estaba pensando.

– El oasis esta ahi, detras de esa duna.

– ?No vas a contestar a mi pregunta?

– No.

Por una parte, Daphne queria insistir, pero, por otra, no queria hablar de aquel tema porque habia muchas cosas que no tenia claras en su cabeza. Como, por ejemplo, por que habia acudido corriendo a Murat, el hombre que la mantenia prisionera, cuando habia conseguido escapar del haren.

Al llegar al oasis, Daphne vio un pequeno refugio entre las palmeras datileras, un riachuelo de agua cristalina a cuyos margenes crecia el cesped y varios arbustos que conferian al lugar un maravilloso halo de intimidad.

– Esto es precioso -comento sinceramente desmontando de su yegua y quitandose el sombrero.

– Me alegro de que te guste.

– Claro, te alegras de que me guste porque hacerme feliz es lo que mas te gusta en el mundo, ?verdad? - bromeo Daphne.

Murat no sonrio.

– A lo mejor, estas en lo cierto. A lo mejor, eso es lo que precisamente tu no entiendes.

Antes de que a Daphne le diera tiempo de asimilar lo que acababa de escuchar, Murat condujo a su caballo a la sombra.

– Descansaremos aqui antes de volver.

Daphne lo siguio y dejo alli a la yegua.

– Esto es muy tranquilo -comento mientras paseaban.

– Si, por eso vengo a menudo -contesto Murat.

– ?Aqui no hay guardias?

– No, hay una patrulla que pasa de vez en cuando, pero estamos solos. Si quieres matarme, es el momento.

– No estoy tan enfadada. Todavia.

Murat sonrio.

– Continuas desafiandome a pesar de que ambos sabemos quien va a ganar.

– No vas a ser tu.

– ?Como que no? -dijo Murat acercandose a ella-. Estas a punto de rendirte. ?No te das cuenta?

Daphne sintio un escalofrio por la espalda y la carne se le puso de gallina. En aquel momento, le parecio que rendirse era lo mas maravilloso que podia hacer.

– No me voy a casar contigo -contesto sin embargo.

Murat le puso las manos sobre los hombros.

– No paras de repetir eso. Es un poco aburrido, ?sabes?

– Si me escucharas, no tendria que repetirme tanto.

– Que tipico de las mujeres decir que los hombres tenemos la culpa de todo.

– Que tipico de los hombres mostrarse cabezotas e irrazonables.

– Yo soy un hombre muy razonable. Para demostrartelo te dire que se que me deseas y que voy a dejar que me tengas.

Antes de que a Daphne le diera tiempo de exclamar indignada, Murat se apodero de su boca. Sus labios, firmes y calidos, acariciaron los de Daphne hasta que esta se vio obligada a pasarle los brazos por el cuello como si no quisiera soltarlo nunca y, en ese momento, la indignacion se evaporo.

Murat la beso con dulzura haciendo que las terminaciones nerviosas de Daphne estallaran de placer. Comenzo a mordisquearle el labio inferior al tiempo que la agarraba de las caderas y se apretaba contra ella para que sintiera su ereccion.

A continuacion, comenzo a besarla por el cuello, lo que hizo que Daphne se estremeciera de placer y de necesidad.

Cuando Murat comenzo a deslizar su boca por su escote, Daphne sintio que explotaba de deseo. De repente, le sobraba toda la ropa, le dolian los pechos, le temblaban las piernas y deseaba que aquel hombre no dejara de besarla jamas.

Por fin, se rindio a la evidencia, le tomo el rostro entre las manos y lo beso con pasion, entregandose por completo a la danza erotica y milenaria que bailaron sus lenguas mientras Murat le acariciaba la espalda y llegaba hasta sus pechos.

Al sentir sus largos y finos dedos sobre ellos, Daphne se dijo que aquello era perfecto. Cuando se concentro en sus pezones, Daphne sintio que la respiracion se le entrecortaba y se le aceleraba.

Murat la miro a los ojos y suspiro.

– Eres una mujer realmente bella -murmuro-. Respondes a mis caricias. ?Vas a negar lo que quieres?

Daphne nego con la cabeza. En aquellos momentos, tenia la sensacion de que podria desaparecer en aquellos ojos oscuros y se le antojo un buen destino. Si habia noches llenas de atenciones y de caricias, seria un buen futuro.

Daphne sintio que su cuerpo demandaba cada vez mas. Tenia las braguitas humedas de necesidad.

Murat le desabrocho la camisa, pero no se la saco de la cinturilla de los vaqueros. Al deslizar la tela sobre sus hombros, le dejo los brazos apresados.

Por supuesto, Daphne podria haberse quitado la camisa con un leve movimiento, pero no lo hizo porque verse a expensas de Murat, como si pudiera tomarla contra su voluntad, se le antojaba una locura aunque tambien… increiblemente erotico.

Murat le desato el sujetador, que tenia el broche delante, y Daphne observo la expresion de su rostro al ver sus pechos al descubierto, expuestos al sol y al aire.

Murat la miraba hambriento y la acariciaba tan lentamente que Daphne penso que aquella era la mas increible de las torturas.

Cuando las yemas de sus dedos acariciaron las puntas de sus pezones, sintio una descarga electrica entre las piernas y no pudo evitar gemir de placer.

Como respuesta, oyo que a Murat se le aceleraba la respiracion y sintio su boca seguir la estela de sus dedos.

La combinacion de calor humedo y caricias hizo que Daphne estuviera a punto de caer de rodillas. Ya no podia mas, el deseo era tan intenso que se saco la camisa de los vaqueros y tiro el sujetador al suelo, agarro la cabeza de Murat entre sus manos y disfruto de sus lametazos.

– Mas -jadeo.

Sintio que la tension se apoderaba de su cuerpo y supo que estaba muy cerca del orgasmo pues la espiral de pasion estaba empezando a descontrolarse.

Murat se quito la camisa.

– Dime que me deseas -le ordeno.

– ?Lo dudas?

– Quiero oirtelo decir.

Daphne lo miro a los ojos y supo que no habia marcha atras. Queria hacer el amor con aquel hombre, queria saber lo que era y recordarlo cuando se fuera.

– Te deseo.

Murat tardo un par de segundos en reaccionar. Cuando, por fin, lo hizo, tomo a Daphne entre sus brazos y la tumbo en el suelo sobre su camisa.

– Seamos practicos, las botas de montar no son en absoluto romanticas -comento sentandose a su lado para deshacerse primero de las suyas y, luego, de las de Daphne.

– Haz el amor conmigo, Murat -lo animo Daphne abriendo los brazos para recibirlo.

Murat se perdio entre ellos besandola con pasion. Inmediatamente, sus maravillosos dedos buscaron sus pechos de nuevo y volvieron a excitarla y a colocarla cerca del orgasmo.

Al cabo de un rato, busco el boton de los vaqueros de Daphne, lo desabrocho y le bajo la cremallera del pantalon.

Daphne lo ayudo a deshacerse de los vaqueros y de las braguitas, quedando completamente desnuda ante el, momento que aprovecho para abrir las piernas, invitandolo a que le diera placer.

Murat no la decepciono. Mientras bajaba la cabeza para besarle los pechos, deslizo una mano entre sus

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