escribir.
Se aproximo a los puestos de flores y escogio un ramo de margaritas. Al ir a pagar, vio que Vittorio salia de una tienda al otro lado de la
Ambos eran jovenes y atractivos, asi que no habia nada sorprendente en el hecho de que estuviesen juntos, y mas teniendo en cuenta que Casalleone era un pueblo pequeno. Pero cuando Isabel habia hablado de Giulia en relacion a los problemas de la casa, Vittorio no habia dicho nada.
– Gracias por deshacerte de mi.
Se le hizo un nudo en la garganta. Se volvio y vio a un hombre alto, un trabajador vestido con desalino, un parche en el ojo y una gorra plana cubriendole el pelo oscuro. No queria verlo hasta haber puesto un poco de orden en sus pensamientos.
– Tengo cosas que hacer. ?Como has llegado hasta aqui? Creia que tu coche estaba en el mecanico.
– Tome el de Anna.
Se comportaba como si el encuentro erotico que habian vivido no hubiese sido mas que un apreton de manos; otra prueba de la distancia emocional que los separaba. Como era posible que hubiese querido hacer el amor con ese hombre…
Pensar eso la conmociono, por lo que tuvo que apoyarse contra un poste.
– Deberias cuidarte un poco mas.
– ?Es lo que estoy intentando! -Su voz sono demasiado alta y algunas personas se volvieron para mirarla. Tenia un impulso de muerte. Esa era la unica explicacion. Pero ?que conseguiria con ello? El episodio de ese dia probaba que era solo cuestion de tiempo que ella cayese en algo que garantizaba anadir mas turbulencias a su vida. A menos que…
A menos que tuviese muy claro el objetivo. Era el momento de celebrar su propio cuerpo. Solo su cuerpo. Podria mantener su espiritu, su corazon y especialmente su alma a una distancia prudencial. No le resultaria muy dificil, pues Ren no estaba interesado en nada de eso. Que hombre tan peligroso. Engatusaba a las mujeres y despues las desmembraba. Y ella le estaba ofreciendo voluntariamente un lugar en su vida.
Se sentia vulnerable y fruncio el entrecejo.
– ?Llevas todas esas cosas contigo, los parches y demas, o se lo has robado a alguien que lo necesita?
– Eh, en cuanto cayo al suelo le devolvi al tipo su baston blanco.
– Estas chiflado. -Pero su irritacion no tenia fuerza.
– Mira toda esta comida. -Le echo un vistazo a los puestos del mercado-. Esta noche no voy a cenar con nadie apellidado Briggs, por lo que permitire que cocines para mi.
– Me encantaria. Pero por desgracia he estado demasiado ocupada fundando un imperio para aprender a cocinar. -Miro alrededor y vio que Vittorio y Giulia habian desaparecido.
– ?O sea que hay algo que no sabes hacer?
– Hay muchas cosas que no se hacer. Por ejemplo, sacarle los ojos a alguien.
– De acuerdo, tu ganas esta ronda. -Cogio el ramo de flores de manos de Isabel y lo olio-. Lo siento por la interrupcion de antes. Lo siento, de verdad. Massimo queria hablarme del crecimiento de las uvas y preguntarme cuando creia que debiamos recogerlas, a pesar de saber muy bien que no tengo ni idea. Me dijo que tal vez te gustaria participar en la
– ?Que es eso?
– La recogida de la uva. Empezara dentro de dos semanas, segun el tiempo que haga, la fase de la luna, el canto de los pajaros y otras cosas que no entiendo. Todo el mundo ayuda.
– Suena divertido.
– Suena a trabajar, algo que yo suelo evitar al maximo. Tu, por otra parte, te ofreceras de voluntaria para organizarlo todo, aunque no sepas ni jota de la recogida de la uva.
– Tengo talento.
El resoplo y empezo a regatear con una vieja que vendia berenjenas. Una vez realizada la compra, se dedico a otras verduras y frutas, un trozo de queso y una crujiente barra de pan toscano. La compra de la carne fue acompanada por una viva discusion con el carnicero y su mujer acerca de los pros y los contras de diferentes maneras de prepararla.
– ?Realmente sabes cocinar o los estabas enganando? -pregunto Isabel.
– Soy italiano. Por supuesto que se cocinar. -Salieron a la calle-. Y esta noche te voy a preparar una cena estupenda.
– Solo eres medio italiano. El resto pertenece a una adinerada estrella de cine que crecio en la Costa Este rodeada de sirvientes.
– Y una abuela de Lucca sin nietas a las que poder ofrecerles el legado de las viejas costumbres.
– ?Tu abuela te enseno a cocinar?
– Queria mantenerme ocupado para que no persiguiese a las criadas.
– No eres tan malo como quieres hacerme creer.
El le dedico una de sus sonrisas.
– Nena, todo lo que has visto hasta ahora es mi lado bueno. -Vale ya.
– El beso de antes te ha hecho caer en barrena, ?a que si?
– Oh, si. -El rio, lo cual la irrito aun mas y le hizo recordar las palabras de Michael-. Soy esquizofrenica en lo que respecta al sexo. A veces me dejo llevar, y otras veces estoy deseando acabar cuanto antes.
– Bien.
– No es divertido.
– ?Por que no te relajas? No va a pasar nada que tu no quieras que pase.
Exactamente lo que ella temia.
12
Ren subio las escaleras para librarse de su disfraz. Isabel acabo de guardar la comida y se puso a ordenar el lio que el habia organizado al levantarse. Fue hasta la puerta del jardin y echo un vistazo. Los trabajadores ya no estaban en el olivar, y Marta parecia haberse ido al pueblo. Era un buen momento para buscar la llave del cobertizo.
Miro en los cajones y armarios de la cocina, despues paso al salon, donde finalmente descubrio una cesta de mimbre con media docena de viejas llaves unidas por un alambre.
– ?Que haces?
Dio un respingo cuando Ren aparecio a su espalda. Se habia puesto unos vaqueros y un ligero sueter de algodon color avena. El agua caliente, ella ya lo sabia, habia regresado misteriosamente.
– Espero que una de estas llaves sea la del cobertizo.
El la siguio por la cocina y salieron al jardin.
– ?Hay alguna razon para hacer esto?
Un par de cuervos graznaron a modo de protesta cuando se dirigian al olivar.
– Creia que todo el mundo queria echarme de aqui para que Marta no tuviese que compartirla casa, pero ahora todo parece un poco mas complicado.
– Al menos en tu imaginacion.
Se adentraron en la arboleda y ella empezo a buscar marcas de excavacion. No le costo demasiado darse cuenta de que la tierra cercana al cobertizo estaba mas pisoteada que el dia anterior.
Ren observo las pisadas.
– Recuerdo que rondaba por aqui cuando era nino. Me gustaba que hubiesen construido el cobertizo en la ladera de la colina. Creo que lo utilizaban para guardar vino y aceite.
Ella probo las llaves. Acabo encontrando una que encajaba y la hizo girar en la vieja cerradura de hierro. La puerta de madera se resistio a abrirse cuando ella empujo, y Ren se puso a su lado para echarle una mano. Entraron en el humedo y oscuro interior y vieron viejos barriles, cajas de embalaje con botellas de vino vacias, y unos pocos y extranos muebles contra la pared. Cuando los ojos de Isabel se acostumbraron a la tenue luz, se