– Por ser… ?cual es la palabra?… ah, si… malintencionada.

– Solo contigo. -Se dirigio a un hombre que tomaba el sol sentado en un banco-. Signore! Este hombre no es un sacerdote. Es…

Gage le cogio las bolsas y le dijo al hombre algo en italiano, que por respuesta chasqueo la lengua.

– ?Que le has dicho?

– Que eres una piromana o una carterista. Siempre confundo esas dos palabras.

– Eso no tiene gracia. -Lo cierto era que si la tenia, y si lo hubiese dicho otra persona probablemente se habria reido-. ?Por que me sigues? Estoy segura de que hay docenas de mujeres necesitadas de compania en este pueblo. -Un hombre impolutamente vestido la miro desde la puerta de una tienda de fotografia.

– No te estoy siguiendo. Estoy aburrido. Eres el mejor entretenimiento del pueblo. Por si no te has dado cuenta, a la gente de aqui no pareces gustarle.

– Me he dado cuenta.

– Eso es porque pareces altiva.

– No parezco nada altiva. Se cierran en banda solo para protegerse.

– Si que pareces altiva.

– Yo de ti pediria que me ensenasen las facturas de alquiler de la casa en que me alojo.

– Justo lo que mas me apetece en vacaciones.

– Algo raro esta pasando, y creo que se exactamente de que se trata. -Ahora me siento mucho mejor.

– ?Quieres que te lo diga o no?

– No.

– Se supone que tu casa esta para ser alquilada, ?no es asi? -Supongo que si.

– Pues bien, si investigas un poco, descubriras que no es asi. -Y tu sabes por que…

– Porque Marta piensa que la casa es suya, y no quiere compartirla con nadie.

– ?La hermana del difunto Paolo?

Isabel asintio.

– La gente de los pueblos pequenos forma una pina contra los forasteros. Entiende como se siente Marta y esta protegiendola. Me sorprenderia que te hubiese pagado alguna vez el alquiler de esa casa, aunque no lo necesites.

– Tu teoria de la conspiracion hace agua. Si ella puede hacer que la casa no se alquile, ?como es que tu…?

– Alguna clase de triquinuela.

– De acuerdo, voy a sacarla de alli. ?Tendre que matarla?

– No tienes que echarla, aunque no me cae demasiado bien. Y tampoco le exijas el alquiler. Tienes que pagarle. El jardin es increible. -Ella fruncio el entrecejo cuando el empezo a rebuscar en una bolsa-. Lo que intento decirte…

Ella recupero la bolsa.

– La cuestion es que soy la parte inocente. He alquilado la casa de buena fe, y espero disponer de agua caliente.

– Ya te he dicho que me ocupare de eso.

– Y no soy altiva. Se habrian mostrado hostiles con cualquiera que hubiese alquilado esa casa.

– ?Puedo discrepar contigo sobre eso?

No le gustaba su engreimiento. Ella tenia fama de serena y valiente, pero a su lado se sentia vulnerable.

– Resulta significativa la cicatriz de tu mejilla.

– Estas utilizando tu registro de loquera, ?verdad?

– Sin duda es algo simbolico.

– ?Que quieres decir?

– Una representacion de tus cicatrices internas. Cicatrices causadas por… bueno, no se… ?la lujuria, la depravacion, el libertinaje? ?O se trata de sentido de culpa?

Habia estado pensando en el modo en que el la habia tratado, y ahora se dio cuenta de que sus palabras habian dado en el clavo, y sospecho que ese clavo era Karli Swenson. Gage no habia conseguido olvidar el suicidio de la actriz, y la comisura de su boca le delataba.

– Forma parte de mi equipaje de actor.

El estaba tocado, que era exactamente lo que ella queria, pero aprecio un fugaz destello de dolor en su rostro que la preocupo. Isabel tenia muchos defectos, pero la crueldad deliberada no era uno de ellos.

– No queria decir…

El consulto su reloj y dijo:

– Es mi hora de escuchar confesiones. Ciao, Fifi. -Y se alejo.

Isabel se recordo que el le habia dedicado un buen punado de pullas, asi que no habia razon alguna para disculparse. Pero su pulla habia hecho dano, y ella era una sanadora por naturaleza, no una ejecutora. Aun asi, casi le dio un vuelco el corazon al oirse decir:

– Manana ire a Volterra a dar un paseo.

El volvio la cabeza y alzo una ceja.

– ?Es una invitacion?

?No! Pero su conciencia se impuso sobre sus necesidades personales.

– Es un soborno para conseguir agua caliente.

– De acuerdo, acepto.

– Bien. -Se maldijo a si misma-. Yo conducire -anadio de mala gana-. Pasare a buscarte a las diez.

– ?De la manana?

– ?Supone algun problema? -Un problema para ella. Segun su agenda, a las diez deberia estar escribiendo.

– Bromeas, ?verdad? Eso es antes de que amanezca.

– Lo lamento. Elige tu la hora.

– Estare preparado a las diez. -Echo a andar de nuevo pero se detuvo otra vez-. No volveras a pagarme si nos acostamos, ?verdad?

– Hare todo lo posible para resistir la tentacion.

– Bravo, Fifi. Te vere al alba.

Ella subio a su coche. Al mirar a traves del parabrisas, se recordo que tenia un doctorado en psicologia, lo cual la facultaba para realizar diagnosticos acertados: ella era una idiota.

Ren pidio un cafe espresso en la barra del bar de la piazza. Se llevo la pequena taza a una mesa redonda de marmol y se sento a ella para disfrutar del lujo de no ser molestado en un lugar publico. Despues de dejar que el cafe se enfriase un poco, se lo bebio de un trago como solia a hacer su nonna. Era fuerte y amargo, tal y como a el le gustaba.

Esperaba no haber dejado que la pendenciera doctora Favor se hubiese mofado finalmente de el. Estaba demasiado acostumbrado a rodearse de aduladores que nunca le llevaban la contraria. Pero a ella no le impresionaba su fama. Por el amor de Dios, ni siquiera le gustaban sus peliculas. Y la brujula moral que acarreaba consigo era tan pesada que apenas podia permanecer en pie. Asi pues, ?realmente tenia la intencion de pasar el dia con ella?

Por supuesto. ?Como iba a conseguir desnudarla otra vez si no?

Sonrio y jugueteo con la taza. La idea lo habia asaltado cuando la vio mirando la postal. Tenia la frente arrugada debido a la concentracion, y se mordia aquellos turgentes labios que ella intentaba disimular con sosos pintalabios. Llevaba el cabello, rubio con mechas, peinado a la perfeccion, excepto un mechon que caia sobre su mejilla. Ni el caro cardigan que llevaba sobre los hombros ni su vestido abotonado color crema conseguian ocultar las curvas de su cuerpo a pesar de sus maneras de buena chica.

Se retrepo en la silla y no dejo de darle vueltas a la idea. Algo habia ido mal la primera vez que la buena doctora y el habian hecho el amor, pero se aseguraria de que no volviese a suceder, lo cual significaba ir un poco mas despacio de lo que le gustaba.

Al contrario de lo que opinaban de el, tenia conciencia, y acababa de hacerle un rapido repaso. No. Ni un solo

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