la doctora…

No termino la frase, pero no importaba: Maureen sabia exactamente a que se referia. Mientras miraban doblar la esquina y desaparecer a la concejala Jawanda, ambos cavilaban sobre la plaza vacante, y no la contemplaban como un espacio vacio, sino como el bolsillo de un mago, lleno de posibilidades.

VIII

La antigua vicaria era la ultima y mas grandiosa de las casas victorianas de Church Row. Se erguia al fondo, en medio de un gran jardin triangular, ante la iglesia de St. Michael and All Saints, situada en la acera de enfrente.

Tras recorrer presurosa los ultimos metros de la calle, Parminder forcejeo un poco con la cerradura y entro. No daria credito a la noticia hasta habersela oido a alguien mas, no importaba a quien; pero el telefono ya habia empezado a sonar en la cocina, presagiando lo peor.

—?Si?

—Soy yo.

El marido de Parminder era cirujano cardiovascular. Trabajaba en el hospital South West General de Yarvil y raramente llamaba por telefono a casa desde el trabajo. Parminder asia el auricular con tanta fuerza que le dolian los dedos.

—Me he enterado por casualidad. Tiene pinta de haber sido un aneurisma. Le he pedido a Huw Jeffries que le de preferencia a la autopsia. A Mary le hara bien saber que ha pasado. Es posible que se la esten practicando ahora mismo.

—Vale —susurro Parminder.

—Tessa Wall estaba alli. Llamala.

—Si. Vale.

Pero despues de colgar se dejo caer en una silla de la cocina y se quedo mirando embobada el jardin trasero, tapandose la boca con las manos.

Todo se habia hecho pedazos. Que los objetos siguieran alli —las paredes, las sillas, los dibujos de los ninos en las paredes— no significaba nada. Cada atomo de todo aquello habia estallado para reconstituirse en un instante, y su permanencia y solidez aparentes en realidad eran risibles; se disolveria todo con solo tocarlo, porque de pronto todo se habia vuelto fino y desmenuzable como el papel de seda.

Parminder no podia controlar sus pensamientos; estos tambien se habian desintegrado, y fragmentos aleatorios de memoria emergian para girar sobre si mismos y salir despedidos. Se vio bailando con Barry en la fiesta de Nochevieja de los Wall, y recordo la absurda conversacion que habian mantenido mientras volvian a pie de la ultima reunion del concejo parroquial.

—Vuestra casa tiene cara de vaca —le habia dicho ella.

—?Cara de vaca? ?Que significa eso?

—Es mas estrecha por delante que por detras. Da buena suerte. Pero esta orientada hacia un cruce. Eso da mala suerte.

—Pues asi, la buena y la mala suerte quedan compensadas —habia dicho Barry.

Ya entonces la arteria de su cabeza debia de haber empezado a dilatarse peligrosamente, sin que ninguno de los dos supiera nada.

Parminder fue a ciegas de la cocina al salon, que siempre estaba en penumbra, hiciera el tiempo que hiciera, por la sombra del altisimo pino escoces que se alzaba en el jardin delantero. Odiaba ese arbol, y si seguia alli era unicamente porque Vikram y ella sabian que los vecinos armarian un escandalo si lo cortaban.

No conseguia calmarse. Recorrio el pasillo y volvio a la cocina; levanto el auricular y llamo a Tessa Wall, que no contesto. Debia de estar en el trabajo. Temblando, Parminder se sento de nuevo en la silla de la cocina. Sentia un dolor tan grande y descontrolado que la aterrorizaba; era como si una bestia malvada hubiera surgido de entre las tablas del suelo. Barry, el pequeno y barbudo Barry, su amigo, su aliado.

Su padre habia muerto de la misma forma. Entonces ella tenia quince anos, y al volver del centro lo habian encontrado tumbado boca abajo en el jardin, junto al cortacesped, el sol calentandole el craneo. Parminder detestaba las muertes repentinas. Para ella, el deterioro lento y prolongado que tanto temia mucha gente era una perspectiva reconfortante; asi uno tenia tiempo para prepararse y organizarse, para despedirse del mundo.

