desgraciado.

El himno toco a su fin. El hermano mayor de Barry se levanto para pronunciar unas palabras. Gavin no entendio que fuera capaz de hacerlo, con Barry de cuerpo presente justo delante de el bajo el girasol (cultivado a partir de una semilla, meses atras); y tampoco como podia estar Mary tan tranquila, cabizbaja, mirandose las manos unidas en el regazo. Gavin trato de buscar alguna interferencia que distrajera sus pensamientos y redujera el impacto de la elegia.

«Va a contar la historia de como se conocieron Barry y Mary, en cuanto acabe con este rollo de cuando era nino… Infancia feliz, jolgorios varios, ya, ya… Venga, vamos, cambia de tema…»

Tenian que volver a meter a Barry en el coche y llevarlo hasta Yarvil para enterrarlo en el cementerio de alli, porque el diminuto camposanto de St. Michael estaba lleno desde hacia veinte anos. Gavin se imagino bajando el feretro de mimbre a la fosa ante las miradas de aquella multitud. Comparado con eso, entrarlo y sacarlo de la iglesia no habia sido nada.

Una de las gemelas lloraba. Con el rabillo del ojo, Gavin vio a Mary tender una mano para asir la de su hija.

«Joder, acabemos de una vez. Por favor.»

—Creo que seria justo decir que Barry siempre supo lo que queria —estaba diciendo el hermano con voz ronca. Habia arrancado unas cuantas risas con historias de los aprietos del Barry nino. La tension era palpable en su tono—. Barry tenia veinticuatro anos cuando fuimos de fin de semana a Liverpool para mi despedida de soltero. La primera noche salimos del camping para ir al pub, y alli, detras de la barra, estaba la hija del dueno, una estudiante rubia y preciosa que les echaba una mano las noches de los sabados. Barry se paso la velada empinando el codo en la barra, charlando con ella, causandole problemas con su padre y fingiendo no conocer a los que armaban tanto escandalo en el rincon.

Se oyo una risa desganada. Mary tenia la cabeza cada vez mas gacha; aferraba con ambas manos las de los ninos, que la flanqueaban.

—Aquella noche, de vuelta en la tienda de campana, me dijo que iba a casarse con ella. «Eh, espera un momento, se supone que soy yo quien esta borracho», le dije. —Hubo mas risitas—. La noche siguiente, Baz nos obligo a ir al mismo pub. Cuando regresamos a casa, lo primero que hizo fue comprar una postal y mandarsela a la chica, diciendole que volveria el fin de semana siguiente. Se casaron al cabo de un ano de aquel primer encuentro, y creo que todos los que lo conocian coincidiran conmigo en que Barry sabia reconocer algo bueno nada mas verlo. Luego vinieron cuatro hijos maravillosos: Fergus, Niamh, Siobhan y Declan…

Gavin estaba concentrado en respirar hondo, tratando de no escuchar, y se preguntaba que narices podria decir su propio hermano sobre el en las mismas circunstancias. No habia tenido la suerte de Barry; no se podia decir que la historia de sus romances fuera muy bonita. Nunca habia entrado en un pub para encontrarse a la mujer perfecta detras de la barra, rubia, sonriente y dispuesta a servirle una pinta. No, a Gavin le habia tocado Lisa, que al parecer siempre penso que el no daba la talla; siete anos de guerra cada vez mas enconada habian culminado en una gonorrea; y entonces, sin apenas interrupcion, habia aparecido Kay, que se aferraba a el como una lapa agresiva y amenazadora.

No obstante, la llamaria mas tarde: no se veia capaz de volver a una casa vacia despues de todo aquello. Seria sincero y le diria que el funeral habia sido una experiencia espantosa y estresante, y que ojala hubiese ido con el. Eso la distraeria de cualquier resentimiento que abrigara por la discusion. No queria pasar la noche solo.

Dos bancos mas atras, Colin Wall sollozaba, con jadeos debiles pero audibles, cubriendose con un panuelo grande y mojado. Tessa tenia una mano apoyada en su muslo, ejerciendo una suave presion. Ella pensaba en Barry; en que habia contado con que la ayudara con Colin; en el consuelo que entranaba reirse juntos; en la ilimitada bondad de espiritu de Barry. Lo veia con claridad, bajo y con la cara colorada, bailando con Parminder en la ultima fiesta que habian organizado; imitando los reproches de Howard Mollison sobre los Prados; aconsejandole con tacto a Colin, como solo el podia hacerlo, que aceptara la conducta de Fats como propia de un adolescente y no de un sociopata.

A Tessa la asustaba lo que podia suponer para el hombre que estaba a su lado la perdida de Barry Fairbrother; temia que Colin le hubiese hecho al fallecido una promesa que no podria mantener, y que no comprendiera hasta que punto Mary le tenia antipatia, con la que estaba empenado en hablar. Y entre toda esa ansiedad, entre todo ese pesar que Tessa sentia, se abria paso, como un gusano insidioso, su preocupacion habitual: Fats, y como iba a evitar una explosion, como iba a conseguir que fuera con ellos al cementerio, o como podia ocultarle a Colin que no habia ido, lo cual, a la postre, seria mas facil.

—Acabaremos la ceremonia de hoy con una cancion elegida por las hijas de Barry, Niamh y Siobhan, que significaba mucho para ellas y su padre —concluyo el parroco, apanandoselas, mediante el tono de voz, para desvincularse de lo que venia.

El redoble de bateria sono tan fuerte por los altavoces ocultos que los presentes se sobresaltaron. Una voz con acento americano entono a todo volumen «A-ja, a-ja» y Jay-Z se lanzo a rapear:

Good girl gone bad— Take three— Action. No clouds in my storms… Let it rain, I hydroplane into fame Comin’ down with the Dow Jones…

Muchos creyeron que se trataba de un error. Howard y Shirley intercambiaron miradas de indignacion, pero nadie apreto el stop, ni corrio pasillo arriba pidiendo perdon. Entonces, una voz femenina potente y sexy empezo a cantar:

You had my heart And we’ll never be worlds apart Maybe in magazines But you’ll still be my star…

Los portadores volvian a recorrer el pasillo con el feretro, seguidos por Mary y los ninos.

…Now that it’s raining more than ever Know that we’ll still have each other You can stand under my umbuh-rella You can stand under my umbuh-rella

Los asistentes fueron saliendo lentamente de la iglesia, reprimiendose para no caminar al ritmo de la musica.

II

Andrew Price cogio la bicicleta de carreras de su padre por el manillar y la saco con cuidado del garaje, procurando no rayar el coche. Bajo los peldanos de piedra y atraveso la cancela; una vez en el asfalto, puso un pie en el pedal, se impulso unos metros y paso la otra pierna sobre el sillin. Doblo a la izquierda hasta la

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