primer novio serio y siempre tendre recuerdos gratos de el, pero no habria funcionado. Los dos lo sabiamos -Janet inspiro hondo-. Estoy segura de que le va bien el negocio, pero el no ha cambiado, Molly. Sigue siendo un hombre peligroso. Me parece que no esta casado, y no creo que sea capaz de aceptar esa clase de compromiso.
– Vamos a hacer un viaje juntos -dijo Molly mirando el telefono fijamente-, no a tener una relacion.
– Esas cosas pasan. Solo quiero que tengas cuidado, ahora mismo eres vulnerable y no quiero que te haga dano.
– No tienes por que preocuparte. Tendria que estar minimamente interesado en mi para hacerme dano y las dos sabemos que eso no va a ocurrir.
– No digas eso -le suplico Janet-. Eres adorable. Cualquier hombre se sentiria muy afortunado de tenerte.
Molly tiro de sus vaqueros, separando la tela de sus generosos muslos.
– Es verdad, tengo tantos problemas con todos esos hombres que hacen cola delante de mi apartamento… Fue muy dificil salir de casa esta manana, pero intento ser amable cuando los rechazo.
– Eres tonta.
– Hace un minuto has dicho que era adorable.
Janet rio.
– Molly, me vuelves loca. ?Tenias algun mensaje?
– No -Molly perdio el humor al instante.
– Es demasiado pronto.
– Lo se.
– Todo saldra bien.
– Tambien lo se.
Lo sabia, pero no lo creia.
– Entonces, ?a donde pensais ir?
– No tengo ni idea -dijo Molly-. Dylan elegira nuestro destino.
– ?Estas segura de lo que haces?
– No estoy segura de nada, Janet, pero si lo que me preguntas es si estoy segura de querer ir con Dylan, la respuesta es si. No hay nada que desee mas en este mundo. Necesito dejarlo todo unos dias y el es la manera perfecta de hacerlo. Asi que procura no preocuparte.
– No me preocupare si me prometes mantenerte en contacto.
– Te lo prometo.
– Te quiero, hermanita -suspiro Janet-. Cuidate.
– Yo tambien te quiero. Dale a Thomas y a las ninas un beso de mi parte. Adios.
Colgo el telefono. Sin el apoyo de Janet no habria sobrevivido a los ultimos diez dias. Era agradable que alguien se preocupara por ella. Sin embargo, durante los proximos dias no iba a pensar en nada mas que en pasarselo de maravilla en aquella aventura.
Dylan apreto automaticamente el boton del control remoto que abria la puerta del garaje. Al frenar, vio el utilitario azul de Molly aparcado a un lado e hizo una pausa. No estaba acostumbrado a llegar a casa y encontrarse a alguien. Durante los dos anos que llevaba viviendo alli, habia tenido compania nocturna tal vez en tres ocasiones. Cuando tenia una relacion con una mujer, solia quedarse en la casa de ella. Preferia poder irse cuando quisiera y no tener que pedirle que se fuera si queria estar solo.
Se quedo mirando el coche. Era un vehiculo modesto, ni divertido ni llamativo. Pero claro, a Molly no le iba lo llamativo, al menos cuando era una adolescente. Dejo el coche en su plaza y apago el motor. Despues de tomar su cartera, cerro la puerta del garaje y entro en la vivienda.
– Estoy en casa -anuncio, y luego fruncio el ceno al preguntarse si alguna vez habia pronunciado aquellas palabras. Era un viejo cliche televisivo: «Carino, ya estoy en casa».
– Hola -contesto Molly. A juzgar por la procedencia de su voz, debia de estar en la biblioteca.
Dylan dejo la cartera en el mostrador de la cocina, saco un par de cervezas de la nevera y fue en busca de su invitada. La encontro acurrucada en uno de los sillones de cuero, leyendo. Una lampara de pie irradiaba un calido circulo de luz sobre ella y el libro. Tenia las rodillas dobladas y los pies ocultos bajo su cuerpo, y habia tenido el cuidado de dejar los zapatos a un lado del sillon.
