandome y al instante ya tenia al nino conmigo.

Ella le dio una palmadita en el torso.

– Se como te sientes.

– ?No estas enfadada?

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