aquella mujer. Era la tempestad en su calma, mercurio para su base de metal. La siguio al interior del bano. Ella no protesto cuando el se sento en un extremo de la banera. Hasta que aparecio Isabel con sus listas, Tracy no habia sabido que Harry siempre daba alguna excusa para quedarse con ella en el lavabo simplemente porque le encantaba la intimidad de aquel acto, la intimidad cotidiana. Tracy se rio como una posesa cuando se lo explico, pero el sabia que ella lo entenderia.

– ?Tu verdura favorita? -pregunto ella. No habia olvidado cuanto la deseaba el, y se estaba asegurando de que recordaba cual era su compromiso-. No importa. Lo se. Guisantes.

– Judias verdes -replico el-. No muy cocidas. Un poco crujientes. -Alargo la mano para tocarle la pantorrilla. Ahora sabia que tenia que decir lo que sentia en lugar de dar por sentado que Tracy ya lo sabia-. Me encanta hablar, ya lo sabes -se sintio impelido a anadir-. Pero ahora mismo estoy mas interesado en el sexo. Dios, Trace, hace mucho tiempo que no lo hacemos. ?Sabes lo que supone para mi el mero hecho de estar a tu lado?

– Si, porque acabas de decirmelo.

Sonrieron y en breve se fueron al dormitorio. Una vez alli, ella le miro con coqueteria.

– ?Que pasaria si me dejases embarazada?

– Me casaria contigo. Tantas veces como quisieras. -Y la beso.

– Este sera el ultimo bebe. Lo juro. Me hare una ligadura de trompas.

– Si quieres seguir teniendo hijos, a mi me parece bien. Tendremos que esforzarnos un poco mas.

– Cinco me parece bien. Siempre quise tener cinco. -Se mordio la comisura del labio-. Oh, Harry, estoy tan contenta de que no te fastidie tener otro hijo.

– No era culpa del bebe. Ahora ya lo sabes. -Le acaricio la cara-. Detesto ser tan inseguro.

– Creia que iba a perderte.

El resiguio la linea de su mandibula con el pulgar. Ella tenia los labios blandos a causa de los besos que se daban continuamente, y suponia que los suyos tambien lo estaban.

– No vamos a permitir que ocurra otra vez, ?de acuerdo? Acudiremos a un consejero matrimonial cada seis meses, lo necesitemos o no. Y sigo pensando que deberiamos decirle a Isabel que no acudiremos a otra psicologa que no sea ella.

– Se dara cuenta cuando nos vea en su puerta dos veces al ano.

Se tumbaron en la cama, listos para atenerse al trato que habian hecho. En principio mantuvieron las bocas cerradas, pero no durante mucho tiempo. Cuando Tracy aflojo los labios, el la beso y deslizo la lengua en el dulce interior de su boca. Juguetearon de ese modo durante un rato, pero no era suficiente. El alzo la mano con avidez y rodeo con la palma uno de sus pechos.

– Solo por encima de la cintura -susurro Harry.

– Por encima de la cintura esta bien.

Ella estudio su rostro mientras el le sacaba la camiseta y le desabrochaba el sujetador. Le habia dicho que nunca se cansaba de mirarle.

Sus pechos cayeron libres, y a Harry se le seco la boca cuando miro sus arrebatados pezones. Sabia lo tiernos que eran, y tambien que a ella le gustaba que los tocase de todas las maneras imaginables. Recordo la sorpresa de su mujer cuando supo el destacado lugar que ocupaban sus pechos de embarazada en la lista de Harry sobre las cosas que le excitaban. Nunca se le habia ocurrido decirselo. El habia supuesto que ella lo sabia por lo mucho que le costaba despegar las manos de ellos.

Tracy dejo escapar un gemido gutural cuando el inclino la cabeza para chuparselos. Entonces, ella deslizo la mano entre las piernas de Harry.

– Vaya. He perdido.

Pero lo que Harry perdio fue el control y sus ropas volaron. Tracy le empujo para tumbarlo de espaldas sobre la cama. Su pelo se desparramo formando una nube oscura sobre uno de sus hombros al tiempo que se subia a horcajadas encima de Harry. Se coloco del modo adecuado para que el pudiera penetrarla. El le acaricio el humedo y almizclado valle antes de adentrarse.

