remordimiento. La doctora Fifi era una mujer adulta, y si no se sintiese atraida por el no se habrian acostado aquella noche. No obstante, ahora se le resistia. Pero ?realmente valia la pena esforzarse en seducirla?

Si, ?por que no? Le intrigaba. A pesar de su afilada lengua, mostraba una decencia respecto a si misma que resultaba extranamente atractiva, y habria apostado a que ella creia en lo que predicaba. Lo cual significaba -al contrario que la primera vez- que esperaba algun tipo de relacion previa.

Dios, odiaba esa palabra. El no mantenia relaciones, al menos con cierto grado de sinceridad. Pero si se mantenia lo bastante firme, sin bajar la guardia durante un solo segundo y se mostraba dubitativo todo el tiempo, tal vez podria esquivar la cuestion de la relacion.

Hacia mucho tiempo que no iba tras alguna mujer que le interesase, por no decir una que supusiese un verdadero entretenimiento. La noche anterior habia dormido bien por primera vez en meses, y a lo largo del dia no habia necesitado sacar su cigarrillo de emergencia. Por otra parte, cualquiera podia ver que a la doctora Fifi le iria bien un poco de perversion. Y el era el hombre adecuado para llevarla por la mala senda.

Un chorro de agua caliente le dio los buenos dias a Isabel la manana siguiente. Se dio un calido bano, tomandose su tiempo para lavarse el pelo y depilarse las piernas. Pero su gratitud hacia su casero se vino abajo al comprobar que el secador de pelo no funcionaba, y no tardo en descubrir que no habia electricidad en toda la casa.

Observo su pelo secado con la toalla en el espejo. Se le habian formado unos tirabuzones rubios a la altura de las orejas. Sin el efecto del secador y el cepillo, su cabeza era un amasijo de rizos que ningun acondicionador o gel fijador podia domar. En unos veinte minutos, su aspecto era tan caotico como el que solia ofrecer su madre cuando regresaba a casa tras una de sus tutorias personalizadas con algun estudiante de postgrado.

Las raices psicologicas que se escondian bajo la necesidad de orden de Isabel no eran demasiado profundas. Librarse del desorden y la variabilidad constituia un objetivo bastante predecible para alguien que habia crecido en medio del caos. Barajo la posibilidad de telefonear a la villa y cancelar el paseo, pero Gage habria pensado que le tenia miedo. Aparte de eso, no estaba obsesionada con su cabello. Sencillamente le desagradaba el desalino.

Para compensarlo, se puso un sencillo y ligero vestido negro sin cuello. Tras anadirle unas sandalias, el brazalete de oro con la inscripcion RESPIRA y un sombrero de paja bien encajado sobre sus rizos, se sintio preparada para salir. Quiso meditar un momento para calmarse, pero su mente se nego a hacerlo.

Habia planeado llegar a la villa con quince minutos de retraso por el mero placer de hacer esperar a la estrella cinematografica, y a las diez y cinco empezo a hiperventilarse y se encamino al coche. Se miro en el retrovisor cuando se detuvo frente a la entrada principal de la villa. Estuvo a punto de salir corriendo hacia la casa al ver los rizos que escapaban por debajo del sombrero.

Se percato de la presencia de un hombre escondido tras los arbustos y sintio un involuntario fogonazo de simpatia por Gage. A pesar de su disfraz del dia anterior, no habia podido mantener su escondite a resguardo de sus admiradores.

El hombre vestia una fea camisa, bermudas anchas que le llegaban casi hasta las rodillas, unas grandes sandalias con gruesas suelas y calcetines blancos. Una gorra de los Lakers hacia sombra en su cara, y una camara colgaba de su cuello. Una rinonera roja pendia de su cintura como una berenjena. El vio el coche y se acerco, bamboleandose al caminar como las personas con sobrepeso.

Ella se preparo para la confrontacion, pero entonces miro con mayor detenimiento. Con un gemido, se golpeo la frente contra el volante.

El asomo la cabeza por la ventanilla y dijo:

– Buenos dias, Fifi.

8

– ?Me niego a que me vean contigo en publico!

El se golpeo las rodillas contra el salpicadero al subir al Panda.

– Creeme, disfrutaras mas del dia de este modo. Se que a ti te resulta dificil creerlo, pero los italianos adoran mis peliculas.

Ella observo su horroroso atuendo.

– Quitate esa espantosa rinonera.

– No me puedo creer que haya salido de la cama tan temprano sin tener que ir a trabajar. -Reclino el asiento y cerro los ojos.

– La rinonera no viene con nosotros. Puedo soportar los calcetines blancos y las sandalias, pero no la rinonera. -Le miro otra vez-. No, tampoco soporto los calcetines blancos. Tienes que deshacerte de ambas cosas.

El bostezo.

– De acuerdo, veamos… ?Como lo contaran en Entertaiment Tonight? -Puso voz de presentador televisivo-. «La doctora Favor, recientemente caida en desgracia, una mujer menos inteligente de lo que a ella le gustaria y de lo que sus legiones de adoradores creen, fue vista en Volterra, Italia, con Lorenzo Gage, el oscuro principe hollywoodiano de vida disoluta. Se les vio juntos…»

– Me encanta la rinonera. -Puso el Panda en marcha.

– ?Y las sandalias y los calcetines blancos?

– Detalles de moda retro.

– Excelente. -Hurgo en la rinonera. Ella se pregunto como alguien tan alto podia caber dentro de un Maserati.

– ?Que hacias detras de los arbustos?

El se coloco unas gafas de sol de aspecto ridiculo.

– Alli hay un banco. Me estaba echando una siestecita. -A pesar de sus quejas, parecia descansado-. Llevas un bonito peinado esta manana. ?De donde han salido esos rizos?

– Un repentino y misterioso corte de electricidad ha convertido mi secador de pelo en un trasto inservible. Gracias por el agua caliente. ?Podrias ahora conseguir que volviese la electricidad?

– ?No tienes electricidad?

– Pues no.

– Tal vez sea un fusible. Anna me dijo que tuvo problemas con el agua caliente todo el verano, de ahi que haya que levantar el suelo.

– ?Te dijo que tenia que trasladarme al pueblo?

– Creo que lo menciono. Quitate el sombrero, ?te importa?

– Ni hablar.

– Llamara la atencion. Ademas, me gustan esos rizos.

– Lo siento.

– ?No te gustan los rizos?

– No me gusta el desorden. -Le echo un vistazo a su atuendo con una elocuente mirada.

– Ah.

– ?Que?

– Nada. Solo «ah».

– Guardate tus «ahs» para ti, asi podre disfrutar del paisaje.

– De acuerdo.

Era un hermoso dia. Las colinas se recortaban contra el horizonte a ambos lados de la carretera. En uno de los campos habia balas oblongas de trigo. Un tractor se desplazaba por otro. Pasaron junto a kilometros de girasoles secandose al sol, aunque aun no habian florecido. Le habria encantado verlos en todo su esplendor, pero entonces no habria podido apreciar el delicioso momento de la cosecha de la uva.

– Mis amigos me llaman Ren -dijo-, pero hoy me gustaria que me llamases Buddy.

– De acuerdo.

– O Ralph. Ralph Smitts, de Ashtabula, Ohio. Ese pueblo existe. Si tienes que llevar sombrero, te comprare

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