– Esto… esto se remonta a… Paolo Baglio, el hermano de Marta -dijo ella.

– ?Basta! -Vittorio tenia la expresion desolada de un hombre que esta presenciando un desastre y no sabe como detenerlo.

Giulia le hizo a un lado y encaro a Ren.

– El era… el era el representante local de… de la Familia.

– La Mafia. -Ren se sento en el muro, aliviado de saber que se trataba del crimen organizado.

Vittorio se alejo, como si las palabras de su mujer le resultasen demasiado dolorosas para oirlas.

Giulia parecia estar calculando cuanto contar.

– Paolo era… era el responsable de que nuestros comerciantes locales no cayeran en desgracia. ?Sabe a que me refiero? Que nadie rompiese los escaparates de las tiendas por la noche o que no desapareciese el camion del reparto de flores.

– Dinero a cambio de proteccion -dijo Ren.

– Llamalo como quieras. -Movio las manos, que eran pequenas y delicadas, con una alianza de matrimonio en un dedo y anillos mas pequenos en los otros-. Solo somos un pueblo rural, pero todo el mundo sabe como funciona esto. Los comerciantes pagaban a Paolo el primer dia de cada mes. Gracias a eso, nadie rompia los escaparates, el florista hacia su reparto y no habia problemas. -Hizo girar su alianza en el dedo-. Pero entonces Paolo sufrio un ataque de corazon y murio. -Se mordio el labio-. En un principio, todo fue bien… excepto para Marta, que le anoraba mucho. Pero justo antes de que llegases tu, Isabel, vinieron algunos hombres de la ciudad. No eran hombres buenos. Hombres de Napoles. -Apreto los labios, como si notase en la boca un sabor amargo-. Fueron a por… a por nuestro alcalde. Fue terrible. Pero al hacerlo comprendimos que Paolo habia sido un insensato. Les habia mentido acerca del dinero que recolectaba y se habia guardado para si muchos millones de liras. -Respiro hondo-. Nos dieron un mes para encontrar el dinero y devolverselo. De no ser asi… -Dejo colgando aquellas palabras.

Vittorio se acerco. Ahora que Giulia habia empezado, parecia resignado a acabar la historia.

– Marta esta segura de que Paolo escondio el dinero en algun lugar cercano a la casa. Sabemos que no lo gasto, y Marta recuerda que estaba trabajando en el muro cuando murio.

– El plazo esta a punto de acabarse -dijo Giulia-. No queriamos mentiros, pero que otra cosa podriamos haber hecho. Era peligroso para vosotros veros involucrados, y solo deseabamos protegeros. ?Entiendes ahora, Isabel, por que queriamos que te trasladases al pueblo? Temiamos que esos hombres se impacientasen y viniesen aqui. Y si te encontraban en su camino… -Hizo un claro gesto indicando su cuello.

– La cosa esta muy mal -dijo Vittorio-. Tenemos que encontrar el dinero, lo cual significa que tenemos que desmontar el muro lo antes posible.

– Si. Esos hombres son muy peligrosos.

– Interesante. -Ren se puso en pie-. Necesito algo de tiempo para pensar en esto.

– Por favor, no tarde demasiado -suplico Giulia.

– Lamentamos mucho haber tenido que mentirles -dijo Vittorio-. Y otra cosa, Isabel. Tambien lamento lo del fantasma de la otra noche. Era Giancarlo. De haberlo sabido, habria impedido que lo hiciese. Vendreis a cenar a casa igualmente la semana que viene, ?no?

– Y a recoger setas -dijo Giulia a Isabel-. La proxima vez que llueva.

– Por supuesto -respondio Isabel.

Cuando la pareja se fue, Isabel suspiro y se sento sobre el muro. Por un instante, se dejo envolver por la paz del jardin, despues miro a Ren.

– ?Les crees?

– Ni una palabra.

– Yo tampoco. -Empezo a mordisquearse la una del pulgar pero se detuvo a tiempo-. De una cosa si estoy segura: hay algo escondido aqui.