Seguia tapandose la boca con las manos. Dirigio la vista hacia el grave y dulce semblante del guru Nanak clavado en el tablon de corcho.

A Vikram no le gustaba aquel retrato.

—?Que hace eso ahi?

—A mi me gusta —habia replicado ella, desafiante.)

Barry, muerto.

Bloqueo las intensas ganas de llorar con una frialdad que su madre siempre habia deplorado, sobre todo tras la muerte de su padre, cuando sus otras hermanas, sus tias y primas sollozaban y se golpeaban el pecho. «?Y ademas tu eras su favorita!» Pero Parminder guardaba sus lagrimas con celo en su interior, donde se sometian a una transformacion alquimica para luego salir convertidas en rios de lava de rabia que vertia periodicamente sobre sus hijos en casa y sobre las recepcionistas en el trabajo.

Todavia veia a Howard y Maureen detras del mostrador, el uno inmenso, la otra escualida, y en su imaginacion ellos la miraban desde arriba y le decian que su amigo habia muerto. Con un arrebato de ira y odio que casi agradecio, penso: «Se alegran. Creen que ahora ganaran.»

Volvio a levantarse, fue al salon y cogio del estante mas alto un volumen de los Sainchis, su flamante libro sagrado. Lo abrio al azar y leyo sin sorprenderse, mas bien con la sensacion de estar contemplando su expresion de desconsuelo en un espejo:

«El mundo es un abismo profundo y oscuro. Y la Muerte lanza sus redes desde todos los angulos.»

IX

Al despacho destinado a las sesiones de orientacion del instituto Winterdown se accedia por la biblioteca del centro. No tenia ventanas y lo iluminaba un unico tubo fluorescente.

Tessa Wall, la responsable de orientacion y esposa del subdirector, entro en la estancia a las diez y media, entumecida de cansancio y con una taza de cafe instantaneo bien cargado que se habia llevado de la sala de profesores. Era una mujer feucha, de escasa estatura, rolliza y de cara redonda, que se cortaba ella misma el canoso cabello —el flequillo casi siempre le quedaba un poco torcido— y llevaba ropa de tejidos naturales y bisuteria de madera y abalorios. La falda larga que se habia puesto ese dia era de algo parecido a la arpillera, y la habia combinado con una rebeca de punto grueso de color verde manzana. Tessa raramente se miraba en un espejo de cuerpo entero, y boicoteaba las tiendas donde hacerlo era inevitable.

Habia intentado mitigar el parecido del despacho con una celda, colgando en la pared un tapiz nepali que conservaba de su epoca de estudiante: un arco iris con un sol y una luna amarillo chillon que emitian rayos estilizados y ondulados. El resto de las paredes estaban adornadas con una serie de posters que ofrecian consejos utiles para potenciar la autoestima o numeros de telefono a los que se podia llamar anonimamente para pedir ayuda sobre diversos temas de salud mental y emocional. La directora habia hecho un comentario un tanto sarcastico la ultima vez que habia entrado en el despacho de orientacion: «Ya veo: y si falla todo lo demas, llaman al telefono de atencion al menor», dijo, senalando con el dedo el poster mas destacado.

Tessa se dejo caer en su silla con un debil quejido, se quito el reloj, que le apretaba, y lo dejo encima de la mesa, junto a unas hojas impresas y unas notas. Dudaba que ese dia fuera a avanzar mucho en los asuntos que tenia previstos; es mas, hasta dudaba que Krystal Weedon fuera a presentarse. Esta no tenia ningun reparo en marcharse del instituto cuando se enfadaba, se disgustaba o se aburria. A veces la detenian antes de que llegara a la verja y la hacian volver por la fuerza entre gritos y reniegos; otras veces eludia con exito la captura y faltaba a clase varios dias. A las once menos veinte sono el timbre, y Tessa siguio esperando.

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