que venia agudizandose en el desde hacia unos anos, relacionada con el desarrollo de los senos femeninos y la aparicion de las tiras de sujetador, visibles a traves de las camisas blancas del uniforme, y de una curiosidad tenida de aprension por saber que era realmente la menstruacion.
Fats tenia unas primas que a veces iban a visitarlos. Una vez, al entrar en el cuarto de bano de los Wall despues de que una de ellas, precisamente la mas guapa, lo utilizara, Andrew habia encontrado un envoltorio de compresa transparente en el suelo, junto a la papelera. Esa prueba, fisica y real, de que cerca de el una chica estaba teniendo la regla en aquel mismo momento fue para Andrew, que tenia trece anos, equiparable a la contemplacion de un cometa. Tuvo el tino de no contarle a Fats su hallazgo ni lo emocionante que le habia resultado. Recogio el envoltorio con dos dedos, lo tiro rapidamente a la papelera y despues se lavo las manos con mas esmero del que jamas habia puesto en esa prosaica tarea.
Andrew dedicaba mucho tiempo a curiosear en la pagina de Facebook de Gaia desde su ordenador portatil. Lo que veia alli era casi mas apabullante que ella en persona. Se pasaba horas mirando detenidamente fotografias de los amigos que Gaia habia dejado en la capital. Asi supo que provenia de un mundo muy diferente del suyo: tenia amigos negros, asiaticos, amigos con nombres que el nunca habria sabido pronunciar. Una fotografia en que ella aparecia en traje de bano se le habia grabado a fuego en el cerebro, asi como otra en la que salia apoyada en un chico sumamente atractivo de piel tostada. El chico no tenia acne, y en cambio si un poco de barba. Tras someter todos los mensajes de Gaia a un minucioso examen, Andrew habia llegado a la conclusion de que aquel chico tenia dieciocho anos y se llamaba Marco de Luca. Andrew analizaba las comunicaciones entre Marco y Gaia con la concentracion de un criptografo descifrando codigos secretos, incapaz de discernir si revelaban o no una relacion continuada.
Sus sesiones de Facebook solian estar tenidas de ansiedad, pues Simon, cuyo conocimiento de como funcionaba internet era limitado, y que desconfiaba instintivamente de la red por ser la unica parcela de la vida de sus hijos donde ellos eran mas libres y se sentian mas comodos que el, irrumpia a veces en sus dormitorios sin avisar a fin de comprobar que estaban haciendo. Simon aducia que queria asegurarse de que los chicos no inflaran exageradamente el importe de las facturas, pero Andrew sabia que aquello solo era una manifestacion mas de la necesidad de su padre de ejercer el control; por eso, cuando husmeaba en la pagina de Gaia, siempre mantenia el cursor sobre la casilla por si tenia que cerrarla.
Ruth seguia pasando de un tema a otro en un vano intento de que Simon pronunciara algo mas que bruscos monosilabos.
—?Oh! —exclamo de pronto—. Se me olvidaba, Simon: hoy he hablado con Shirley y le he dicho que a lo mejor te presentas al concejo parroquial.
Andrew recibio esas palabras como un punetazo.
—?Vas a presentarte al concejo? —pregunto.
Simon arqueo despacio las cejas. Le temblo levemente el menton y respondio con tono agresivo:
—?Por que? ?Pasa algo?
—No —mintio Andrew.
«Sera una puta broma, ?no? ?Tu, presentarte a unas elecciones? Ni hablar, joder.»
—Lo dices como si tuvieras algun inconveniente —anadio Simon sin dejar de mirarlo fijamente.
—No —repitio Andrew, y se concentro en su pastel de carne.
—?Que problema hay en que me presente al concejo? —insistio Simon.
No pensaba dejarlo pasar. Queria desahogar su tension con un catartico arranque de ira.
—No hay ningun problema. Es solo que me ha sorprendido.
—?Deberia habertelo consultado antes?
—No.
—Ah, que amable de tu parte. —Simon adelantaba la mandibula inferior, como solia hacer cuando se exaltaba hasta perder los estribos—. ?Ya has encontrado trabajo, gorron perezoso?
—No.
