que? Dudo que mis padres llegaran a notar que me habia ido.

– Comprendo perfectamente lo que dices. Cuentame como empezaste a disenar motocicletas.

Dylan la miro.

– ?A que vienen tantas preguntas?

– Estoy interesada. Somos amigos, ?no? Los amigos siempre se cuentan sus vidas. ?O es que me estoy adentrando en terreno personal?

– Creo que puedo compartir algunos de mis secretos contigo, pero tienes que prometerme que no se los contaras a nadie

Su tono de voz era desenfadado y alegre. Parecio deslizarse por su espalda y Molly se estremecio de placer.

– Te lo prometo -se llevo la mano al corazon-. Llevare tus secretos a la tumba. Ahora, hablame de tus disenos.

– Solo si vamos a almorzar, estoy muerto de hambre. ?Que tal alli? -dijo senalando el restaurante al final de la calle.

– Bien.

Emprendieron la marcha hacia el restaurante. Despues de entrar y sentarse a una mesa, miraron la carta y pidieron.

– Empece echandole una mano a un companero -dijo Dylan, recostandose en su asiento-. Sabia lo que le habia hecho a mi moto y estaba teniendo problemas con la suya, asi que le eche un vistazo e hice un par de modificaciones. Gano las tres carreras siguientes. Corrio el rumor, hice algunos cambios mas y prepare mi primer diseno.

– Parece un comienzo dificil.

– Lo fue. Las cosas iban despacio, no tenia ahorros ni dinero. No me habrian venido mal -Dylan sonrio-. Hace siete anos, mis motos empezaron a ganar en las competiciones regionales. Hace cinco, fuimos al campeonato nacional. Monte mi negocio con apenas dinero, solo mucho sudor y un par de encargos. Al principio fue duro, pero me encantaba. Las primeras doce motos las hice yo solo. En la puerta de al lado habia una tienda de maquinaria y a veces utilizaba su equipo para hacer algunas de las partes. Fue una locura.

– Pero divertida -dijo Molly al ver en su expresion el placer que le producia aquel recuerdo.

– Si, eran buenos tiempos.

– Apuesto a que les sorprendiste a todos.

La camarera aparecio con sus refrescos. Le dieron las gracias y se fue.

– Supongo que si. Nadie penso que llegaria muy lejos, ni siquiera yo.

– Pues lo has hecho -corroboro Molly. Mira que casa tienes. Es increible.

Dylan quito el envoltorio de papel a su paja de refresco y se encogio de hombros, un poco nervioso.

– Se que es un poco grande para una persona.

– ?Un poco! Podrias alojar a todo pequeno ejercito. Dylan, tienes un arroyo y un estanque interiores. Esa casa ha salido de una pelicula, no de la vida real.

– Lo se. Estaba en venta cuando quise comprar una casa. Fue una ganga -Dylan parecia un nino explicando por que habia comido chocolate antes de la cena.

– Ya, ?y pretendes que me lo crea? Ademas, eso es lo de menos. No tienes que justificarte por tener esa casa. Te la has ganado.

– Creo que por eso la compre -su expresion se torno seria-. Porque podia permitirmelo. No tiene nada que ver con la casa remolque en la que creci. Odiaba ese lugar, en lo unico en lo que pensaba era en irme de alli.

– Pero no te fuiste hasta que no acabaste el instituto.

– No podia. Cuando mi padre murio, no quise dejar a mi madre. Bebia tanto que sabia que no duraria mucho -bebio un buen trago de su refresco-. Asi fue. Luego me quede por Janet. Cuando eso termino, nada me retenia alli.

Molly habia oido historias, todos en el pueblo lo habian hecho, de que sus padres bebian. Que su padre pegaba a su mujer y a su hijo. Que las visitas a urgencias por magulladuras y huesos rotos no eran inusuales. Aunque su infancia habia sido menos que perfecta, no era nada comparada con la de Dylan.

