La mandibula de Isabel dibujo una linea que no indicaba nada bueno.

El cambio el peso de pierna y se inclino amenazadoramente, algo que supuso que a ella no le gustaria. Estiro la mano y, con siniestra lentitud, trazo una linea sobre la yugular de Isabel con el pulgar.

Ella torcio el gesto.

Ren se lo estaba pasando bien. Pero… ?que demonios estaba haciendo? Siempre evitaba comportarse asi para no intimidar a las mujeres en la vida real, y ahora estaba atemorizandola de forma deliberada y agresiva. Y aun mas sorprendente, las chispas de indignacion en sus ojos color miel indicaban que tal vez ella estaba apreciando sus esfuerzos.

– Creo que te he dado una orden -le susurro con su voz mas cavernosa.

– Asi es.

Era una presuntuosa de tomo y lomo. De acuerdo, estaba pidiendo a gritos aquella actitud.

– No hay nadie por aqui. Haz lo que te he dicho.

– ?Que me desabroche la camisa?

– No hagas que me repita.

– Dejame pensarlo. -No tardo ni un segundo-. No.

– Esperaba no tener que hacer esto. -Llevo su dedo desde el ultimo boton abierto al cuello de la camisa. Ella no estaba tan indignada, despues de todo, pues retrocedio-. Al parecer, voy a tener que recordarte lo obvio. -Creo tension haciendo una pausa. Por Dios, esperaba estar excitandola, porque el si se estaba poniendo como una moto-. Voy a tener que recordarte lo mucho que deseas esto. Lo mucho que vas a disfrutar.

Ella parpadeo, y su carnoso labio inferior se separo del superior. Oh, si… Se acerco un centimetro a el.

– Todavia lo recuerdo -le susurro con recato.

El hizo desaparecer la sonrisa. Ya no eres tan descarada, ?eh, carino?

– Aseguremonos de eso. -Le echo un vistazo a sus sensuales labios y penso lo delicioso que seria besarlos-. Imagina el sol brillando sobre tus pechos desnudos. Siente como los miro. Como los toco. -Estaba sudando bajo su camisa, y sentia una fuerte presion en la ingle-. Voy a arrancar las uvas mas gruesas y voy a verter su jugo sobre tus pezones. Despues lamere cada gota.

El color de miel de sus ojos se oscurecio. El le toco la cadera con los dedos, inclino la cabeza para colarse por debajo del ala del sombrero de paja y acerco su boca a la de ella. Era mucho mejor de lo que recordaba. Sintio el sol, el jugo de la uva que habia imaginado, y una mujer en estado de excitacion. Sintio el primitivo impulso de tomarla alli mismo, en el vinedo. Tumbarla en el viejo suelo de sus ancestros, bajo la sombra de aquellas antiguas vinas. Penetrarla del modo en que lo habria hecho uno de sus antepasados Medicis con una campesina dispuesta. O una que no lo estuviese, para el caso era lo mismo, pero ahora no tenia que preocuparse de eso, porque la mujer que tenia al lado se estaba amoldando a su cuerpo.

Le quito el sombrero y lo dejo caer al suelo, y enredo sus dedos entre sus desordenados rizos. Ella le estaba matando de deseo, y la libero lo justo para susurrar contra sus labios:

– Vamos a la casa.

– Vamos… no. -Incluso a oidos de Isabel aquellas palabras sonaron como un suspiro. Pero no queria ir a ningun sitio. Queria besarle. Y abrirse la camisa tal como el le habia pedido, y dejar que hiciese con sus pechos exactamente lo que le habia prometido.

Los aromas y las sensaciones la embriagaron. El calido sol de la Toscana, el aroma de los vinedos, de la tierra y, por encima de todo, de aquel hombre. Se sintio avida de el, de sus besos, de sus palabras incitantes, del tono amenazador que no deberia haberla excitado pero que lo habia hecho; y no tenia la menor intencion de analizar todo aquello. La lengua de Ren recorrio sus labios y penetro en su boca. Un beso profundo. El termino exacto para un beso demasiado intimo para ofrecerselo a nadie mas.

Ren habia colocado las manos en su cadera, atrayendola hacia su ereccion.

– Desabrocha -susurro. Y ella no pudo resistirse.

Lo hizo muy despacio, boton a boton. El se separo lo bastante para permitir que se abriese la camisa y revelase aquel sujetador transparente de encaje. No habia senal alguna de triunfo en sus ojos, tan solo sincera excitacion masculina. Ella abrio el corchete central, aparto las copas y dejo que el sol cayese sobre sus senos.

