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Pero si era cierto. El hombre que habia dicho llamarse Dante estaba alli.

Dante, el de la mirada ardientemente gelida, el de los detalles decadentes. Aunque ahora llevaba el pelo mas corto y sus ojos eran de un color azul plateado en lugar de pardos.

– Maldita sea -mascullo el en inconfundible ingles americano, el ingles de las peliculas, con el tono profundo y familiar del gigolo italiano que habia conocido hacia dos noches en la Piazza della Signoria.

Aun asi, a ella le costo unos segundos comprender la realidad. Lorenzo Gage y Dante, el gigolo, eran la misma persona.

– Tu… -Isabel trago saliva-. Tu no eres…

Ren le dedico una mirada asesina.

– Mierda. No suponia que fueses una acosadora.

– ?Quien eres tu? -Pero le habia visto en varias peliculas, por lo que ya conocia la respuesta.

– ?Signore Gage! -Anna Vesto aparecio en la habitacion-. ?Esta mujer! No ha querido irse cuando se lo dije. Ella es… ella es… -La lengua inglesa no podia expresar su indignacion, y solto un torrente de expresiones en italiano.

Lorenzo Gage, la estrella cinematografica con aires de casanova que habia llevado a Karli Swenson al suicidio, era tambien Dante, el gigolo florentino, el hombre al que habia permitido manchar una parte de su alma. Isabel se dejo caer en una silla e intento tomar aire.

Ren le gruno en italiano al ama de llaves.

Ella replico con expresivos gestos.

Otro grunido por parte de el.

La mujer resoplo y se marcho.

El se adentro en la sala y apago la musica. Cuando regreso, un oscuro mechon de pelo le caia sobre la frente. Habia dejado la botella, pero la pistola seguia colgando de su mano.

– Te has pasado de la raya, carino. -Sus labios apenas se movieron al hablar, y su cortante voz sonaba mas amenazadora que con efecto digital Surround-. Tendrias que haber llamado antes.

Se habia acostado con Lorenzo Gage, un hombre que en una entrevista aparecida en una revista se habia jactado de «haber follado con quinientas mujeres». Ella habia permitido que la convirtiese en la quinientas una.

Isabel sintio nauseas. Oculto la cara entre las manos y susurro dos palabras que jamas habia dicho a nadie, ni siquiera pensado nunca en decirlas.

– Te odio.

– Con eso me gano la vida.

Ella sintio como se aproximaba y dejo caer las manos, solo para fijar os ojos en la pistola.

No la apuntaba directamente a ella, pero tampoco dejaba de hacerlo: la mantenia despreocupadamente a la altura de su cintura. Isabel comprobo que era antigua, quiza de varios siglos, pero eso no queria decir que no pudiese resultar mortal. Solo habia que recordar lo que el le habia hecho a Julia Roberts con una espada samurai.

– Y eso que pensaba que la prensa ya no podria hundirme mas… ?Que paso con el non parler anglais, francesita?

– Lo mismo que le ocurrio a tu italiano. -Se enderezo en la silla, centrandose en lo que el habia dicho-. ?La prensa? ?Acaso crees que soy periodista?

– Si lo que querias era hacerme una entrevista, habria bastado con que me lo pidieses.

Ella se levanto de un brinco.

– ?Crees que he pasado por todo esto para tener una historia que contar?

– Tal vez. -Leves efluvios de alcohol flotaban en el aire. Apoyo el pie en la silla que ella habia dejado vacia.

Ella le echo un vistazo a la pistola, que descansaba ahora en su muslo, e intento descubrir si queria amenazarla o habia olvidado que la tenia alli.

– ?Como me has encontrado? ?Y que quieres?

– Quiero mi casa. -Dio un paso atras, pero se sintio molesta consigo misma por haberlo hecho-. ?Es asi como consigues tus ligues? ?Disfrazandote?

– Lo creas o no, Fifi, puedo hacerlo sin disfrazarme. Y merezco mas que esos cincuenta euros que me diste.

– Eso es opinable. ?Esta cargada esa pistola?

– Quien sabe.

– Bueno, pues bajala.

– Me temo que no puedo.

– ?Se supone que vas a dispararme?

– Supon lo que quieras -espeto.

Ella se pregunto cuanto habria bebido, deseando que no le fallasen las piernas.

– No voy a tolerar tener un arma cerca.

– Entonces largate. -Se dejo caer en la silla, con las piernas estiradas, los hombros caidos y la pistola sobre su rodilla. La perfecta imagen de la decadencia en la Villa de los Angeles.

No existia poder en la tierra capaz de obligarle a irse hasta comprender que estaba ocurriendo. Enlazo sus manos con mas fuerza para que no temblasen y se las apano para sentarse en otra silla sin perder el equilibrio. Finalmente, sabia que era sentir odio.

El la estudio durante unos segundos, despues senalo con la pistola hacia un tapiz del tamano de una pared, mostrando a un hombre a caballo. -Mi antepasado, Lorenzo de Medicis.

– Menuda cosa.

– Fue el mecenas de Miguel Angel. Tambien de Boticelli, si los historiadores estan en lo cierto. En lo que a hombres del Renacimiento se refiere, Lorenzo fue uno de los mejores. Excepto que… -Amartillo la pistola con el pulgar y la miro con el rabillo del ojo de forma amenazadora-. Dejo que sus generales saquearan la ciudad de Volterra en 1472. Era mejor no meterse con los Medicis.

No era mas que una egocentrica estrella de la pantalla, y ella no se sintio intimidada. No mucho, en cualquier caso.

– Guardate tus amenazas para los seguidores de tus peliculas.

El aire amenazador desaparecio dando paso a la indolencia.

– De acuerdo, Fifi, si no eres de la prensa, ?de que vas?

Bien pensado, Isabel se dio cuenta de que no podia hablar de la noche de Florencia; no en ese momento, ni nunca. La casa. Ese era el motivo por el que habia llegado hasta alli.

– Estoy disconforme con las condiciones de la casa que he alquilado. -Intento darle algo mas de autoridad a sus palabras, algo que por lo general le salia sin esforzarse, aunque no le resulto sencillo-. Pague por dos meses y ahora tengo que dejarla.

– ?Por que, exactamente, se supone que eso deberia importarme?

– Es tuya.

– ?Has alquilado esta casa? Me temo que no.

– Esta no. La casa de abajo. Pero tus empleados estan intentando echarme.

– ?Que casa de abajo?

– La que esta en la falda de la colina.

El torcio el gesto.

– ?Se supone que he de creerme que la mujer que conoci accidentalmente hace dos noches en Florencia ha alquilado una casa de mi propiedad? Sera mejor que inventes una historia mas creible.

Incluso a ella le resultaba dificil creerlo, pero el corazon turistico de Florencia era pequeno. Recordo que se habia encontrado con una joven pareja en los Ufizzi y despues en un par de sitios mas.

– Tarde o temprano, todos los turistas pasan por la Piazza della Signoria. Nosotros estabamos alli en el

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