momento de complicidad en la reunion del lunes por la manana no habia conducido a nada. Desde ese dia, ella no habia vuelto a mirarlo en el autobus, ni dado mas muestras de saber que Andrew existia. En las cuatro semanas que duraba ya su encaprichamiento, nunca habia hablado con Gaia. Ensayo frases para iniciar una conversacion en medio del jaleo de matematicas para tarugos. «Tuvo gracia lo de la reunion del lunes…»

—?Te pasa algo, Sukhvinder?

La senorita Harvey, que se habia inclinado sobre el trabajo de la chica para corregirselo, se habia quedado mirandola. Andrew vio que Sukhvinder asentia con la cabeza y se tapaba la cara con las manos, mientras seguia encorvada sobre la hoja.

—?Wallah! —susurro Kevin Cooper, sentado dos filas mas alla—. ?Wallah! ?Peanut!

Intentaba hacerles notar lo que ellos ya sabian: que Sukhvinder, a juzgar por el debil temblor de sus hombros, estaba llorando, y que la senorita Harvey, muy atribulada, intentaba en vano averiguar que le pasaba. Los alumnos, al detectar que la profesora habia vuelto a bajar la guardia, se pusieron a alborotar aun mas.

—?Peanut! ?Wallah!

Andrew nunca sabia si Kevin Cooper fastidiaba a proposito o sin darse cuenta, pero tenia el infalible don de crisparle a uno los nervios. El mote «Peanut» venia de lejos; Andrew cargaba con el desde primaria y siempre lo habia odiado. Fats habia conseguido que ese apodo pasara de moda a base de no utilizarlo nunca; siempre habia sido el arbitro final en esas materias. Cooper hasta confundia el mote de Fats: «Wallah» solo habia gozado de una breve popularidad el ano anterior.

—?Peanut! ?Wallah!

—Vete a la mierda, Cooper, carapolla —dijo Fats por lo bajo.

Cooper se habia vuelto en la silla e, inclinado sobre el respaldo, miraba fijamente a Sukhvinder, que estaba recogida sobre si misma, con la cara rozando el pupitre, mientras la senorita Harvey, agachada a su lado, agitaba comicamente las manos sin atreverse a tocarla, incapaz de arrancarle una explicacion. Algunos alumnos mas se habian percatado de aquella inusual interrupcion y miraban con curiosidad; pero, en la parte delantera del aula, varios chicos seguian alborotando, ajenos a todo lo que no fuera su propia diversion. Uno cogio el borrador de madera del escritorio de la senorita Harvey y lo lanzo.

El borrador atraveso limpiamente el aula y se estrello contra el reloj de pared del fondo, que cayo al suelo y se hizo anicos: fragmentos de plastico y piezas metalicas del mecanismo volaron en todas direcciones, y varias chicas, entre ellas la senorita Harvey, chillaron asustadas.

Entonces la puerta del aula se abrio abruptamente, chocando con estrepito contra la pared. La clase enmudecio en el acto. Cuby estaba en el umbral, rojo de furia.

—?Que esta pasando aqui? ?A que viene tanto ruido?

La profesora se levanto como un muneco de resorte y se quedo inmovil junto al pupitre de Sukhvinder, avergonzada y asustada.

—?Senorita Harvey! Su clase esta armando un jaleo tremendo. ?Se puede saber que ocurre?

La aludida se habia quedado sin habla. Kevin Cooper volvio a inclinarse sobre el respaldo de su silla y, con una sonrisa burlona, miro alternativamente a la profesora, a Cuby y a Fats.

Entonces hablo Fats:

—Pues veras, padre, si he de serte sincero, estabamos tomandole el pelo a esta pobre mujer.

Todos se echaron a reir. Un sarpullido granate se extendio por el cuello de la senorita Harvey. Fats se balanceaba sobre las patas traseras de la silla con aire desenfadado y gesto imperturbable, mirando a Cuby con una indiferencia desafiante.

—Ya basta —dijo este—. Si vuelvo a oir un ruido asi, os castigare a todos. ?Entendido? A todos.

Cerro la puerta dejando atras las risas.

—?Ya habeis oido al subdirector! —grito la senorita Harvey, y se apresuro hacia su escritorio, al frente del aula—. ?Silencio! ?Quiero silencio! ?Tu, Andrew, y tu, Stuart, recoged eso! ?Que no quede ni un solo trozo de reloj en el suelo!

Los dos amigos protestaron rutinariamente contra aquella injusticia y un par de chicas gritaron solidarizandose con ellos. Los verdaderos autores de los destrozos, a los que, como todos sabian, la senorita Harvey tenia miedo, permanecieron sentados intercambiando sonrisitas de complicidad.

