Alli donde aguarda a su esposo fluye incesante el rio. Sin mirar atras, transformada en piedra. Un dia tras otro sobre la cima se revuelven el viento y la lluvia. Si el viajero regresara, esta piedra romperia a hablar.

La gran emperatriz levanto el brazo derecho y se enjugo los ojos con la manga. Se volvio hacia el emperador Hsien Feng.

– ?Que opinas, mi nino? -le pregunto-. ?No es un poema conmovedor?

El emperador Hsien Feng asintio obedientemente. Alargo la mano y jugueteo con los trocitos de bambu de la bandeja de plata.

– Dime, hijo mio, ?tendre que desgastar este asiento hasta que te aclares? -insistio la emperatriz.

Sin responder, el emperador Hsien Feng cogio el trocito de bambu con el nombre de Nuharoo y lo dejo caer en la bandeja de oro. Tras aquel sonido, los eunucos y las damas de la corte lanzaron al unisono un suspiro. Se arrojaron a los pies de su majestad y vitorearon:

– ?Felicidades!

– ?Ha sido elegida la primera esposa de su majestad! -anuncio el eunuco jefe Shim hacia la pared exterior.

– Gracias -contesto Nuharoo mientras tocaba levemente el suelo con la frente. Poco a poco concluyo sus reverencias; despues de la tercera, se levanto y luego se volvio a arrodillar. Las demas nos arrodillamos con ella. Con una voz perfectamente educada, Nuharoo expreso-: Deseo a sus majestades diez mil anos de vida. ?Que vuestra suerte sea tan colmada como el mar del Este de China y vuestra salud tan lozana como las montanas del Sur!

Los eunucos hicieron una reverencia a Nuharoo y luego la escoltaron hasta afuera de la sala. La habitacion recupero su anterior quietud. Estabamos de rodillas; yo mantenia la barbilla baja. Nadie hablaba ni se movia. Incapaz de saber lo que sucedia, decidi volver a echar una ojeada. Contuve el aliento cuando mis ojos se toparon con los de la gran emperatriz. Me temblaron las rodillas y golpee el suelo con la frente.

– Alguien intenta darse prisa -bromeo el emperador Hsien Feng con voz divertida.

La gran emperatriz no respondio.

– Madre, oigo tronar -comento su majestad-. Las plantas de algodon del campo pronto estaran anegadas por la lluvia. ?Que puedo hacer con todas las malas noticias?

– Lo primero es lo primero, hijo mio.

El emperador suspiro.

Senti la necesidad urgente de volver a mirar a su majestad, pero recorde que Hermana Mayor Fann me habia advertido de que la gran emperatriz despreciaba a las chicas que se mostraban demasiado ansiosas por captar la atencion del emperador. Una vez la gran emperatriz ordeno que azotaran a una de las concubinas imperiales hasta la muerte porque parecia flirtear con el emperador.

– Acercaos, muchachas. Todas -apremio la vieja dama-. Miralas bien, hijo mio.

– No quiero cigarras fritas para la cena -dijo el emperador Hsien Feng, como si no hubiera nadie mas en la sala.

– ?He dicho que os acerqueis! -nos grito la gran emperatriz.

Di un paso adelante junto con las otras cinco.

– Presentaos vosotras mismas -nos ordeno la emperatriz.

Una tras otra pronunciamos nuestros nombres, seguidos de la frase: «Deseo a vuestras majestades diez mil anos de vida».

Mi intuicion me decia que el emperador Hsien Feng me estaba mirando. Estaba emocionada y deseaba mantener su atencion, pero sabia que no podia permitirme desagradar a la gran emperatriz. Mantuve los ojos fijos en mis pies. Senti que el emperador se movia y le dirigi una mirada furtiva mientras la gran emperatriz le preguntaba al eunuco jefe Shim por que todas las muchachas parecian poco despiertas y sin temple.

– ?Las has sacado de las calles?

Shim trato de explicarse, pero la gran emperatriz se lo impidio.

– No me importa de donde las hayas sacado. Juzgo solo por la mercancia que has traido y no me complace. ?Morire ahogada en el escupitajo de los antepasados imperiales!

– Majestad. -El eunuco se arrodillo-. ?Acaso una buena campana no necesita un buen campanero para que suene bien? Todo depende de como se afine a las muchachas, una tarea en la que todos sabemos que su majestad es excelente.

– ?Muerdete la lengua, Shim! -La vieja dama estallo en una carcajada.

El emperador jugaba con los trozos de bambu de la bandeja de plata como si se aburriese.

– Pareces cansado, hijo mio -dijo la gran emperatriz.

– Lo estoy, madre. No cuentes conmigo manana, porque no voy a seguir.

– Entonces tendras que decidir hoy. Concentrate y mira mejor.

– Pero ya lo he hecho.

– Entonces, ?por que no te decides? Cumple con tu obligacion, hijo mio. ?Delante de ti estan las mejores doncellas que el reino puede darle a su emperador!

– Lo se.

– Es tu gran dia, Hsien Feng.

– Cada dia es un gran dia. Cada dia me clava un largo palo metalico en el craneo.

La gran emperatriz suspiro. Su ira estaba a punto de estallar. Respiro hondo para controlarse.

– ?Te ha gustado Nuharoo, verdad? -le pregunto.

– ?Como voy a saberlo? -El hijo del cielo levanto los ojos hacia el techo-. Tengo la cabeza como un colador.

La emperatriz se mordio el labio. El emperador toqueteaba los pedacitos de bambu restantes haciendo un fuerte ruido.

– Mis huesos me piden a gritos que los deje descansar. -La emperatriz se removio en su asiento-. Estoy levantada desde las dos de la madrugada, y todo para nada.

Shim se arrastro de rodillas hasta ella. Extendiendo los brazos le acerco una bandeja con una toallita humeda, una polvera, una brocha y una botella verde.

La gran emperatriz cogio la toalla y se enjugo las manos; luego tomo la brocha y se empolvo la cara. Despues, sujeto la botella verde y se rocio su reseco rostro. Una fuerte fragancia lleno la habitacion.

Aproveche la oportunidad y levante la vista. El emperador estaba mirandome. Se apretujo la nariz y la boca a la vez, como si intentara hacerme reir. Yo no sabia como reaccionar.

Las muecas continuaron. Parecia interesado en hacerme romper las normas. Entonces me vinieron a la mente las ensenanzas de mi padre: «Los jovenes ven una oportunidad donde los viejos verian un peligro». El hijo del cielo me sonrio y yo le devolvi la sonrisa.

– Este verano sera agradable y fresco. -El emperador Hsien Feng jugueteaba con los trocitos de bambu.

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