Los ojos de Blue se quedaron clavados en el «objetivo». El jugueteo con la lengueta de la cremallera. Parecia que a ella le costaba demasiado trabajo levantar la vista, y cuando finalmente lo hizo, Dean le dirigio la misma sonrisa condescendiente que utilizaba con los novatos que no podian seguirle el juego. Luego entro en el cuarto de bano.

Blue siguio con la mirada la caida del plastico cuando Dean entro en el bano. Ese hombre era un demonio. Le temblaban los dedos. Deseaba arrojar la toalla a un lado y entrar alli para tirarse encima de el. Dean era esa oportunidad que solo se presentaba una vez en la vida, y si su madre no hubiera escogido ese momento en particular para vaciarle las cuentas bancarias, Blue bien podia haber hecho la vista gorda a la aversion que sentia por el sexo indiscriminado y pensar en montarselo con el aunque solo fuera por una vez.

Aparto las bolsas de una patada, resistiendo la tentacion de echar una ojeada para ver que habia comprado. Se puso unos vaqueros limpios y una camiseta sin mangas negra. Se seco el pelo a medias en el cuarto de bano del pasillo, y se hizo una coleta; dudo durante un momento, pero al final se aplico un poco de rimel y brillo de labios.

Bajo las escaleras para esperarle en el porche delantero. Si hubieran sido novios de verdad, lo habria esperado sentada en la cama y habria mirado como se vestia. Y que imagen mas gloriosa habria sido. Con un suspiro de pesar, miro el jardin cubierto de hierba. En un ano, pastarian alli los caballos, pero ella no estaria para verlos.

El estuvo listo en un tiempo record, pero cuando salio al porche, ella vio una vaporosa blusa de color lavanda colgando de sus dedos. Se pasaba la prenda de una mano a otra, sin decir ni una palabra, dejando que la blusa hablara por si sola. El sol del atardecer arrancaba destellos de los diminutos abalorios plateados, como si fueran burbujas de un mar de color lavanda. La tela se movia entre sus dedos como si fuera el pendulo de un hipnotizador.

– Estoy seguro -dijo el finalmente- que no tienes el sujetador indicado para este tipo de prenda. He visto a muchas chicas con blusas como esta y llevaban sujetadores con tirantes de encaje. Creo que a ti te sentaria bien uno que hiciera contraste con el color de la blusa. Algo rosa quedaria genial. - Sacudio la cabeza-. Ay, caramba, creo que nos estamos avergonzando a los dos. -Sin parecer avergonzado en absoluto, acerco la prenda un poco mas-. De veras que intente comprarte algo con cuero y tachuelas, pero te lo juro, si hay una tienda de sado por aqui, yo no la he podido encontrar.

Ella se encontraba en el Jardin del Eden, pero esta vez era Adan el que sostenia la manzana tentadora.

– Aparta eso de mi.

– Si te asusta reclamar tu feminidad, lo entiendo.

Debia estar muy cansada, hambrienta y sentir algo mas que un poco de compasion por si misma para permitirse caer en la tentacion.

– ?De acuerdo! -Agarro la blusa de color lavanda-. ? Pero que sepas que esto solo lo hacen los chicos gays!

Cuando llego arriba, se quito la camiseta sin mangas y se metio la prenda de Satanas por la cabeza. Tenia un volante en el dobladillo, justo donde rozaba la cinturilla de los vaqueros. Las delicadas tiras caian sobre sus hombros y se le veian los tirantes del sujetador; asi que el tenia razon despues de todo. Por supuesto que tenia razon. Era experto en ropa interior femenina. Por fortuna, su sujetador era de color azul claro, y aunque los tirantes no eran de encaje, tampoco eran blancos, lo que hubiera sido un agravio imperdonable para el senor Vogue Magazine que la esperaba abajo.

– Hay una falda en una de las bolsas -dijo el desde las escaleras-, por si te apetece deshacerte de los vaqueros.

Ignorandolo, se quito las sandalias, y se puso las botas militares negras antes de bajar las escaleras.

– Eso ha sido muy infantil -le dijo el cuando le vio el calzado.

– ?Estas listo o no?

– No creo que haya conocido nunca a una mujer con tanto miedo a mostrar su feminidad. Cuando vayas al loquero…

– No empieces. Me toca conducir. -Le tendio la mano con la palma hacia arriba, y casi le dio un infarto cuando el le paso las llaves sin discutir.

– Lo comprendo -dijo el-, necesitas reafirmar tu masculinidad.

Dean ya se habia anotado demasiadas pullas verbales por ese dia, pero Blue estaba tan encantada con la idea de conducir el Vanquish que lo dejo pasar.

Ese coche era un sueno. Lo habia observado manejar la caja de cambios, y el solo se tuvo que contener un par de veces antes de que ella le cogiera el tranquillo.

– Vamos al pueblo -le dijo cuando llegaron a la carretera-. Antes de ir a cenar, quiero tener una pequena charla con Nita Garrison.

– ?Ahora?

– ?No creeras en serio que voy a dejar las cosas asi? No es mi estilo, campanilla.

– Puede que me este perdiendo algo, pero no creo que yo sea la persona mas indicada para acompanarte a hablar con Nita Garrison.

– Puedes esperar en el coche mientras yo utilizo mi encanto con ese viejo murcielago. -Sin previo aviso, el se le echo encima y comenzo a juguetear con su oreja. Tenia unas orejas muy sensibles, y casi se salio de la carretera. Cuando abrio la boca para decirle que apartara las manos, el le metio algo en el agujerito de la oreja. Ella se miro en el retrovisor. Una gema color purpura centelleo en el espejo.

– Esto son los complementos -dijo el-, te pondre el otro cuando paremos.

– ?Me has comprado unos pendientes?

– Tenia que hacerlo. Temia que un dia aparecieras llevando unos tornillos.

Asi, de pronto, Blue tenia un estilista, y no era April. Se pregunto si el se habria dado cuenta de que tenia algo en comun con su madre. Ese hombre era tal cumulo de contradicciones que resultaba fascinante. Un hombre tan viril no deberia sentirse tan a gusto con esas cositas tan bellas. Deberia de sentirse inclinado solo por el sudor. Odiaba que la gente no se ajustara a su rol. Siempre acababa desconcertandola.

– Es una pena, pero las gemas no son de verdad -dijo el-. Mis opciones de compra eran muy limitadas.

Fueran de verdad o no, le encantaban.

La casa solariega de Nita Garrison estaba situada en una calle sombreada a dos manzanas del centro del pueblo. Construida con la misma piedra caliza que el banco y la iglesia catolica, tenia un porche, un tejado a cuatro aguas y una fachada de estilo italiano renacentista. Los frontones de piedra coronaban las nueve grandes ventanas de guillotina -cuatro en la planta baja y cinco en la de arriba-, la del centro era mas ancha que las demas. El jardin estaba bien cuidado, con un camino perfectamente delineado entre los arbustos.

Blue freno enfrente de la casa.

– Tan acogedor como una prision.

– Vine antes, pero no estaba en casa.

El brazo de Dean le rozo la nuca y el pulgar le acaricio la mejilla cuando le puso el otro pendiente. Blue se estremecio. Aquello era mas intimo que el sexo. Se obligo a romper el hechizo.

– Cuando quieras pedirmelos prestados no te cortes.

En lugar de devolverle la pelota, el le froto el pendiente y el lobulo de la oreja suavemente entre los dedos.

– Muy amable.

Ella estaba a punto de morir de lujuria cuando al fin la dejo en paz. Dean abrio la puerta del coche y salio, luego se inclino para mirarla con detenimiento.

– Ni se te ocurra largarte…

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