Como solo faltaban cinco minutos para que terminara la jornada escolar, Andrew y Fats decidieron recoger con toda la calma del mundo, para asi poder dejar el trabajo sin terminar. Mientras Fats cosechaba mas risas dando saltitos de aqui para alla, con los brazos tiesos, imitando la forma de andar de Cuby, Sukhvinder se enjugo las lagrimas disimuladamente con la mano cubierta por el puno del jersey y volvio a caer en el olvido.

Cuando sono el timbre, la senorita Harvey no intento contener el estruendo ni la desbandada general hacia la puerta. Andrew y Fats escondieron con el pie varios fragmentos del reloj debajo de los armarios del fondo del aula y volvieron a colgarse del hombro las mochilas.

—?Wallah! ?Eh, Wallah! —llamo Kevin Cooper corriendo para alcanzar a Andrew y Fats por el pasillo—. ?En tu casa llamas «padre» a Cuby? ?En serio?

Creia haber encontrado algo con que echarle el guante a Fats; creia que lo habia pillado.

—Eres un gilipollas, Cooper —respondio Fats cansinamente, y Andrew se rio.

IV

—La doctora Jawanda lleva unos quince minutos de retraso —le informo la recepcionista.

—Bueno, no importa —dijo Tessa—. No tengo prisa.

Era tarde, y las ventanas de la sala de espera parecian parches translucidos de un azul cobalto. Solo habia otras dos personas alli sentadas: una anciana contrahecha que respiraba con dificultad y calzaba pantuflas, y una mujer joven que leia una revista mientras su hija hurgaba en el cajon de juguetes del rincon. Tessa cogio un manoseado ejemplar de la revista Heat de la mesita de centro, se sento y se puso a hojearla mirando las fotografias. El retraso le daria tiempo para pensar en lo que iba a decirle a Parminder.

Esa manana habian hablado un momento por telefono. Tessa habia estado muy contrita por no haberla llamado enseguida para contarle lo de Barry. Parminder le habia dicho que no pasaba nada, que no fuera tonta, que no estaba enfadada; pero Tessa, acostumbrada a bregar con personas fragiles y susceptibles, se dio cuenta de que Parminder, bajo aquel caparazon de puas, estaba dolida. Habia intentado explicarle que llevaba un par de dias agotada, y que habia tenido que ocuparse de Mary, Colin, Fats y Krystal Weedon; que se habia sentido desbordada, perdida e incapaz de pensar en otra cosa que no fueran los problemas inmediatos que le habian surgido. Pero Parminder la habia interrumpido en medio de su retahila de intrincadas excusas y le habia dicho, con voz serena, que pasara a verla mas tarde por la consulta.

El doctor Crawford, de pelo blanco y corpulento como un oso, salio de su despacho, saludo alegremente a Tessa con la mano y dijo: «?Maisie Lawford?» A la joven madre le costo convencer a su hija de que dejara el viejo telefono de juguete con ruedas que habia encontrado en el cajon. Con paciencia, se la llevo de la mano detras del doctor Crawford, y la nina volvio la cabeza para echar una mirada nostalgica a aquel telefono cuyos secretos ya nunca descubriria.

La puerta de la consulta se cerro. Tessa se dio cuenta de que tenia una sonrisa idiota en la cara y se apresuro a mudar la expresion. Seguro que acabaria convirtiendose en una de esas ancianas espantosas que hacian carantonas indiscriminadamente a los ninos pequenos y los asustaban. Le habria encantado tener una hija rubita y regordeta ademas de aquel nino escualido y moreno. Recordo a Fats de pequeno y penso en lo terrible que era que diminutos fantasmas de los propios hijos rondaran siempre el corazon de una madre; ellos nunca lo sabrian, y si llegaran a saberlo les horrorizaria que su crecimiento fuera una fuente inagotable de dolor.

Se abrio la puerta de la consulta de Parminder y Tessa levanto la cabeza.

—Senora Weedon —llamo Parminder.

Su mirada y la de Tessa se encontraron, y la doctora esbozo una sonrisa que en realidad no era tal, sino un mero estiramiento de los labios. La menuda anciana de las pantuflas se levanto con dificultad y echo a andar, renqueando, detras de Parminder, hasta desaparecer tras el tabique separador. Tessa oyo cerrarse la puerta de la doctora Jawanda.

Leyo los pies de foto de una serie de instantaneas en las que aparecia la mujer de un futbolista con los

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