– Dame un respiro, chaval. Ve con tu papa.

– ?Quiero ti!

Tracy movio las manos como una gallina frenetica.

– No discutas con el. ?Va a tener un accidente!

– No se atrevera. -Ren le dedico al bebe una de sus miradas mortiferas.

Connor se metio el dedo en la boca y empezo a chuparlo.

Ren suspiro y afronto lo inevitable.

– Ren le enseno lo del orinal en un dia -le explico Tracy a Fabiola mientras Ren se llevaba a Connor de la mesa-. ?Y yo, despues de haber tenido cuatro hijos, no lo habia conseguido! -sonrio.

Ren gruno en la habitacion de al lado.

La velada transcurria distendidamente. En cierto momento aparecio una botella de grappa y tambien una de vinsanto dulce para acompanar al cantucci de avellanas. La brisa que entraba por las puertas abiertas se hizo mas fresca. Isabel se habia dejado su sueter en la casa cuando por la manana habia llevado sus cosas. Se puso en pie y le toco el hombro a Ren, que estaba hablando con Vittorio sobre politica italiana.

– Voy a la planta de arriba para robarte uno de tus jerseis -le dijo.

El asintio con aire ausente y retomo la conversacion.

El dormitorio principal de la villa estaba sumido en la penumbra. Apenas podian verse los pesados muebles, incluido el armario con tallas de madera, los espejos de marcos dorados y la cama de cuatro columnas. La tarde del dia anterior, ella y Ren habian pasado una hora entre esas columnas mientras la familia Briggs se dedicaba a hacer un poco de turismo. Al sentir un leve escalofrio se pregunto si estaria convirtiendose en una adicta al sexo. Pero sabia que mas bien se trataba de una adiccion a Lorenzo Gage.

Se dirigio al vestidor, pero se detuvo al ver algo sobre la cama. Se acerco para ver de que se trataba.

Ren habia bebido ya bastante vino, asi que se paso a la grappa. Intentaria estar sobrio para la noche, cuando estuviese a solas con Isabel. Sentia como si un gigantesco reloj hubiese empezado a dar las horas por encima de su cabeza, marcando la cuenta atras del momento en que tendrian que separarse. En menos de una semana, el se iria a Roma, y no mucho despues empezaria el rodaje. Miro alrededor, buscandola, y de pronto recordo que habia subido a su habitacion a buscar un jersey. Una alarma se encendio en su cabeza y echo a correr hacia las escaleras.

Isabel reconocio el sonido de sus pasos en el pasillo. Su manera de caminar era inconfundible, con pasos medidos, ligeros y graciles para tratarse de un hombre tan alto. Aparecio por la puerta con las manos en los bolsillos.

– ?Has encontrado el jersey?

– Aun no.

– Hay uno gris en la comoda. -Se acerco al mueble-. Es el mas pequeno que tengo.

Ella estaba sentada en el borde de la cama con el guion en las manos.

– ?Cuando lo recibiste?

– Tal vez prefieras mi jersey azul. ?Eso? Hace un par de dias. El azul esta limpio, pero el gris me lo he puesto un par de veces.

– No me habias dicho nada.

– Creo que si. -Rebusco en un cajon.

– No me dijiste que habias recibido el guion.

– Todo ha estado un poco revuelto por aqui ultimamente, no se si lo has notado.

– No tan revuelto.

El se encogio de hombros, saco un jersey y se puso a buscar otro. Ella paso el pulgar por las tapas del guion.

– ?Por que no me lo has dicho?

– Han pasado muchas cosas.

– No dejamos de hablar, pero no me has dicho ni una palabra de esto.

– Supongo que no le di importancia.

– Me cuesta creerlo, porque se lo importante que es para ti.

Aunque el movimiento fue sutil, su cuerpo parecio desenroscarse, casi como una serpiente dispuesta a atacar.

– Esto empieza a parecerse a un interrogatorio.

– Me dijiste que estabas deseando leer la version definitiva del guion. Me resulta un poco extrano que no mencionases que ya lo tenias.

– Pues a mi no me resulta extrano. Mi trabajo es privado.

– Ya veo. -Momentos antes habia estado rememorando con placer las veces que habian hecho el amor, pero en ese instante se sintio triste y un poco menospreciada. Era la mujer que se acostaba con… No era su amigo, ni siquiera un verdadero amante, porque los verdaderos amantes comparten algo mas que sus cuerpos.

Ni siquiera la miro a los ojos.

– En cualquier caso, no te gustan mis peliculas. ?Por que te preocupas?

– Porque a ti te preocupa. Porque me has hablado de ello. Porque yo te hablo de mi trabajo. Por eso. -Lanzo el guion encima de la cama y se puso en pie.

– Estas haciendo una montana de un grano de arena. Yo solo… Jenks ha cambiado un poco el enfoque de la historia, eso es todo. Todavia sigo dandole vueltas. Pero si, tienes razon, tendria que habertelo dicho. Supongo que no me apetecia discutir otra vez contigo. A decir verdad, Isabel, estoy un poco cansado de tener que defender lo que hago para ganarme la vida.

Primero su rabia, despues su sentido de culpa y ahora pasaba al ataque. «Tipico», penso Isabel. Quiso replicar, pero las relaciones sanas no funcionaban de esa manera, y ella necesitaba que aquella relacion fuera sana tanto como necesitaba respirar.

– De acuerdo. Es justo. -Toco el brazalete con los dedos y respiro hondo-. No he dejado de juzgarte y tengo que dejar de hacerlo. Pero no me gusta que me dejen de lado.

El cerro el cajon de la comoda con la rodilla.

– Dios, haces que suene como si tuviesemos… como si tuviesemos… Mierda.

– ?Una relacion? -repuso con las palmas vueltas hacia arriba-. ?Es eso lo que intentas decir? ?Hago que suene como si tuviesemos una relacion?

– No. Tenemos una relacion. Una estupenda relacion. Me gusta. Pero…

– Solo es sexo, ?verdad?

– Fuiste tu quien dicto las reglas, o sea que no me culpes de ello.

– ?Eso crees que estoy haciendo?

– Lo que creo es que estas tratandome como uno de tus malditos pacientes.

Isabel no podia resistirlo mas. No podia escucharle y mantener la calma. No podia escuchar lo que le estaba diciendo, procesarlo y usar los principios en que tan profundamente creia. El tenia razon. Ella habia establecido las reglas y ahora las estaba violando. Pero aquellas reglas habian surgido de otro tipo de emocionalidad.

Cruzo los brazos y se abrazo a si misma.

– Lo siento. Al parecer, me he excedido.

– Esperas demasiado. Yo no soy un santo como tu, y nunca he pretendido serlo, o sea que olvidalo.

– Por supuesto. -Se dirigio a la puerta, pero el la llamo.

– Isabel…

Una santa se habria dado la vuelta, pero ella no era una santa, asi que siguio caminando.

Ren estaba en la puerta, a oscuras, observando las estatuas de marmol ala tenue luz de la luna que banaba el jardin. La villa estaba en silencio, a excepcion del conmovedor saxofon de Dexter Gordon que sonaba a su espalda. Harry y Tracy se habian mudado esa misma noche, por lo que Isabel disponia otra vez de la casa para ella sola. Hacia horas que todos se habian ido a la cama. Ren se froto los ojos. La doctora Isabel Favor, acerrima defensora del dialogo, le habia dado la espalda y se habia ido. No la culpaba. El se habia comportado como un

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