nada de aquello importaba.
Lo unico que deseaba Daphne en aquellos momentos era cabalgar a toda velocidad y sentir el viento en el pelo, queria dar vueltas sobre la arena con los brazos extendidos hasta marearse y beber agua fresca de un manantial subterraneo.
Despues de haber hecho todo eso, ya tendria tiempo de estar enfadada con el.
– ?Preparada? -le pregunto Murat.
Daphne asintio y se bajo el ala de sombrero hacia la punta de la nariz para evitar que el abrasador sol danara su piel.
A su lado, Murat estaba mas guapo que nunca ataviado con un pantalon de montar negro y una camisa blanca.
– ?Cuando has montado por ultima vez? -le pregunto Murat.
– Hace un par de meses. Suelo montar de manera regular, pero he estado un poco liada con el trabajo.
– Entonces, vamos a ir un poco despacito al principio.
– Yo prefiero ir rapido.
Murat sonrio.
– Ya lo se, pero vamos a esperar un poco, hasta que te hayas hecho con tu yegua.
Las cuadras reales estaban situadas a cuarenta minutos en coche de palacio. Daphne era consciente de que podria vivir alli muy feliz estudiando los caballos pura sangre y planeando futuras generaciones de increibles equinos arabes.
Por supuesto, no queria que Murat lo supiera ya que ya tenia suficiente poder sobre ella como para que descubriera otras de sus debilidades.
Mientras dejaban atras los ultimos simbolos de la civilizacion y se adentraban en la arena del desierto, Daphne no pudo evitar reir encantada.
– Lo que pienses de mi ya es otra cosa, pero no puedes negar que siempre te ha encantado Bahania - comento Murat.
– No lo niego -contesto Daphne.
– Deberias haber vuelto antes a visitarnos.
– No me parecia lo mas inteligente por mi parte.
– ?Por que? ?Acaso creias que te iba a poner las cosas dificiles?
Daphne no estaba segura de que contestar. Si decia que si, implicaria que creia que Murat habia estado enamorado de ella cuando se habia ido y no lo creia asi y, si decia que no, se arriesgaba a que Murat no le hiciera gracia.
Normalmente, le importaba muy poco que a Murat le hicieran gracia o no sus contestaciones, pero aquella tarde era diferente porque no le apetecia discutir.
– Me parecio que podria ser un poco raro.
– Podria haberlo sido, si -admitio Murat sorprendiendola-. Sin embargo, supongo que es muy triste que no hayas podido volver durante tanto tiempo.
Daphne miro a su alrededor, deleitandose en la belleza del desierto y se dijo que Murat tenia razon. Amaba aquellas colinas de arena rojiza que daban paso a kilometros de vacio, amaba a las diminutas criaturas que eran capaces de vivir en un entorno tan hostil y, sobre todo, amaba la sensacion de llegar a un oasis, un regalo divino.
– Aqui se respira historia -comento Daphne pensando en todas las generaciones que habian andado por aquellos mismos caminos y que habian disfrutado con aquellos mismos paisajes.
– Es cierto que en el desierto estamos mas proximos al pasado. Yo, aqui, me siento mas cerca de mis antepasados.
Daphne sonrio.
– Provienes de un linaje de hombres inclinados a secuestrar a sus mujeres. ?Por que era asi? ?Es que acaso geneticamente no podeis convencer a una mujer por las buenas?
– Ten cuidado. Estas jugando con fuego.
Fuego era lo que Daphne sentia en aquellos momentos en su interior al mirar a Murat e imaginarse con el protagonizando escenas de cuerpos desnudos acariciandose y tocandose llevados por exquisitos sentimientos de pasion.
Daphne se revolvio incomoda en la silla y se dijo que era mejor no pensar en aquellos asuntos ya que, tal y como estaban las cosas entre ellos, acostarse con Murat seria un desastre porque creeria que le estaba diciendo que se queria casar con el.
En cualquier caso, Daphne no podia evitar dejar de preguntarse como se comportaria Murat en la cama. A juzgar por sus besos, tenia que ser un companero de juegos eroticos maravilloso.
Diez anos atras, demasiado joven y candorosa, la obvia experiencia de Murat en temas sexuales la habia asustado, pero ahora estaria encantada de hacer un seminario intensivo de fin de semana con el.
«La proxima vez», se prometio Daphne a si misma.
Cuando ni su futuro ni su libertad corrieran peligro.
– Es cierto que esas uniones y matrimonios de los que hablas comenzaron de manera un tanto violenta, pero todos terminaron felices.
– ?Como lo sabes?
– Por las cartas y los diarios de la epoca.
– Me encantaria leerlos -sonrio Daphne-. No es porque no te crea, pero… bueno, la verdad es que no te creo.
– ?Me crees capaz de mentir?
– Te creo capaz de adulterar la verdad si eso te viniera bien.
– ?Como explicas una relacion que dura treinta o cuarenta anos y de la que nacen tantos hijos?
– Te recuerdo que el hecho de que una mujer se quede embarazada no quiere decir que sea feliz.
– Esta bien, te entregare los diarios para que puedas comprobarlo con tus propios ojos. Asi, te daras cuenta de que te equivocas con mis antepasados y conmigo. ?Lista para que vayamos mas deprisa?
El repentino cambio de tema tomo a Daphne por sorpresa, pero asintio encantada.
– Tu primero.
Murat asintio y puso su caballo al galope. La yegua de Daphne lo siguio sin problema y pronto las colinas de arena pasaban veloces a ambos lados de su rostro.
«Esto es libertad en estado puro», penso Daphne.
Ojala en Chicago hubiera zonas donde pudiera montar asi, pero, normalmente, sus paseos a caballo alli eran tranquilos y siempre por zonas ya conocidas.
No como en Bahania, donde el desierto guardaba secretos milenarios, alli donde la familia de Murat habia habitado durante miles de anos.
Algun dia, cuando Murat fuera rey, su nombre quedaria grabado en las piedras del palacio para siempre y su vida seria recordada. Murat le habia ofrecido formar parte de aquella historia, le habia ofrecido el privilegio de convertirse en reina y de ser la madre del futuro rey.
Al cabo de un rato, Murat aminoro el paso de su montura.
– A partir de aqui vamos a ir al trote para que los caballos descansen un poco. Estamos ya muy cerca del oasis -anuncio.
Daphne asintio, todavia atrapada en sus pensamientos. ?Acaso no seria maravilloso formar parte de algo tan increible? Diez anos atras no se habia parado a pensar demasiado en lo que Murat le ofrecia, pero, ultimamente, no podia dejar de pensar en ello.
– ?Tienes alguna preocupacion? Tus ojos se han apagado.
– No, no tengo ninguna preocupacion, pero estaba pensando.
– ?En que?
– Estaba pensando en que eres el principe heredero Murat de Bahania, en que algun dia gobernaras este pais y en que procedes de un linaje que vivia ya en suntuosos palacios cuando mis antepasados estaban todavia muertos de frio en cabanas de madera. Todo eso me hace preguntarme por que me elegiste a mi, por que yo, por que no una mujer mas parecida a ti.
Murat no contesto. Se quedo mirando al horizonte sin expresion en el rostro. Era imposible saber lo que