—Aubrey quiere hablar conmigo sobre lo del concejo —dijo Miles blandiendo el movil—. Acabo de llamar a papa, y los Fawley nos han invitado a todos a cenar esta noche en Sweetlove…

—No, gracias —lo interrumpio Samantha.

De pronto sentia una furia inexplicable incluso hacia si misma. Salio de la cocina.

Pasaron el dia entero discutiendo, por toda la casa, en voz baja para no estropearles el fin de semana a sus hijas. Samantha se nego a cambiar de opinion o a exponer sus motivos. Miles temia su propia reaccion si se enfadaba con ella, y su actitud fue conciliadora o fria, dependiendo del momento.

—?Que crees que van a pensar si no vienes? —pregunto a las ocho menos diez, en el umbral de la sala de estar, a punto de irse, vestido con traje y corbata.

—No tiene nada que ver conmigo, Miles. Eres tu quien se presenta como candidato. —Le gusto verlo vacilar. Sabia que a el le horrorizaba llegar tarde, y sin embargo aun pretendia convencerla.

—Sabes que nos esperan a los dos.

—?De verdad? No he recibido ninguna invitacion.

—Oh, dejate de esas cosas, Sam. Sabes que cuentan contigo, dan por sentado que vas.

—Pues no se enteran de nada. Ya te lo he dicho: no me apetece ir. Mas vale que te des prisa, no querras hacer esperar a papa y mama.

Miles se fue.

Samantha espero a oir que el coche daba marcha atras en el sendero y entonces fue a la cocina, abrio una botella de vino y se la llevo con una copa a la sala de estar. Se imaginaba a Howard, Shirley y Miles cenando en la mansion Sweetlove. Seguro que Shirley tendria su primer orgasmo en muchos anos.

Sus pensamientos no dejaban de volver a lo que le habia dicho su contable aquella semana. Las ganancias habian bajado en picado, aunque a Howard ella le hubiese dicho lo contrario. De hecho, el contable habia sugerido cerrar la tienda y concentrarse en las ventas por internet. Eso supondria admitir el fracaso, y no estaba dispuesta a hacerlo. Para empezar, a Shirley le encantaria que la tienda cerrara; en ese tema se habia portado como una cerda desde el principio. «Lo siento, Sam, la verdad es que no es mi estilo, un poco exagerado para mi gusto.» Pero a Samantha le encantaba su tienda de Yarvil, decorada en rojo y negro; le encantaba salir de Pagford cada dia, charlar con las clientas, cotillear con Carly, su ayudante. Su mundo seria minusculo sin la tienda de la que se habia ocupado con tanto carino los ultimos catorce anos; en pocas palabras, se reduciria a Pagford.

(Pagford, el maldito Pagford. Nunca habia tenido intencion de vivir alli. Miles y ella habian planeado un ano sabatico antes de empezar a trabajar, dar la vuelta al mundo. Tenian el itinerario marcado en el mapa, los visados a punto. Samantha sonaba con caminar descalzos por las largas y blancas playas de Australia, cogidos de la mano. Y entonces se habia enterado de que estaba embarazada.

Una semana despues de la graduacion de ambos, al dia siguiente de haberse hecho la prueba de embarazo, viajo a Pagford y fue a Ambleside para ver a Miles. Se suponia que salian hacia Singapur al cabo de ocho dias.

Samantha no quiso darle la noticia en la casa de sus padres; temia que la oyeran, ya que se encontraba a Shirley cada vez que abria una puerta.

Asi pues, espero a que estuviesen sentados a una mesa en un oscuro rincon del Black Canon. Recordaba la rigidez de la mandibula de Miles cuando se lo dijo; de algun modo indefinible, parecio envejecer al enterarse de la noticia.

Se quedo sin habla de puro pasmo. Al cabo de unos segundos, dijo:

—Vale. Nos casaremos.

Le conto a Samantha que ya le habia comprado un anillo, que tenia intencion de declararse en algun sitio bonito, como la cima de Ayers Rock. Y, en efecto, cuando volvieron a la casa, Miles saco la cajita que ya habia escondido en su mochila. Era un pequeno solitario comprado en una joyeria de Yarvil con parte del dinero heredado de su abuela. Samantha se sento en el borde de la cama, llorando sin parar. Se casaron tres meses despues.)