El dejo escapar un leve gemido de necesidad liberada, alzo las manos y abarco con ellas los pechos, que parecian una ofrenda de marfil. Acaricio los pezones con sus pulgares, y se pusieron erectos. Alargo un brazo y arranco unas uvas de una parra.

Ella no entendio que estaba haciendo hasta que el exprimio las uvas entre los dedos. El jugo se derramo, recorrio la curvatura de sus pechos pasando por encima de la punta. Isabel se estremecio. Intento contener el aliento. Pero se le habia escapado.

Muy despacio, el extendio el jugo calentado por el sol sobre el pezon, dibujando circulos y acercandose progresivamente a la punta. Ella dejo escapar un gemido de placer cuando el alcanzo la cima.

Extendio tambien la pulpa y la piel sobre el pezon y apreto. Uva. Pulpa. Pequenas semillas. Lo tenia todo en la mano, aranando su piel hasta producirle el dolor mas dulce que jamas habia sentido. Su respiracion se acelero, y oleadas de placer le recorrieron el cuerpo. La lengua de Ren se deslizo hasta sus pechos. Empezo a juguetear, chupando y lamiendo, comiendo los restos de la fruta, atormentando su carne, hasta que Isabel ya no pudo resistirlo mas.

– Dios… -Pronuncio la palabra como si de una oracion se tratase, echandose hacia atras para observarlo. El jugo resbalaba por sus mejillas. Sus ojos tenian un deje sonador, con los labios un poco hinchados.

– Quiero meter una uva dentro de ti y comermela de tu cuerpo.

Su pulso se acelero. Se sentia arrobada por la necesidad y por un deseo feroz. Asi era como se sentia la autentica pasion, con esa inconsciencia saturnina de los sentidos. El le metio la mano entre los pantalones y empezo a acariciar. Ella se arqueo contra su mano en una danza lenta y sagrada. Su piel estaba pegajosa debido al jugo, y su cuerpo parecia tan hinchado como las uvas.

De pronto, el se aparto. Aquel repentino movimiento la desconcerto. Con un grave grunido, Ren recogio el sombrero del suelo, se lo entrego y la empujo en direccion a la casa.

– Me estoy haciendo viejo para esto.

?La estaba rechazando?

– ?Signore Gage!

Ella miro hacia atras y vio aproximarse a Massimo. No la rechazaba, solo se trataba de una fastidiosa interrupcion. Se cerro la camisa y corrio hacia la casa, dando trompicones por el sendero. Nunca habia experimentado algo asi, y queria mas.

Llego a la casa, se metio en el lavabo y abrio el grifo del agua fria. Se mojo la cara y apoyo las manos sobre la pica para recuperar el aliento. El recuerdo de su propia voz le hizo sentir ridicula.

«Si no forzamos los parametros de nuestras vidas, ?como podremos crecer como seres humanos, amigas mias? Dios nos sonrie cuando buscamos las estrellas, aunque no logremos siquiera tocarlas. Nuestra voluntad para intentarlo demuestra que no damos la vida por garantizada. Que podemos saltar, aullarle a la luna y honrar el caracter sagrado del don que nos ha sido dado…»

Se quito la arrugada y manchada camisa. Su deseo por Lorenzo Gage no era sagrado. Pero su deseo de aullarle ala luna se habia hecho irresistible.

Despues de arreglarse, subio al Panda y fue al pueblo. Mientras paseaba por el mercado que habia en la piazza, intento transformar sus confusos sentimientos en una oracion, pero las palabras no consiguieron darles forma. Seguia pudiendo rezar por los demas, pero aun no podia rezar por si misma.

Respira… Se centro en los productos frescos, en las gruesas berenjenas purpuras que yacian tumbadas y las cabezas de radicchio que reposaban entre abundantes lechugas. Habia potes de olivas negras junto a piramides de manzanas y peras. Cestas de mimbre exhibian champinones recien recogidos, con tierra aun colgando de los extremos. Poco a poco, empezo a calmarse.

Hasta que llego a la Toscana, nunca habia pensado en su poca destreza como cocinera, pero en una cultura para la cual la comida lo era todo, sabia que se estaba perdiendo algo importante. Quiza podria reconducir su energia acudiendo a algunas clases de cocina cuando no escribiese. Porque, a pesar de las dudas de Ren, iba a

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