Deje brotar libremente las lagrimas mientras la puerta del Cenit se cerraba.
De no haber sido por la voz del eunuco jefe Shim, que seguia dando ordenes, obligandonos a girar a izquierda y derecha, habria creido que me encontraba en un mundo de fantasia.
Segun caminaba, aparecio un grupo de edificios palatinos de aire solemne y tamano gigantesco. Los tejados amarillos vidriados brillaban a la luz del sol. Mis pies pisaban losas de marmol tallado. Hasta que no llegamos al salon de la Armonia Suprema, no me percate de que lo que estaba viendo era solo el principio.
En lo que se consumen dos velas, pasamos por puertas ornamentadas, espaciosos patios y vestibulos con tallas en cada viga y esculturas en cada esquina.
– Tomareis los caminos laterales, que son las rutas para los criados y funcionarios de la corte -indico el jefe eunuco Shim-. Nadie salvo su majestad usa la entrada central.
Atravesamos un espacio vacio tras otro. Alli no habia nadie para ver nuestros sofisticados vestidos. Recorde el consejo de Hermana Mayor Fann: «Las paredes imperiales tienen ojos y oidos. Nunca sabes que pared esconde los ojos de su majestad el emperador Hsien Feng o de su madre, la gran emperatriz Jin».
Sentia el aire pesado en mis pulmones. Eche una mirada a mi alrededor y me compare con las otras chicas. Todas ibamos maquilladas al estilo manchu; un punto de carmin en el labio superior y el cabello recogido en forma circular a cada lado de la cabeza. Unas muchachas se habian vendado las coletas hasta arriba de la cabeza y las recubrian con resplandecientes joyas y flores, pajaros o insectos de jade. Otras usaban seda para crear una placa artificial, prendida con horquillas de marfil. Yo llevaba una peluca en forma de cola de golondrina que Hermana Mayor Fann habia tardado horas en afianzar a una tablilla negra. En el centro de la tabla, lucia una gran rosa de seda purpura con otras dos rosadas a cada lado. Habia perfumado mi cabello con jazmines y orquideas frescas.
La muchacha que caminaba a mi lado llevaba un tocado mas elaborado, en forma de ganso volador, cubierto de perlas y diamantes. De el pendian hilos bermellones y amarillos, trenzados siguiendo un dibujo. El tocado me recordaba los que aparecian en las operas chinas.
Como zapatera que era, preste especial atencion a lo que las chicas llevaban en los pies. Solia pensar que, si bien no sabia de otra cosa, al menos sabia de calzado, pero mi conocimiento se vio puesto en entredicho. Todos los zapatos de aquellas muchachas llevaban incrustados perlas, jade, diamantes y bordados de lotos, ciruelas, magnolias, la mano de buda y la flor del melocoton. Y en los lados lucian los simbolos de la suerte y la longevidad, peces y mariposas. Las damas manchues no nos vendabamos los pies como las chinas, pero no desperdiciabamos la ocasion para estar a la moda, por lo cual calzabamos zapatos de plataforma muy elevada. Pretendiamos que nuestros pies parecieran mas pequenos, como los de las chinas.
Me empezaban a doler los pies. Franqueamos claros de bambu y arboles mas grandes. El camino era cada vez mas estrecho y las escaleras mas empinadas. El jefe eunuco Shim nos apremiaba y todas las chicas nos quedabamos sin resuello. Justo cuando crei que habiamos llegado a un callejon sin salida, aparecio ante nosotras un grandioso panorama. Contuve la respiracion cuando un mar de tejados dorados se desplego de repente delante de mi. A lo lejos veia las formidables torres de entrada de la Ciudad Prohibida.
– Os encontrais en la colina del Panorama. -El eunuco jefe, con los brazos en jarras, respiraba pesadamente-. Es el punto mas alto de todo Pekin. Los expertos en el antiguo
Siguiendo el dedo del eunuco jefe Shim, vi una pagoda blanca.
– Estos templos de estilo tibetano cobijan a los espiritus de los dioses que han protegido a la dinastia Qing durante generaciones. Cuidado con lo que haceis, muchachas. Evitad molestar u ofender a los espiritus.
En el descenso de la colina, Shim nos llevo por otro sendero, que conducia al jardin de la Paz y la Longevidad. Era la primera vez que yo veia higueras sagradas de verdad. Eran gigantescas y tenian las hojas tan verdes como la hierba tierna. Las habia visto dibujadas en manuscritos y templos budistas. Se consideraban el simbolo de Buda y constituian una rareza. Alli aquellos arboles centenarios proliferaban por doquier, sus hojas cubrian el suelo como cortinas vegetales. En el jardin habian colocado grandes y hermosas piedras segun un trazado agradable a la vista. Cuando levante la mirada, vi magnificos pabellones ocultos tras los cipreses.
