diferentes modelitos que habia lucido en los cinco dias pasados. Examinando sus largas y bien torneadas piernas, Tessa se pregunto si su vida habria sido muy diferente de haber tenido unas piernas como aquellas. No conseguia ahuyentar la sospecha de que habria sido casi completamente distinta. Ella tenia unas piernas gruesas, cortas e informes; le habria gustado llevarlas siempre escondidas en unas botas de cana alta, pero era dificil encontrar unas en las que le cupieran las pantorrillas. Recordo que en una sesion de orientacion le habia dicho a una nina de complexion robusta que el fisico no importaba, que la personalidad era mucho mas importante. «Cuantas tonterias les decimos a los ninos», penso, y paso la pagina de la revista.
Una puerta que no se veia desde donde estaba sentada Tessa se abrio de golpe. Alguien gritaba con voz cascada.
—?Estoy peor que antes! ?No puede ser! ?Yo he venido para que me ayude! ?Es su trabajo… es su…!
Tessa y la recepcionista se miraron un instante y volvieron la cabeza hacia los gritos. Tessa oyo la voz de Parminder, con ese acento de Birmingham que no habia perdido pese a los anos que llevaba en Pagford.
—Senora Weedon, sigue usted fumando, y eso afecta a la dosis que tengo que recetarle. Si dejara el tabaco… Mire, los fumadores metabolizan la teofilina mas rapido, asi que los cigarrillos empeoran su enfisema y tambien reducen la eficacia del medicamento para…
—?No me grite! ?Estoy harta! ?Voy a denunciarla! ?Me ha recetado unas pastillas que no me valen! ?Quiero que me vea otro medico! ?Quiero que me vea el doctor Crawford!
La anciana aparecio por detras del tabique, cojeando, resollando y con la cara enrojecida.
—?Esa
Avanzo tambaleandose hacia la salida sobre sus piernas como palillos, arrastrando las pantuflas con paso inseguro, respirando broncamente y renegando tan alto como le permitian sus enfermos pulmones. La puerta de vaiven se cerro detras de ella. La recepcionista volvio a cruzar una mirada con Tessa. Oyeron cerrarse otra vez la consulta de Parminder.
La doctora tardo cinco minutos en reaparecer. La recepcionista mantuvo los ojos fijos en la pantalla de su ordenador y aparento no haber oido nada.
—Senora Wall —llamo Parminder con otra de aquellas sonrisas forzadas.
—?Que ha pasado? —pregunto Tessa una vez estuvieron a solas en la consulta.
—A la senora Weedon le alteran el estomago unas pastillas nuevas que toma —explico la medica serenamente—. Bueno, hoy toca analisis de sangre, ?no?
—Si —respondio Tessa, a la vez intimidada y dolida por el tono frio y profesional de Parminder—. ?Como estas, Minda?
—?Yo? Bien. ?Por que?
—Bueno… Se lo que Barry significaba para ti y lo que tu significabas para el.
Las lagrimas afloraron a los ojos de Parminder, que intento contenerlas, aunque demasiado tarde: Tessa ya las habia visto.
—Minda —dijo, poniendo su mano regordeta sobre la delicada mano de la doctora, pero esta la aparto como si le hubiera hecho dano.
Entonces, traicionada por sus propios reflejos, rompio a llorar a lagrima viva, sin poder esconderse en la pequena consulta, aunque se volvio en la silla giratoria.
—Cuando me di cuenta de que no te habia telefoneado me senti fatal —dijo Tessa, mientras Parminder realizaba aparatosos intentos de sofocar sus sollozos—. Queria morirme. Iba a llamarte —mintio—, pero no habiamos dormido, pasamos casi toda la noche en el hospital y luego tuvimos que ir directamente al trabajo. Colin se derrumbo en la asamblea de profesores y alumnos cuando lo anuncio, y luego provoco una escena lamentable con Krystal Weedon delante de todos. Para colmo, a Stuart no se le ocurrio nada mejor que faltar a clase. Y Mary esta destrozada… Lo siento mucho, Minda, se que debi llamarte.
