– Ya hemos llegado -dijo Dylan-. ?Que te parece?
Molly miro a su alrededor.
– Pense que iriamos mas al norte. ?Que estamos, a veinte minutos al sur de Santa Barbara?
– Exacto. He alquilado una casa en la playa por un par de dias. Podemos prolongar la estancia o irnos a otro sitio, depende de ti. Ya he estado aqui antes, es una ciudad muy agradable. Fuera de temporada, como ahora, es un lugar tranquilo, solo veremos a unos pocos turistas. Podemos hacer excursiones… Hay muchas alternativas.
– Me gusta -asintio Molly.
– Bien.
Siguio conduciendo calle abajo. Estaba lo suficientemente familiarizado con la ciudad como para encontrar la inmobiliaria sin problemas. Molly se quedo en la moto mientras el rellenaba los formularios y pagaba con la tarjeta de credito. Cuando regreso a la motocicleta, Molly fruncio el ceno.
– No vas a ponerte macho conmigo, ?verdad? -le pregunto-. Quiero pagar mi parte.
– Eso es lo que acordamos -Dylan se metio el recibo de la tarjeta de credito en el bolsillo de la chaqueta-. Habia pensado que pagaramos cada uno una cosa y que, al final de los quince dias, hicieramos recuento de los gastos. El que haya pagado menos puede extender un cheque al otro por la mitad de la diferencia. No quiero hacer cuentas todos los dias, ?de acuerdo? -Molly le sonrio-. ?Que te hace tanta gracia?
– No puedo creer que seas la misma persona que pensaba que una transaccion financiera era hacer una carrera ilegal apostando cerveza.
– Todos hemos crecido. Incluso yo.
– Creo que has hecho mas que eso, Dylan.
La casa era pequena y antigua, probablemente construida en los anos cincuenta. Las paredes laterales eran de madera, y las ventanas, pequenas. Dudaba que toda la construccion ocupara mas de trescientos metros cuadrados. Muy distinta a su mansion de las colinas, pero le gustaba. Las demas viviendas de la calle tambien eran de alquiler y la mayoria estaban desocupadas. Molly y el disfrutarian de paz y tranquilidad, y lo mejor era que la parte de atras de la casa daba a la playa, y mas alla, estaba el Oceano Pacifico.
– Hogar, dulce hogar -dijo al apagar el motor.
El graznido de una gaviota irrumpio en el repentino silencio. Molly se desato el casco y se lo quito. Tenia el pelo revuelto, la trenza deshecha, y sus mechones ondulados ondeaban en torno a su rostro. Se los aparto con impaciencia.
– Puedo oler el mar. Es agradable.
Dylan bajo de la moto y le tendio una mano. Molly vacilo antes de aceptarla, pero cuando levanto la pierna para pasarla por encima del sillin lo agarro con mas fuerza.
– ?Que ha pasado? -pregunto, dando un paso vacilante-. Me siento como si hubiera estado en un barco.
– Estas tensa del viaje. No estas acostumbrada a ir en moto, asi que estabas rigida. Ademas, estas utilizando musculos diferentes. Camina un poco, te sentara bien.
Molly doblo las rodillas un par de veces, luego camino arriba y abajo junto a la moto. Dylan trato de no mirarla, pero no pudo evitar fijarse en como llenaba los vaqueros. Su trasero era bonito y redondo. Supuso que podria agarrarla bien de alli, o tal vez de sus caderas.
Dylan maldijo entre dientes y luego se concentro en descargar sus escasas pertenencias. «Olvidalo», se dijo. No debia pensar en tener una aventura con ella. Disfrutar del viaje desde Los Angeles habia sido una cosa, pero ya era hora de que aprendiera a dominarse.
El sermon sirvio… un poco. Consiguio no pensar en sus curvas, ni siquiera cuando se desabrocho la chaqueta y dejo ver el suave jersey que llevaba puesto. La redondez de sus senos solo fue de interes pasable. Al menos se mantendria asi si apartaba la vista enseguida.
– Tengo la llave -dijo con voz ronca, luego tuvo que aclararse la voz.
