entiendes? Es demasiado complicado.

– Entiendo que me pones enferma. Entiendo que te entregue algo importante y que tu lo rechazaste. Y entiendo que no quiero volver a verte. -Lanzo el cigarrillo a sus pies y echo a andar, con el vestido flameando bajo una hoguera de furia.

Ren se quedo alli intentando recobrar la compostura. Tenia que hablar con alguien que tuviese la cabeza clara -que pudiese aconsejarle-, pero al echar un vistazo por la casa comprobo que la persona mas inteligente estaba bailando con un medico italiano.

El viento se colo entre su camisa de seda, y su sentimiento de perdida casi le hizo caer de rodillas. Fue en ese momento cuando lo comprendio. Amaba a aquella mujer con todo su corazon, y alejarse de ella habia sido el mayor error de su vida.

Asi pues, ?que importaba que ella fuese demasiado buena para el? Era la mujer mas fuerte que habia conocido nunca, lo bastante fuerte para domesticar al mismo demonio. Si se lo proponia, acabaria poniendolo en el lugar que le correspondia. Demonios, no, no se la merecia, pero lo unico que significaba eso es que tendria que esforzarse al maximo para que ella no se percatase de ese detalle.

Pero Isabel, precisamente, era una experta en esas cosas. No era una mujer emocionalmente necesitada y prendada de una cara bonita. ?Que pasaria si las cosas que habia dicho de el fuesen ciertas? ?Que pasaria si sus predicciones eran acertadas, si el habia crecido pero se miraba a si mismo con unas viejas gafas que no le permitian ver en quien se habia convertido?

La idea le hizo estremecer. Esa nueva vision de si mismo abria demasiadas posibilidades como para pensarlas en ese momento. En primer lugar, tenia que volver a hablar con ella, decirle lo que sentia, aunque ella no facilitase las cosas.

Hasta ese momento, habria jurado que ella poseia una ilimitada capacidad de perdon, pero ahora no lo tenia tan claro. La estudio mientras bailaba. Habia algo diferente en ella esa noche, algo que iba mas alla del peinado, del vestido, incluso de su rabia. Algo…

Los ojos de Ren se posaron en su muneca desnuda, y el panico que habia mantenido bajo control se libero de golpe. Su brazalete habia desaparecido. Se le reseco la boca al ver como encajaban todos los cambios.

Isabel se habia olvidado de respirar.

Las manos de Isabel se convirtieron en punos, y no consiguio llenar de aire los pulmones. Aparto de si a Andrea y camino entre los bailarines hacia un extremo de la estancia. A su alrededor habia caras alegres, pero en lugar de calmarla, la felicidad de todos se transformo en combustible para su ira.

Los ninos pasaron corriendo, armando escandalo y alboroto. Andrea se dirigio hacia Isabel para saber que le sucedia. Ella se volvio y salio al jardin. Una contraventana se solto a causa del viento y golpeo contra la fachada de la casa.

La rabia la consumia, ya no dirigida hacia Ren sino hacia si misma. Su vestido rojo anaranjado era como acido sobre su piel. Queria llorar, peinarse de manera adecuada otra vez, quitarse el maquillaje de la cara. Queria recuperar la calma, el control, la certidumbre acerca del orden de la vida, todo lo que habia sentido tres noches atras al leer aquellas cartas y rezar junto al fuego.

El toldo chasqueaba como la vela de un barco en medio de una tormenta. Los ninos jugaban, ninos contra ninas, persiguiendose sin pausa. Pasaron como una flecha junto a la mesa sobre la que estaba la estatua. Ella la observo, una solitaria figura femenina atesorando todo el poder de la vida.

Acepta…

La palabra la golpeo como un punetazo, ya no era el tranquilo susurro surgido de las oraciones junto a la chimenea de la otra noche, el susurro que no habia podido descifrar. Ahora era como un disparo.

Acepta…

Miro la estatua. No queria aceptar. Queria destruir. Su vida al completo. Pero tenia demasiado miedo de lo que habia al otro lado.

Ren empezo a acercarse atravesando el jardin, con cara de preocupacion. Los ninos jugaban a pillarse; las ninas chillaban. Isabel recorrio el trecho de camino hasta la estatua.

Acepta el…

Anna alzo la voz, ordenandole a los ninos que se alejasen del todo. Pero su advertencia llego demasiado tarde. El nino que iba delante tropezo con una de las estacas.

Acepta el…

– ?Isabel, cuidado! -grito Ren.

El toldo se tambaleo.

– ?Isabel!

?Acepta el caos!

Ella cogio la estatua de debajo del toldo y echo a correr.

24

En el viejo mundo de Isabel se habia abierto una grieta, y ella la atraveso. Llevaba aquella voz pegada a los talones, resonando en su cerebro. ?Acepta el caos!

Avanzo a toda prisa por uno de los lados de la casa con la gloriosa estatua apretada contra el pecho. Queria volar, pero no tenia alas, ni avion alguno, ni siquiera su Panda. Solo disponia de…

El Maserati de Ren.

Corrio hacia el. Tenia bajada la capota, y en ese dia presidido por el caos, las llaves colgaban del contacto, justo donde Giancarlo las habia dejado. Resbalo cerca del coche, beso la estatua y la deposito en el asiento del copiloto. Despues se recogio el vestido y salto por encima de la puerta.

El poderoso motor rugio cuando ella lo puso en marcha.

– ?Isabel!

Los coches bloqueaban la salida por tres lados. Piso el acelerador y salio por encima del cesped.

– ?Isabel!

Si hubiese sido una de sus peliculas, Ren se habria descolgado por un balcon y habria saltado sobre el coche cuando pasaba por debajo. Pero se trataba de la vida real, y era ella quien tenia el control.

Isabel condujo por la hierba, entre las hileras de matojos, hacia la carretera. Las ramas golpeaban los laterales del coche y los pedazos de tierra y hierba volaban. Una rama golpeo el retrovisor cuando paso entre los cipreses. Los neumaticos escupian grava. Cambio de marcha y el Maserati derrapo al girar para enfilar la carretera, dejandolo todo atras camino de la cima de la colina.

Acepta el caos. El viento le revolvia el cabello. Le echo un vistazo a la estatua y se echo a reir.

Un pedazo de madera salto contra el guardabarros cuando tomo el primer desvio. En el siguiente, destrozo un gallinero abandonado. Las oscuras nubes se arremolinaban a baja altura. Recordaba el camino a las ruinas del castillo donde habia estado con Ren para la operacion de vigilancia, pero se paso el desvio que buscaba y tuvo que girar en redondo en un vinedo. Cuando encontro el camino, los profundos surcos hicieron botar al coche. Piso el acelerador para seguir ascendiendo. El Maserati fue dando bandazos, y dio un ultimo brinco cuando alcanzo la cima. Isabel apago el motor, cogio la estatua y salio del coche.

Las sandalias resbalaban sobre las piedras. El viento era mas violento alli, pero los arboles la protegian de las peores embestidas. Apreto contra si la estatua con mas fuerza y siguio ascendiendo.

Cuando llego al final de la senda, salio a un claro. Una rafaga de viento la hizo tambalearse, pero no llego a caer al suelo. Frente a ella, las ruinas se recortaban contra el cielo tormentoso, y las oscuras nubes pasaban tan cerca de su cabeza que sintio ganas de hundir los dedos en ellas.

Encorvada contra el viento, paso bajo los arcos y las torres derruidas hasta llegar al extremo del muro. Se aferro con una mano a las piedras, con la otra sujetaba la estatua, y ascendio hasta lo mas alto. Luchando contra el viento, se puso en pie.

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