Despues de varias vueltas, perdi el sentido de la orientacion. Debimos de pasar unos veinte pabellones antes de que nos condujeran hasta uno azulado con flores de ciruelo talladas. El tejado de tejas azules tenia forma de caracol.
– El pabellon de la Flor de Invierno -indico el eunuco jefe Shim-. Aqui vive la gran emperatriz Jin. Dentro de un momento vais a conocer a sus majestades los emperadores, aqui mismo.
Nos dijeron que nos sentaramos en unos bancos de piedra mientras Shim nos daba una rapida leccion de etiqueta. Cada una de nosotras diria una sencilla frase, deseando a sus majestades salud y longevidad.
– Despues de expresar vuestro deseo, guardad silencio y responded solo cuando se dirijan a vosotras.
Se propago el nerviosismo. Una muchacha empezo a llorar incontroladamente. Los eunucos se la llevaron de inmediato. Otra, empezo a murmurar para si. Tambien se la llevaron.
Fui consciente de la presencia constante de los eunucos. La mayor parte del tiempo se quedaban de pie contra las paredes, silenciosos e inexpresivos. Hermana Mayor Fann me habia advertido de que los eunucos experimentados eran horribles y se alimentaban de la desgracia ajena. «Los jovenes, todavia inocentes, son mejores -me habia dicho-. La maldad de los eunucos no se revela hasta que alcanzan la madurez, cuando se percatan de la importancia de su perdida.»
Segun Hermana Mayor Fann, los poderosos eunucos dirigian la Ciudad Prohibida. Eran los maestros de la intriga. Como habian sufrido mucho, tenian una gran resistencia al dolor y la tortura. Los recien llegados eran azotados con latigos a diario. Antes de llevar a los muchachos a palacio, los padres de los eunucos compraban tres piezas de cuero de vaca. Los nuevos eunucos se envolvian la espalda y los muslos con el cuero para protegerse de la mordedura del latigo. A esta pieza de cuero se le llamaba «el Verdadero Buda».
Mas tarde aprendi que el castigo mas grave para los eunucos por las transgresiones era la muerte por asfixia. El castigo se ejecutaba delante de todos los eunucos. Ataban al convicto a un banco con la cara cubierta por un trozo de seda humeda. El proceso era similar a la fabricacion de una mascara. Ante la mirada de todos, los verdugos iban anadiendo una capa tras otra de telas humedas, mientras la victima pugnaba por respirar. Le sujetaban los miembros hasta que dejaba de forcejear.
Al principio de mi vida en la Ciudad Prohibida, abominaba tales castigos. Me horrorizaba su crueldad. Con el paso de los anos cambie paulatinamente de opinion. La disciplina me parecio necesaria. Los eunucos eran capaces de grandes crimenes y crueldades parejas. Albergaban una ira tan incontrolable que solo la muerte podia contenerla. Antano los eunucos habian provocado revueltas y cosas peores. Durante la dinastia Chou, los eunucos habian quemado un palacio entero.
Segun Hermana Mayor Fann, cuando un eunuco inteligente medraba y se convertia en favorito imperial, como era el caso de Shim, no solo tenia ascendente sobre una persona sino sobre toda una nacion. No solo aumentaban sus posibilidades de sobrevivir sino que podia convertirse en una leyenda que incitase a mas de cincuenta mil familias pobres de toda China a enviar a sus hijos a la capital.
Hermana Mayor Fann me habia ensenado a identificar el estatus de los eunucos por el modo de vestir; habia llegado el momento de aplicar mi conocimiento. Los de posicion mas elevada vestian tunicas de terciopelo llenas de elegantes joyas y eran servidos por aprendices. Tenian quienes les prepararan el te, les vistieran o sirvieran de mensajeros o contables, y tambien esposas y concubinas honorarias. Adoptaban ninos para que continuaran el nombre de la familia y comprasen propiedades fuera de la Ciudad Prohibida. Se enriquecian y gobernaban sus haciendas como emperadores. Cuando un famoso eunuco descubrio que su esposa mantenia relaciones con un criado, la corto en pedazos y se los dio de comer a su perro.
Al llegar a aquel punto, yo ya estaba hambrienta. Las doscientas muchachas estabamos divididas en grupos de diez y dispersas por los diferentes rincones del jardin. Nos sentabamos en plataformas de piedra o en grandes cantos rodados pulidos por el rio. Ante nosotras se extendian estanques salpicados de lotos flotantes y ondulados por
El eunuco responsable de mi grupo llevaba un adorno de bronce en el sombrero y una codorniz en el chaleco.