—No seas tonta —repuso Parminder con voz destemplada, ocultando la cara tras un panuelo de papel que se saco de la manga—. Mary es mucho mas importante…
—Tu habrias sido una de las primeras personas a las que habria llamado Barry —continuo Tessa con tristeza y, horrorizada, tambien ella rompio a llorar—. Lo lamento mucho, Minda —insistio entre sollozos—, pero tenia que ocuparme de Colin y los demas.
—No digas tonterias —repuso Parminder tragando saliva y dandose toquecitos en las mejillas con el panuelo—. Las dos estamos diciendo tonterias.
«No es verdad. Venga, Parminder, dejate llevar por una vez…»
Pero la doctora cuadro los delgados hombros, se sono la nariz y se sento muy erguida.
—?Te lo dijo Vikram? —pregunto Tessa con timidez, y cogio unos panuelos de la caja que habia en la mesa de Parminder.
—No. Howard Mollison. En la tienda de delicatessen.
—Dios mio, Minda. Cuanto lo siento.
—No seas tonta. No pasa nada.
Llorar hizo que Parminder se sintiera mejor y se mostrara mas simpatica con Tessa, que tambien estaba secandose la cara, de expresion sencilla y bondadosa. Eso fue un alivio para Parminder, porque ahora que Barry ya no estaba, Tessa era la unica amiga de verdad que tenia en Pagford. (Siempre lo decia asi, «en Pagford», como si en algun otro lugar, fuera de aquel pueblecito, tuviera un centenar de amigos fieles. Ni siquiera ante si misma admitia que, en realidad, sus amistades se reducian a los recuerdos del grupo de condiscipulos del colegio de Birmingham, de los que la corriente de la vida la habia alejado hacia mucho; y a sus colegas de la facultad de medicina, que todavia le enviaban tarjetas de felicitacion en Navidad, pero que nunca iban a verla, y a los que ella nunca visitaba.)
—?Y Colin? ?Como esta?
Tessa solto un gemido.
—?Ay, Minda! Dios mio. Quiere presentarse como candidato para ocupar la plaza de Barry en el concejo parroquial.
La pronunciada arruga vertical entre las pobladas y oscuras cejas de Parminder se hizo mas profunda.
—?Te imaginas a Colin presentandose a unas elecciones? —anadio Tessa, apretando los panuelos humedos y arrugados que mantenia en el puno—. ?Enfrentandose nada menos que a Aubrey Fawley y Howard Mollison? ?Intentando llenar el vacio que ha dejado Barry, proponiendose ganar la batalla por el, asumiendo tanta responsabilidad…?
—Colin ya asume mucha responsabilidad en su trabajo —observo Parminder.
—No tanta —dijo Tessa sin pensar.
De pronto, se sintio desleal y rompio a llorar otra vez. Era todo muy raro; habia entrado en la consulta con el proposito de consolar a su amiga, y en cambio alli estaba, contandole sus problemas.
—Ya conoces a Colin, se lo toma todo tan en serio, tan a pecho…
—Pues, bien mirado, se las arregla muy bien —opino Parminder.
—Si, ya lo se —concedio Tessa cansinamente. No tenia animos para discutir—. Ya lo se.
Colin debia de ser la unica persona por la que la severa y reservada Parminder siempre mostraba compasion. A cambio, Colin no permitia que nadie dijera ni una palabra contra ella; era su defensor incondicional en Pagford. «Una medica de cabecera excelente —le soltaba a cualquiera que se atreviera a criticarla en su presencia—. La mejor que he tenido.» A Parminder no le sobraban los defensores; no era nada popular entre la vieja guardia de Pagford y tenia fama de no ser generosa con los antibioticos ni con la renovacion de las recetas.
—Si Howard Mollison se sale con la suya, ni siquiera habra elecciones —dijo Parminder.
—?Que quieres decir?
—Nos ha enviado un e-mail. Lo he recibido hace media hora.
Se volvio hacia la pantalla del ordenador, tecleo una contrasena y abrio su correo. Giro la pantalla para que Tessa pudiera leer el mensaje de Howard. En el primer parrafo expresaba su pesar por la muerte de Barry. En el siguiente insinuaba que, en vista de que ya se habia cumplido un ano del mandato de Barry, quiza fuera conveniente invitar a alguien a ocupar su plaza en lugar de iniciar el farragoso proceso de unas elecciones en toda regla.