Simon lo fulmino con la mirada; habia parado de comer y sujetaba el tenedor, cargado con pastel de carne ya frio, ante la boca. Andrew volvio a concentrarse en su plato, mejor no provocar mas a su padre. La presion atmosferica de la cocina parecia haber aumentado. El cuchillo de Paul golpeteaba sobre el plato.
—Dice Shirley —intervino Ruth con voz chillona, decidida a simular que no pasaba nada hasta que ya resultara imposible ignorarlo— que lo pondran en la web del consejo, Simon. Lo que tienes que hacer para presentarte.
El no dijo nada.
En vista de que su ultimo y mejor intento habia fracasado, Ruth tambien guardo silencio. Temia estar en lo cierto respecto al motivo del mal humor de su marido. La atormentaba la ansiedad; se angustiaba por todo, siempre habia sido asi; no podia evitarlo. Sabia que a Simon lo sacaba de quicio que ella le pidiera que la tranquilizara. Lo mejor era no decir nada.
—Simon…
—?Que?
—No pasa nada, ?no? Me refiero al ordenador.
Era una pesima actriz. Intento aparentar serenidad y despreocupacion, pero le salio una voz aguda y crispada.
No era la primera vez que entraban articulos robados en su casa. Simon tambien habia encontrado la manera de amanar el contador de la electricidad, y en la imprenta hacia por su cuenta pequenos trabajos que cobraba en negro. A ella todo eso le provocaba algun que otro dolor de estomago y le impedia dormir; pero Simon despreciaba a la gente que no se atrevia a tomar atajos (y en parte lo que habia atraido a Ruth, desde el primer dia, era que aquel hombre duro, despectivo, grosero y agresivo con casi todo el mundo se habia tomado la molestia de conquistarla; que el, tan dificil de complacer, la habia escogido a ella y solo a ella).
—?Que me estas diciendo? —pregunto Simon en voz baja.
Toda su atencion se desvio de Andrew hacia Ruth, y se expreso con la misma mirada fija y ponzonosa.
—Bueno, no habra ningun… ningun problema, ?verdad?
Simon se vio asaltado por un brutal impulso de castigarla por intuir sus propios temores y agudizarlos con su zozobra.
—Pues mira, no pensaba decirte nada —dijo despacio, dandose tiempo para inventar una historia—, pero resulta que si hubo algun problema cuando los robaron. —Andrew y Paul dejaron de comer y observaban en silencio—. Le dieron una paliza a un vigilante jurado. Yo no me entere hasta despues. Espero que no vengan a reclamarme nada.
Ruth casi no podia respirar. No daba credito a la serenidad con que su marido hablaba de un robo con violencia. Eso explicaba que hubiera llegado a casa tan malhumorado; eso lo explicaba todo.
—Por eso es fundamental que nadie comente que lo tenemos —anadio Simon. Y fijo en todos, uno por uno, una mirada feroz con objeto de recalcarles los peligros que los amenazaban.
—No lo haremos —aseguro Ruth con un hilo de voz.
Con su rica imaginacion ya visualizaba a la policia en la puerta de su casa; el ordenador examinado; Simon detenido, acusado injustamente de robo con agravantes. Condenado a prision.
—?Habeis oido a papa? —les dijo a sus hijos apenas en un susurro—. No debeis contarle a nadie que tenemos un ordenador nuevo.
—Supongo que no pasara nada —tercio Simon—. Siempre que todos mantengamos las boquitas cerradas.
Y siguio comiendo el pastel de carne. Los ojos de Ruth saltaron de Simon a sus hijos, y de nuevo a su marido. Paul paseaba la comida por su plato en silencio, atemorizado. Pero Andrew no se habia creido ni una palabra de la historia de su padre. «Eres un mentiroso de mierda. Solo quieres asustarla, cabron.»
Cuando terminaron de cenar, Simon se levanto y dijo:
—Bueno, vamos a ver si el maldito trasto al menos funciona. Tu —senalo a Paul—, sacalo de la caja y ponlo con cuidado encima de la mesa. Con cuidado, ?me oyes? Y tu… —apunto a Andrew—, tu estudias informatica, ?no? Pues me iras diciendo que hay que hacer.
Fue al salon y sus hijos lo siguieron. Andrew sabia que era una trampa, que lo que queria su padre era que ellos lo estropearan todo. A Paul, que era enclenque y nervioso, quiza se le cayera el ordenador; y el,