No se habia fijado en el y parecia absorta en la lectura. Por un momento, Dylan se limito a observarla. No podia olvidar la extrana sensacion de saber que habia estado en su casa mientras el trabajaba. En el despacho habia conseguido concentrarse en la tarea y olvidarse del almuerzo con Molly, pero de vez en cuando se habia sorprendido recordando algo de lo que ella habia dicho o imaginando un rapido movimiento de sus manos. Aunque no le habia emocionado la idea de ir a su casa y encontrarla alli, tampoco le habia asustado. En las pocas ocasiones que habia permitido que alguna de sus mujeres pasara alli la noche se habia sentido atrapado e incomodo. Tal vez la diferencia era que hacia muchos anos que conocia a Molly. Seguramente se debiera a que no tenian una relacion ni era probable que la tuvieran. Se acerco a ella.
– Seguramente deberia haberte preguntado si te gusta la cerveza -le dijo, tendiendole una de las botellas-. Aparte de agua y cafe, casi es todo lo que tengo. No suelo tener invitados.
Acepto la bebida y sonrio.
– Gracias, me gusta. Confieso que eche un vistazo a la nevera y tome una manzana. Ya me di cuenta de que no pasas mucho tiempo cocinando.
– No sabria como hacerlo -Dylan se sento en un sillon delante de ella. Despues de un largo trago de cerveza, se aflojo el nudo de la corbata y luego se la quito.
– Con riesgo de parecer una esposa de un barrio periferico, ?como te ha ido el dia? – dijo en tono de broma.
A Dylan le agrado que se sintiera lo bastante comoda como para bromear. Antes, en el restaurante, la habia notado muy tensa y habia tomado la margarita como si su vida dependiera de ello… o tal vez la copa le habia proporcionado el valor para pedirle que la llevara con el a alguna parte. Fuera lo que fuera, le complacio ver que por fin se habia relajado un poco.
– He estado ocupado. Tengo que repasar muchas cosas antes de que podamos irnos -se inclino hacia delante, apoyo los codos en las rodillas y sostuvo la botella con ambas manos-. No voy a ser un buen anfitrion esta noche - le dijo-. Tengo una cartera llena de trabajo que debo terminar antes de manana. Supongo… -la vio sonreir-. ?Que tiene tanta gracia?
– Nada, no es mas que… -Molly se encogio de hombros-. Digamos que no eres exactamente lo que esperaba. El Dylan que yo recuerdo llevaba vaqueros y una chaqueta negra de cuero. Llevas traje y corbata, y eres tan respetable.
– Dimelo a mi -gruno-. Nunca crei que llegaria a serlo. Solia trabajar en vaqueros. Pasaba la mitad del dia ensamblando motos o haciendo disenos. Ahora solo hago papeleos. Me he convertido en todo lo que odiaba cuando era nino. Llevo corbata, algo que jure que nunca haria. Conduzco un Mercedes. Tengo un telefono movil. Llevo mi ropa a la tintoreria.
– Eres un ciudadano responsable.
– Peor. Soy viejo. La semana pasada estaba en un video club y vi a tres chicos armando ruido. Sin pensarlo, les dije que bajaran la voz. Se fueron, pero no sin antes llamarme viejo. Me di cuenta de que tenian razon.
Molly se echo a reir.
– Ni siquiera tienes treinta y cinco. Eso no es ser viejo.
– Para un chico de quince anos, si.
– ?De verdad te preocupa lo que piensan esos chicos?
– No, no es mas que… -no podia explicarlo. Sin saber como, todo habia cambiado. No sabia cuando o como habia ocurrido, pero era una de las razones por la que queria irse a algun lugar lejano. Necesitaba aclarar sus ideas y ver que era lo importante-. Me he vendido -dijo en tono lugubre, y se pregunto si iba a hacerlo otra vez. ?Haria lo que su abogado y otras personas habian sugerido y venderia su compania, o mantendria su independencia?
– Te has convertido en un hombre de negocios -dijo Molly-. Hay una diferencia. Deberias estar orgulloso de ti mismo.
Varios mechones de pelo rizado se habian escapado de la trenza. Oscilaban en torno a su rostro y le rozaban el hombro. En un momento durante la tarde se habia subido las mangas de la camisa, dejando ver munecas y