– Lo siento -le dijo.

– Yo tambien, pero no puedo hacer nada al respecto. Pienso en el alcoholismo. Dicen que puede ser genetico, asi que me controlo. De joven solia ir a fiestas y bebia, pero ahora solo tomo un par de cervezas a la semana. Esa botella de whisky que compramos ha sido la primera copa de verdad que he tomado en dos o tres anos. No me obsesiono, pero se que no debo tentar la suerte.

– Me alegro -dijo Molly-. No me gustaria que te pasara nada malo.

– Gracias.

Dylan la miro y algo se agito en sus ojos. Por un segundo, Molly quiso saber en que estaba pensando, pero luego abandono la idea. Solo queria saber si la miraba con ojos lujuriosos, y aquello era tan improbable, por no decir imposible, que no pudo evitar sonreir. Seguramente, Dylan habia visto a la camarera llevandoles la comida.

Como si el destino quisiera demostrarle que tenia razon, la joven aparecio junto a su mesa y les dejo los platos.

– Que aproveche -les dijo-, pero reservense para el postre. Tenemos unos pasteles muy ricos, hechos esta manana.

– Estupendo -dijo Dylan, y tomo su sandwich entre las manos.

Molly se quedo viendo como la camarera se alejaba.

– Tal vez me limite a mirar como te tomas el trozo de pastel.

– ?No quieres postre?

– Claro. Pero… -Molly se interrumpio-. Tengo nueve kilos de mas.

– ?Acaso renunciar a un trozo de tarta va a servir de mucho?

En lugar de contestar, Molly le dio un mordisco a su sandwich. Era una locura, penso. ?Que habia creido? ?Que negaria que tenia que perder peso? Como si Dylan no pudiera ver que estaba gorda. Comparada con las mujeres con las que salia, era una foca. Una foca enorme. Mejor, una vaca. Tal vez podria mugir y ver como reaccionaba.

«?Basta!», se dijo. No iba a sentirse mal por su reaccion ni a auto compadecerse. La realidad era que tenia que perder algunos kilos. Y Dylan se habia dado cuenta, por supuesto, pero, ?que importaba? Seguian siendo amigos. Seguia cayendole bien. Aunque de repente perdiera esos nueve kilos, no iba a convertirse en la clase de mujer que le hiciera perder el control. Debia recordar que era ella la que lo amaba platonicamente, no el.

Charlaron sobre temas diferentes durante el almuerzo. Cuando la camarera volvio, Molly pidio un trozo de tarta. Dylan pidio un postre distinto y le propuso que los compartieran. Molly accedio.

Aquello bastaba, penso. Aquellos fragmentos de felicidad eran lo que le daban sentido a la vida. No debia olvidarlo.

Molly se apoyo en el mostrador de la bodega y tomo otro sorbo de vino.

– ?Sabes? -le dijo a Dylan-, vamos en moto. No podemos comprar vino, aunque nos encante, ?donde lo pondremos?

Tenia color en las mejillas y sonreia abiertamente. Dylan queria creer que se debia a algo mas que al hecho de que habian estado catando vinos durante casi una hora. Queria creer que los dias que estaban pasando juntos la estaban ayudando en aquellos momentos dificiles de su vida, pero no podia adjudicarse todo el merito. Decididamente, era el vino.

– Podemos comprar un par de botellas – le dijo-. Tienes razon, no tenemos sitio para llevarlas con nosotros de vuelta a casa, asi que podemos beberlas estos dias.

– No quiero causar problemas -Molly fruncio el ceno, y Dylan tardo un par de minutos en comprender que se estaba refiriendo a los antecedentes de alcoholismo de su familia.

– Creo que no sera ningun problema beber un poco de vino contigo durante unos dias.

Molly vacio la muestra de vino que tenia en la copa y la dejo sobre el mostrador.

– El Merlot es muy agradable -comento, y Dylan se dirigio a la mujer que les habia estado sirviendo el

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