– No. -Ren aprecio un ligero movimiento-. Las aranas de Italia son muy grandes.

– Si, pero si quieres puedo matarlas. Soy bueno en eso.

Ella no respondio.

Mientras Steffie cambiaba de opinion sobre el, Tracy y Harry estaban pasando por un verdadero tormento. Era el momento de ponerse serio.

– Steffie, tu padre y tu madre estan muy asustados. Tengo que llevarte de vuelta con ellos.

– No, gracias. ?P-puedes irte?

– No puedo. -Empezo a dirigirse hacia ella lentamente-. No quiero asustarte, pero voy a ir a buscarte.

Un gemido.

– Apuesto a que tambien tienes hambre.

– Vas a estropearlo todo. -Empezo a llorar. Sin dramatismo. Solo unos sollozos.

El se detuvo para darle algo de tiempo.

– ?Que es lo que voy a estropear?

– T-todo.

– Dame alguna pista. -Paso entre varias cajas de embalar.

– No lo entenderias.

Entonces la vio. Se puso en cuclillas sobre la tierra a unos pocos metros.

– ?Por que lo dices?

– P-porque si.

Le vencia su propia torpeza. No tenia la menor idea sobre ninos, no sabia como manejar ese asunto.

– Tengo una idea. ?Conoces a la doctora Isabel? Te gusta, ?verdad? Quiero decir que te gusta mas que yo. - Demasiado tarde se dio cuenta de que no era la mejor manera de plantearle la cuestion a una nina asustada-. De acuerdo. Mis sentimientos no son diferentes. Tambien me gusta mucho la doctora Isabel.

– Es muy simpatica.

– Estaba pensando… Es el tipo de persona que comprende todas las cosas. ?Por que no vamos con ella y le explicas cual es el problema?

– ?Por que no la traes aqui?

Tracy no habia criado a una tontita. El asunto iba a tardar un poco.

– No puedo hacerlo, carino. Tengo que quedarme contigo. Pero te prometo que te llevare con ella.

– ?Lo sabra mi papa?

– Pues si.

– No, gracias.

?De que iba el asunto?

– ?Te da miedo papa?

– ?Mi papi?

El aprecio el tono de sorpresa en su voz y se relajo.

– A mi me parece simpatico.

– Si. -Aquella sencilla palabra encerraba un universo de tristeza-. Pero se ha ido.

– Creo que tenia que volver a su trabajo. Los mayores tienen que trabajar.

– No. -La palabra arrastro consigo un suspiro-. Se ha ido para siempre jamas.

– ?Quien te ha dicho eso?

– Le oi. Se pelearon, ya no se quieren, y el se ha ido.

O sea que era eso. Steffie habia oido la discusion entre Tracy y Harry. ?Y ahora que se suponia que debia hacer? ?No habia oido en algun lugar que habia que ayudar a los ninos para que verbalizasen sus sentimientos?

– Tonterias.

– No quiero que se vaya -dijo la nina.

– Acabo de encontrarme con tu padre, no lo conozco bien, pero puedo asegurarte que nunca te dejara para siempre jamas.

– No querra irse si yo me pierdo. Tendra que quedarse y buscarme.

Bingo.

Era una nina valiente, eso habia que admitirlo. Habia tenido que enfrentarse a sus peores miedos para no perder a su padre. Mientras tanto, sin embargo, sus padres se estaban volviendo locos de preocupacion. No le enorgullecia hacerlo, pero tenia que superar aquel atasco.

– ?No te muevas! ?Detras de ti hay una enorme arana venenosa!

Ella se lanzo hacia el, y lo siguiente que sintio fue como se apretaba contra su pecho, temblando, con la ropa humeda y las piernas desnudas heladas. Ren la apreto contra si.

– Se ha ido. Creo que no era una arana. Me he confundido.

Las ninas pequenas no huelen como las ninas mayores, aprecio. Olia dulce, pero no era desagradable, y su pelo olia a champu de fresa. Le froto los brazos para hacerla entrar en calor.

– Te engane -se sintio impelido a confesar-. No habia ninguna arana, pero tu mama y tu papa estan preocupados, y tienen que saber que estas bien.

Ella forcejeo para liberarse, pero el siguio frotandole los brazos para calmarla. Al mismo tiempo, intento imaginar como habria manejado Isabel la situacion. Todo lo que hubiese dicho habria sido lo adecuado: sensible, intimo, perfecto para la ocasion.

Lo habria bordado.

– Tu plan no es bueno, Steffie. No podrias quedarte aqui para siempre, ?verdad? Tarde o temprano tendrias que comer, y volverias al punto inicial.

– Eso me preocupaba.

Steffie se relajo un poco, y Ren sonrio por encima de su cabeza.

– Lo que necesitas es un nuevo plan. Uno que no tenga tantos flecos sueltos. Y lo primero que tendrias que hacer es decirle a tu mama y a tu papa que te ha molestado.

– Tal vez hiriese sus sentimientos.

– ?Y que? Ellos han herido los tuyos, ?no es asi? Un sabio consejo: s? vas por la vida intentando no herir a nadie te convertiras en una debilucha, y a nadie le gustan las debiluchas. -Casi pudo ver a Isabel frunciendo el entrecejo, pero que demonios. Ella no estaba alli, y el estaba dando lo mejor de si. Sin embargo, hizo una pequena correccion-. No estoy diciendo que tengas que herir a la gente a proposito. Lo unico que digo es que tienes que luchar por lo que te importa, y si hieres a alguien al hacerlo, es su problema, no el tuyo. -No habia mejorado la explicacion, pero tenia razon.

– Igual se enfadan mucho.

– No he querido decirtelo antes, pero creo que tus padres se van a enfadar de todos modos. No al principio. Al principio estaran muy contentos de verte, y te abrazaran y todo eso. Pero al cabo de un rato, creo que tendras que hacer unas cuantas florituras.

– ?Que significa eso?

– Significa que tendras que andar con ojo para no agravar las cosas.

– ?Que cosas?

– Pues… cuando dejen de lloriquear, empezaran a mostrarse enfadados por haberte escapado, y entonces las cosas se pondran dificiles. Tendras que hacerlos sentir culpables por haberles oido discutir, y cuando lo hagas, y esto es importante, seria conveniente que llores y pongas cara de pena. ?Podras hacerlo?

– No lo se.

El rio entre dientes.

– Vamos junto a la puerta, donde hay mas luz, y te ensenare como hacerlo. ?Te parece bien?

– Me parece bien.

La alzo en brazos y la llevo hacia la puerta. Las sandalias de la nina le golpeaban en las espinillas. Ella se colgo de su cuello, era demasiado grande para llevarla en brazos, pero sentia la necesidad. Cuando llegaron a la puerta, la deposito en el suelo y, a pesar del barro, se sento con ella en el regazo. Habia dejado de llover, y habia luz suficiente para apreciar la suciedad de la cara manchada por las lagrimas y la expresividad de unos ojos que le miraban como si de Santa Claus se tratase. Si ella supiese…

Ella asintio con solemnidad.

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