– En principio no aprecie nada extrano. Pero despues me di cuenta de que le habia enviado un juego de herramientas para chimenea.

Vittorio respiro hondo. Como guia turistico profesional, entendio la historia antes que los demas.

– Ombra della Sera -dijo-. Nunca pense… -Se volvio hacia los otros-. El campesino que encontro la estatua masculina en el siglo XIX la utilizo como atizador de chimenea hasta que reconocieron su valor. Paolo conocia la historia. Se la oi contar.

Ren estudio la lista muchas veces antes de recordar como se habia encontrado la otra estatua.

– Llame a Josie y le pedi que describiese las herramientas. Dijo que eran antiguas y un tanto extranas. Una pala, unas tenazas y un agitador con forma de cuerpo de mujer.

– Nuestra estatua -susurro Giulia-. Ombra della Mattina.

– Josie habia intentado tener un hijo. Paolo lo sabia. Al ver que no podia quedarse embarazada, saco la estatua de la iglesia y la empaqueto junto al resto de cosas para que su nieta no sospechase de que se trataba. Le dijo que era un valioso y antiguo juego de herramientas, y que si las colocaba junto a la chimenea le traerian suerte.

– Y asi fue -dijo Anna.

Ren asintio.

– Tres meses despues de recibir la estatua, se quedo embarazada de su primer hijo. -Una coincidencia, aunque ninguno de los presentes lo entenderia asi.

– ?Por que Paolo se molesto en hacer que la estatua pareciese una herramienta? -pregunto Tracy-. ?Por que no se la mando tal cual?

– Porque temia que se lo contase a Marta, y no queria que su hermana supiese lo que habia hecho.

Marta se quito el delantal y le explico a todo el mundo lo mucho que su sobrina habia deseado tener un hijo y como a Paolo le rompia el corazon su tristeza al no conseguirlo. A pesar de estar muerto, Marta seguia sintiendo la necesidad de defender a su hermano, e insistio en que Paolo habria devuelto la estatua al pueblo despues de saber del embarazo de su nieta, pero murio justo despues. La gente se sentia magnanima y asintio.

Giulia agarro la estatua y la sostuvo.

– Hace poco mas de una semana que recibi la lista. ?Como has podido recuperarla tan rapido?

– Le pedi a un amigo que fuese a su casa a recogerla. Me la envio al hotel de Roma y la recibi hace dos dias. -Su amigo tambien disponia de medios eficientes para evitar las aduanas.

– ??No le importo devolvernosla?

– Ahora tiene dos hijos, y sabe lo importante que es la estatua.

Vittorio abrazo a Ren y le beso las mejillas.

– En nombre de todo Casalleone, nunca podremos agradecerte lo suficiente lo que has hecho por nosotros.

Desde ese momento, todo el mundo le rodeo. Hombres y mujeres, viejos y jovenes, todos le abrazaron y besaron. Todos menos Isabel.

La estatua fue pasando de mano en mano. Giulia y Vittorio resplandecian. Tracy chillo cuando Harry intento acercarle la estatua. Anna y Massimo miraban con orgullo a sus hijos y con carino a los demas.

Ren se sentia demasiado mal para disfrutar del momento. Siguio mirando a Isabel para ver si habia entendido que, al menos en eso, no le habia fallado. Pero ella no parecia haber captado el mensaje. A pesar de reir con los demas, Ren sentia presente aun su rabia hacia el.

Steffie le dio un golpecito en el brazo.

– Pareces triste.

– ?Quien, yo? Nunca he estado mas contento. Soy un heroe. -Le limpio a la nina restos de chocolate de la comisura de la boca.

– Creo que la doctora Isabel esta enfadada contigo. Mama dice… -Se le formaron unas arruguitas en la frente-. No importa. Mama es un poco rara. Papi le dijo que tenia que tener paciencia contigo.

– Mira, un bastoncito de pan -dijo Ren, y se lo metio en la boca para que dejase de hablar.