A solas con la botella de vino, Samantha encendio el televisor. Aparecio en pantalla el DVD que habian estado viendo Lexie y Libby: una imagen congelada de cuatro chicos que cantaban con unas camisetas cenidas; parecian poco mas que adolescentes. Apreto el play. Cuando la primera cancion hubo acabado, aparecieron imagenes de una entrevista. Samantha fue apurando la botella mientras veia a los miembros del grupo intercambiar bromas, y luego ponerse muy serios cuando hablaban de lo mucho que querian a sus fans. Se dijo que habria sabido que eran americanos aunque los hubiera visto sin sonido. Tenian unos dientes perfectos.

Se hizo tarde; pulso pause y subio a decirles a las ninas que apagaran la PlayStation y se fueran a la cama; luego bajo de nuevo a la sala de estar, donde se habia tomado ya tres cuartas partes de la botella. No habia encendido las luces. Le dio al play y siguio bebiendo. Cuando se acabo el DVD, lo puso desde el principio y vio el trozo que se habia perdido.

A uno de los chicos se lo veia mas maduro que los otros tres. Ancho de hombros, sus biceps asomaban bajo las mangas cortas de la camiseta, y tenia el cuello grueso y la mandibula cuadrada. Samantha observo sus ondulantes movimientos; miraba a la camara con una expresion seria y distante en su atractivo rostro, muy anguloso y con cejas negras y picudas.

Penso en sus relaciones sexuales con Miles. Lo habian hecho por ultima vez hacia tres semanas. El comportamiento de el en la cama era tan predecible como un apreton de manos masonico. Uno de los dichos favoritos de Miles era: «Si no esta roto, no lo arregles.»

Se sirvio el resto del vino y se imagino haciendo el amor con el chico de la pantalla. Ultimamente, sus pechos tenian mejor aspecto con sujetador; cuando se tendia, se desparramaban en todas direcciones y ella se sentia fofa y horrible. Se vio de espaldas contra una pared, con una pierna levantada y el vestido recogido en la cintura, y a aquel chico fuerte y moreno con los vaqueros bajados hasta las rodillas, penetrandola una y otra vez…

Noto un vuelco en el estomago que se parecio bastante a la felicidad; entonces oyo el coche en el sendero, y un instante despues las luces de los faros recorrieron la oscura sala de estar.

Forcejeo torpemente con el mando a distancia para poner las noticias, lo que le llevo mas rato del debido; metio la botella de vino vacia debajo del sofa y aferro la copa de vino como si fuera un accesorio de atrezo. La puerta de entrada se abrio y volvio a cerrarse. A sus espaldas, Miles entro en la habitacion.

—?Que haces sentada aqui a oscuras?

Miles encendio una lampara y Samantha levanto la vista hacia el. Estaba tan impecable como al marcharse, salvo por las gotas de lluvia en los hombros de la chaqueta.

—?Que tal la cena?

—Bien. Te hemos echado de menos. Aubrey y Julia han lamentado que no pudieras ir.

—Oh, seguro que si. Y apuesto a que tu madre ha llorado de pura desilusion.

Miles se sento en una butaca que formaba angulo con la de ella, y la miro fijamente. Samantha se aparto el cabello de los ojos.

—?De que va todo esto, Sam?

—Si no lo sabes tu, Miles…

Pero ella tampoco estaba muy segura; o, al menos, no sabia como condensar en una acusacion coherente que se sentia cada vez mas maltratada.

—No veo por que el hecho de que me presente al concejo parroquial…

—?Por Dios, Miles! —exclamo ella, y le produjo un leve asombro el volumen de su propia voz.

—Explicamelo, por favor, ?en que te afecta a ti?

Samantha lo fulmino con la mirada, buscando una forma adecuada de expresarlo para que lo entendiera la mente de abogado pedante de su marido, que se pasaba el dia haciendo malabarismos con las palabras, pero era incapaz de captar el sentido general de las cosas. ?Que podia decir para que Miles lo entendiera? ?Que la interminable chachara de Howard y Shirley sobre el concejo parroquial le parecia un verdadero conazo? ?Que el mismo ya resultaba bastante aburrido con sus eternas anecdotas sobre los buenos tiempos en el club de rugby y su autobombo cuando hablaba del trabajo, sin necesidad de que se pusiera a pontificar sobre los Prados?

—Bueno, me habia dado la impresion —dijo por fin en la penumbra— de que teniamos otros planes.

—?Que planes? ?De que me estas hablando?

—Dijimos —repuso ella, articulando las palabras con cautela sobre el borde de la temblorosa copa— que

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