Pensar en lo que casi habian llegado a perder les excito aun mas. El toco todos los rincones de su cuerpo y ella le correspondio. Se miraron fijamente a los ojos.

– Te amare siempre -susurro Harry.

– Y yo a ti -le respondio ella tambien con un susurro.

Entonces sus cuerpos encontraron el ritmo perfecto, y hablar se hizo imposible. Juntos se dejaron caer en una hermosa oscuridad.

20

La mesa del comedor de la villa, de doscientos anos de antiguedad, estaba cubierta de comida. Bandejas ovales decoradas ofrecian tanto piernas de cordero asadas como pollos de guinea al ajillo. Las hojas de escarola doradas servian de lecho para nueces, aceitunas, anchoas y pasas, en tanto que tiras de tocino le daban sabor a un sencillo cuenco con judias verdes. En una cesta, con una servilleta de lino con el escudo familiar, descansaban frescas rebanadas de pan toscano.

A pesar de los grandes arcos de la estancia y de los frescos con motivos religiosos, la atmosfera era informal. Los ninos se afanaban por pescar los ravioli rellenos de carne de sus platos y se atiborraban con trozos de pizza. Ren repitio la pasta con castanas, e Isabel se permitio otra racion de polenta, dorada y crujiente por fuera pero tierna por dentro. Habia cremosas porciones de queso pecorino, higos cubiertos de chocolate, y vino, tanto el tinto de su propia cosecha como el blanco afrutado Cinque Terre.

Ren, italiano de origen, disfrutaba siempre de una buena fiesta, y se habia valido de la excusa de la inminente partida de los Briggs, a la manana siguiente, para invitar a unas cuantas personas a comer. Vittorio y Giulia estaban sentados a la mesa, asi como varios miembros de la familia de Massimo y Anna. La ausencia del doctor Andrea Chiara era mas que patente, a pesar de que Isabel habia sugerido que se le invitase.

Massimo hablo de la vendemmia, la recogida de la uva, que daria comienzo dos dias despues, en tanto que Anna y Marta no dejaban de traer comida a la mesa. Nadie hablo de la estatua. Habian acabado de rastrear el olivar con los detectores de metales y no habian encontrado nada.

– Siempre eres tan amable con ella -le dijo Giulia en voz baja a Isabel a pesar de que Tracy, que estaba en el otro extremo de la mesa, no podia oirla-. Si fuese la ex mujer de Vittorio, la odiaria.

– No si Vittorio hubiese intentado deshacerse de ella con tanto ahinco como lo ha hecho Ren -replico Isabel.

– Aun asi… -Giulia hizo un gesto con la mano-. Ah, no puedo enganarte, lo se. Son los celos lo que hace que ella no me guste. Algunas mujeres se quedan embarazadas con solo mirar a un hombre. Incluso la nieta de Paolo vuelve a estar embarazada.

– Estaba con los ninos cuando le dijiste a Ren que habias hablado con ella. ?Que te dijo?

Giulia cogio una rebanada de pan.

– Que esta embarazada. Su segundo. -Miro a Isabel con los ojos humedos-. A veces pienso que todas las mujeres del mundo estan embarazadas. Me da pena por mi, lo que no es bueno.

– ?No sabia nada de la estatua?

– Muy poco. Para Josie no era facil hablar con Paolo despues de la muerte de su madre, porque su italiano no es muy bueno. Pero siguieron manteniendo el contacto, y el abuelo siempre le enviaba regalos.

– ?Regalos? ?Crees que…?

– Nada de estatuas. Se lo pregunte, especialmente despues de que me dijese que le habia costado quedarse embarazada la primera vez.

– Tal vez estaria bien tener una lista de todo lo que le envio. Podriamos encontrar alguna pista. Un mapa oculto en un libro, una clave… Algo.

– No habia pensado en eso. Volvere a llamarla esta noche.

– ?Orinal! -chillo Connor desde su trona en un extremo de la mesa justo cuando trajeron la tarta de manzana.

Harry y Tracy se pusieron en pie a la vez.

– ?Quiero ese! -Apunto con el dedo a Ren, que no pudo evitar sonreir.

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