Anna y la mujer mayor empezaron a conducir a todos hacia las mesas. Mientras la estatua pasaba de una familia a otra, propusieron un brindis en honor de Ren. Un infrecuente nudo se le formo en la garganta. Iba a echar de menos ese lugar y su gente. No lo habia previsto en absoluto, pero de algun modo habia echado raices alli. Lo cual no dejaba de ser ironico, pues no podria regresar hasta dentro de mucho tiempo. Incluso aunque regresase siendo un anciano, sabia que seguiria viendo a Isabel en el jardin, con los ojos brillantes solo para el.

Ella se sento en el extremo opuesto de la mesa, lo mas lejos posible de Ren. Andrea se le sento a un lado y Giancarlo al otro. Ninguno de los dos le quito ojo de encima a Ren. Isabel era como una pelicula a camara rapida. Los rizos se movian en lo alto de su cabeza cuando gesticulaba. Sus ojos centelleaban. Todo lo relacionado con ella estaba cargado de energia, pero solo el parecia capacitado para apreciar la rabia que rugia tras todo ello.

La ilusion les habia abierto el apetito y la sopa no tardo en desaparecer. El viento se hizo mas frio y algunas mujeres echaron mano de sus sueteres; Isabel no. La rabia calentaba sus brazos desnudos.

Pasaban las nubes, y rafagas de viento movian las ramas de los arboles. La energia de Isabel le impedia permanecer sentada, y cada vez que iba a recoger las bandejas de comida Ren esperaba ver como le temblaban las manos. Todos los presentes querian hablar con ella, como si su piel produjese un efecto magnetico. Vertio vino en el mantel cuando volvio a llenar los vasos. Tiro al suelo el plato de la mantequilla. Pero no estaba ebria. Apenas habia tocado su propio vaso.

El sol descendio y las nubes se oscurecieron, pero el pueblo habia recuperado su estatua y el humor de los presentes se hizo mas festivo. Giancarlo subio el volumen de la musica y algunas parejas se animaron a bailar. Isabel se inclino hacia Andrea, escuchandole como si las palabras que salian de su boca fuesen miel que ella desease probar. Ren hizo crujir sus nudillos.

Cuando las botellas de grappa y vinsanto hicieron acto de presencia, Andrea se puso en pie. Ren le oyo decirle a Isabel por encima de la musica:

– ?Quieres bailar?

El toldo ondeaba debido al viento. Ella se levanto y tomo su mano. Mientras caminaban hacia el interior de la casa, los puntos brillantes de su vestido resplandecieron en sus rodillas. Movio la cabeza y sus rizos volaron. Los ojos de Andrea se posaron en sus pechos al tiempo que encendia un cigarrillo.

Sin mas ni mas, Isabel se lo quito de la boca y le dio una calada.

Ren se puso en pie con tal impetu que hizo caer su silla. Antes de que Isabel pudiese darle la segunda calada, se acerco a ella.

– ?Que demonios crees que estas haciendo?

Ella se lleno la boca de humo y lo exhalo en su cara.

– Soy una chica marchosa.

Ren le dedico a Andrea la mirada que habia estado evitando toda la tarde.

– Te la devolvere en unos minutos, colega.

Ella no se opuso, pero cuando el la agarro para sacarla de alli, sintio el calor de su piel. Ignoro las expresiones de incredulidad de la gente al verlos pasar y se metio detras de la estatua mas grande.

Le vinieron ganas de lavarle la boca con jabon, pero habia sido el quien lo habia iniciado todo. En lugar de sacarle la rabia a besos, le hablo como un pomposo gilipollas.

– Esperaba que pudiesemos hablar, pero obviamente no pareces tener ganas de mostrarte racional.

– En eso tienes razon. Asi que apartate de mi camino.

Ren nunca daba explicaciones, pero esta vez tuvo que hacerlo.

– Isabel, no funcionaria. Somos demasiado diferentes.

– La santa y el pecador, ?no es eso?

– Esperas demasiado, eso es todo. Olvidas que soy el tipo que tiene tatuado en la frente: «Sin valores sociales destacables.» Un periodista me abordo en Roma. Habia oido un rumor sobre nosotros. Lo negue todo.

– ?Quieres la medalla del buen boy scout?

– Si la prensa se entera de que tenemos una aventura, perderas la poca credibilidad que te queda. ?No lo

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