Dylan fue delante, principalmente para que Molly no se diera cuenta de su ereccion.
Habia dos peldanos delante del porche de madera. La puerta de la entrada parecia endeble, pero Dylan supuso que no tenian nada que mereciera la pena robar, asi que aquello no seria un problema. Por dentro, la casa olia un poco a cerrado. Molly se dirigio a la parte de atras y abrio las contraventanas. Al instante pudieron ver el oceano. Ella contuvo el aliento.
– Es tan hermoso. El cielo y el agua son de un azul perfecto.
Molly le sonrio, una sonrisa ingenua que no esperaba nada a cambio. Extranamente, Dylan se sorprendio queriendo darle algo, el que se consideraba el ultimo cinico viviente. Molly arrugo la nariz.
– Apuesto a que nadie ha vivido aqui durante meses. Vamos a airear la casa -abrio las ventanas y luego miro a su alrededor-. Es pequena pero agradable.
Dylan siguio su mirada. Habia un sofa tapizado con motivos florales de color verde y azul y una mecedora de madera, los dos mirando hacia la fachada. La television era antigua, pero Dylan no creyo que fueran a utilizarla demasiado. A su izquierda estaban el comedor y la cocina; a su derecha un corto pasillo con tres puertas. Supuso que dos darian a las habitaciones y la tercera seria el cuarto de bano. Molly se dirigio hacia alli y abrio la puerta de en medio.
– Vaya -dijo, y rio-. No sabia que habia azulejos de este color. Dylan, ven a mirar.
La siguio y luego miro por encima de su hombro. El bano estaba alicatado de un color amarillo viejo horrible. Habia un pequeno tocador enmarcado en azulejos amarillos y el suelo habia sido en su tiempo de color amarillo, lo mismo que las paredes, que en aquellos momentos eran de color crema. Los apliques eran del ano de Maricastana y lo unico que salvaba a la estancia era la enorme banera de patas con ducha. Molly se volvio hacia el.
– Me traes a los lugares mas bonitos.
– Oye, al menos hay agua corriente. No estamos de acampada.
– Bueno, eso es ver el lado bueno de las cosas -sonrio-. Ahora me da miedo mirar las habitaciones.
– Apuesto a que no estaran tan mal.
Tenia razon. La habitacion que daba a la fachada era pequena, con una cama individual y una comoda. La habitacion de atras tenia una cama de matrimonio, una comoda y dos ventanas grandes que daban al mar. Molly ladeo la cabeza.
– ?Por que no te quedas con esta? -dijo senalando la cama de matrimonio-. Es mas grande.
– ?Y necesito la mas grande por…?
– No lo se -Molly fruncio el ceno-. Me parecio educado ofrecertela.
A Dylan no le sorprendio. Segun su experiencia, habia dos clases de mujeres: las que lo daban todo y las que lo esperaban todo. Ya sabia a cual pertenecia Molly.
– Quedatela tu -le dijo, sin saber exactamente por que era importante para el.
– No necesito tanto espacio.
– Ninguno de los dos lo necesita, pero no se trata de eso. ?Siempre sacrificas lo que quieres por los demas?
– Si -le dijo con enojo-. ?Y de que se trata, si puede saberse?
– De nada.
– Ah, si. ?Donde hiciste la carrera de psicologia, doctor Black? Eres un hombre de muchos talentos, ?verdad?
– Tienes razon -le dijo, entrando y dejando la bolsa de Molly sobre la cama de la habitacion mas grande-. Me he pasado, pero me gustaria que te quedaras con esta. En el proximo sitio al que vayamos, yo me quedare con la habitacion que tenga mejores vistas, ?de acuerdo?
– Siento haberte hablado en ese tono. Supongo… -Molly se quedo callada.
– No importa. Yo tambien puedo ser un quejica.
– No estaba quejica, sino irritable.
– Ah, ?y existe una gran diferencia?
– Por supuesto.
Dylan vio el brillo de humor en sus ojos.
– Tantas sutilezas se me escapan -le dijo. Tendras que explicarmelas durante la cena.
– Hare lo que pueda. Aunque siendo hombre, como eres, tal vez me lleve un tiempo.