– Toda esta zona esta plagada de objetos enterrados bajo tierra. -Se palpo el bolsillo trasero de los vaqueros y se dio cuenta de que ya habia fumado el cigarrillo del dia-. Cuando se encuentra un objeto, incluso si se trata de un terreno privado, se convierte en propiedad del gobierno. Tal vez la buena gente de Casalleone esta sobre la pista de algo tan valioso que no quiere entregarlo.

– ?Y crees que todo el pueblo participa en la conspiracion? Bernardo es policia. No parece tener demasiado sentido.

– Los policias son conocidos por su falta de honradez. ?Tienes una idea mejor? -Miro hacia las colinas.

– Tiene que ser un objeto muy especial. -Una hoja cayo sobre el muro, a su lado, y ella la aparto-. Creo que tenemos que profundizar en esto.

– Estoy de acuerdo. Intentare estar aqui cuando retiren la ultima piedra del muro.

– Yo tambien. -Uno de los gatos se acerco para restregarse contra sus piernas. Ella se inclino para levantarlo.

– Necesito tu coche para subir a la villa por un rato. Que Dios me proteja.

– Bien. Yo tengo que trabajar y tu me distraes.

– ?En el libro sobre la crisis?-Si. Y no digas una sola palabra.

– Asi que te distraigo, ?eh?

Ella se apreto el pulgar cerrando el puno.

– Eso he dicho, Ren. No te molestes en volcar tus ardores sobre mi, porque no pasara nada mientras no hablemos.

El dejo escapar un suspiro de resignacion.

– Podemos cenar juntos esta noche en San Gimignano. Y hablaremos.

– Gracias.

Ren esbozo una sonrisa de engreimiento.

– Pero en cuanto acabes de hablar, pondre mis manos donde quiera. Y ponte algo sexy. Preferiblemente con escote y sin ropa interior.

– Los adolescentes me alucinais. ?Alguna otra orden?

– No, creo que eso es todo. -Se puso a silbar mientras se alejaba, con el aspecto de un guapo gandul mas que del psicopata preferido de Hollywood.

Ella se dio un rapido bano y se dispuso a tomar notas de algunas ideas para su libro, pero su cerebro no funcionaba, asi que dejo el papel a un lado y se encamino a la villa para ver que hacia Tracy.

– Paso el rato. -La ex mujer de Ren estaba tumbada en una hamaca junto a la piscina, con los ojos cerrados-. Harry y los ninos me odian, y el bebe me provoca gases.

Isabel habia visto a los ninos bajar del coche de Harry con las caras manchadas de helado.

– Si Harry te odiase, no creo que siguiese aqui.

Tracy tiro hacia arriba del respaldo de la hamaca y se puso las gafas de sol.

– Es solo porque se siente culpable por los ninos. Se ira manana.

– ?Habeis intentado hablar?

– De hecho, hable yo y el se mostro condescendiente.

– ?Por que no lo intentais otra vez? Esta noche, despues de que los ninos se vayan a dormir. Sirvele una copa de vino y pidele que haga una lista con tres cosas que tu podrias hacer para que se sintiese feliz.

– Eso es sencillo. Elevar mi coeficiente intelectual veinte puntos, ser organizada en lugar de estar embarazada y cambiar mi personalidad por completo.

Isabel se echo a reir.

– Estamos mostrandonos un poco autocompasivas, ?no?

Tracy la miro por encima de las gafas de sol.

– Eres una psicologa un tanto extrana.

– Lo se. Piensa en ello, ?de acuerdo? Preguntaselo, y se sincera. Sin sarcasmo.

– ?Sin sarcasmo? Me dejas sin nada. Pero hablame de Ren y tu.

Isabel se recosto en la silla.

– Prefiero no hacerlo.

– La buena doctora puede hablar de los demas pero no de si misma. Me gusta ver que no soy la unica mujer que se arruga por aqui.

– No, sin duda. Y lo unico que puedo decir es lo obvio: he perdido la cabeza.

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