cuando las ninas hubiesen acabado la escuela primaria hariamos un viaje. Nos lo prometimos el uno al otro, ?te acuerdas?

La rabia y la tristeza indefinidas que la habian consumido desde que Miles habia anunciado su intencion de presentarse como candidato al concejo no la habian conducido en ningun momento a lamentarse de aquel ano sabatico perdido, pero ahora le parecio que ese era el problema real; o al menos que era la forma mas cercana que tenia de expresar la hostilidad y la anoranza que sentia.

El parecia desconcertado.

—?Quieres decirme de que estas hablando?

—Cuando me quede embarazada de Lexie —dijo Samantha levantando la voz— y no pudimos irnos de viaje, y tu punetera madre nos hizo casarnos a toda pastilla y tu padre te consiguio un empleo con Edward Collins, en ese momento, dijiste, acordamos, que lo hariamos cuando las ninas hubiesen crecido; que hariamos todas las cosas que nos habiamos perdido.

Miles nego lentamente con la cabeza.

—Todo esto es nuevo para mi —dijo—. ?A que demonios viene?

—Miles, estabamos en el Black Canon. Te dije que estaba embarazada y tu dijiste… por el amor de Dios, Miles… Te dije que estaba embarazada y tu prometiste, me prometiste…

—?Quieres ir de vacaciones? ?Es eso? ?Quieres que vayamos de vacaciones?

—No, Miles, no quiero unas malditas vacaciones, lo que quiero… ?No te acuerdas? ?Dijimos que cogeriamos un ano sabatico y lo hariamos mas adelante, cuando las ninas fueran mayores!

—Vale, muy bien. —Parecia confuso, y decidido a no hacerle caso—. Cuando Libby cumpla los dieciocho, dentro de cuatro anos, volveremos a hablar del tema. No veo por que el hecho de que sea concejal tiene que influir en este asunto.

—Bueno, aparte del punetero aburrimiento que supone oir como tu y tus padres os seguis quejando sobre los Prados durante el resto de vuestras vidas naturales…

—?Nuestras vidas naturales? —repitio Miles con una sonrisita—. ?Y que otras hay?

—Vete a la mierda —le espeto Samantha—. No te hagas el sabiondo, Miles; es posible que a tu madre le impresione, pero…

—Bueno, pues francamente sigo sin ver que problema…

—?El problema —estallo ella— es que se trata de nuestro futuro, Miles! Del futuro de los dos. ?Y no quiero hablar del tema dentro de cuatro anos, joder, quiero hablar ahora!

—Creo que harias bien en comer algo —repuso el, y se levanto—. Ya has bebido suficiente.

—?Que te follen, Miles!

—Perdona, pero si vas a seguir soltando groserias…

Se dio la vuelta y salio de la habitacion. Samantha apenas pudo contenerse para no arrojarle la copa de vino.

El concejo parroquial. Si se convertia en uno de sus miembros, nunca lo dejaria; jamas renunciaria al cargo, a la oportunidad de ser un pez gordo de Pagford, como Howard. Estaba comprometiendose una vez mas con Pagford, su pueblo natal; comprometiendose con un futuro muy distinto del que le habia prometido a su afligida novia cuando ella lloraba sentada en su cama.

?Cuando habian hablado por ultima vez de recorrer mundo? No estaba segura. Anos atras, quiza, pero esa noche Samantha llego a la conclusion de que ella, al menos, no habia cambiado de opinion. Si, siempre habia abrigado esperanzas de que un dia hicieran las maletas y se marcharan en busca de calor y libertad, a algun lugar a medio mundo de distancia de Pagford, Shirley, Mollison y Lowe, la lluvia, la estrechez de miras y la monotonia. Quiza llevara muchos anos sin anhelar las blancas playas de Australia y Singapur, pero preferia estar alli, incluso con sus muslos gruesos y sus estrias, que atrapada en Pagford, obligada a presenciar como Miles se convertia lentamente en Howard.

Se arrellano de nuevo en el sofa, tanteo en busca del mando y volvio a poner el DVD de Libby. El grupo, ahora en blanco y negro, recorria despacio una playa desierta, cantando. El chico de los hombros anchos llevaba la camisa abierta, que ondeaba con la brisa. Una fina linea de vello descendia desde su ombligo hasta perderse dentro de los vaqueros.

V

Alison Jenkins, la periodista del Yarvil and District Gazette, habia establecido por fin cual de los muchos hogares de los Weedon en Yarvil albergaba a Krystal. Habia sido complicado: no habia votantes censados en esa direccion y no aparecia ningun telefono fijo en el listin. Alison acudio en persona a Foley Road el domingo, pero Krystal habia salido, y Terri, hostil y suspicaz, se nego a decirle cuando volveria o a confirmar que viviera alli.

Krystal llego a casa solo veinte minutos despues de que la periodista se hubiese marchado en su coche, y madre e hija tuvieron otra pelea.

—?Por que no le has dicho que esperara? ?Iba a entrevistarme sobre los Prados!

—?A ti? Y una mierda. ?Para que cono iba a entrevistarte a ti?

La discusion fue subiendo de tono y Krystal volvio a marcharse a casa de Nikki, con el movil de Terri en el pantalon de chandal. Se llevaba a menudo su telefono; muchas peleas estallaban porque su madre le exigia que se lo devolviera y Krystal fingia no saber donde estaba. Tenia la vaga esperanza de que la periodista averiguara ese numero y la llamara a ella directamente.

Estaba en un cafe abarrotado y ruidoso en el centro comercial, contandoles a Nikki y Leanne lo de la periodista, cuando sono el movil.

—?Quien es? ?Eres la periodista?

—?Quien es?… ?Terri?

—Soy Krystal. ?Quien eres?

—… la… rmana…

—?Quien?

Tapandose con un dedo el otro oido, se abrio paso entre las mesas llenas de gente en busca de un sitio mas tranquilo.

—Danielle —dijo con voz fuerte y clara una mujer al otro lado de la linea—. Soy la hermana de tu madre.

—Ah, si —repuso Krystal, decepcionada.

«Esa cerda esnob hijaputa», decia siempre Terri cuando se mencionaba el nombre de Danielle. Krystal no estaba segura de haberla visto nunca.

—Llamo por tu bisabuela.

—?Quien?

—La abuelita Cath —explico Danielle sin disimular la impaciencia.

Krystal llego a la galeria que daba a la terraza del centro comercial. Alli habia buena cobertura; se detuvo.

—?Que pasa con ella? —quiso saber.

Sentia un nudo en el estomago, como cuando de pequena daba volteretas en una barandilla como la que tenia ahora delante. Diez metros mas abajo habia manadas de gente cargada con bolsas de plastico, empujando cochecitos o arrastrando crios.

—Esta en el South West General. Lleva alli una semana. Ha tenido un infarto.

—??Una semana?! —exclamo Krystal, y el estomago se le encogio aun mas—. Nadie nos ha dicho nada.

—Ya, bueno, es que casi no puede hablar, pero ha dicho tu nombre dos veces.

—?Mi nombre? —repitio asombrada Krystal, aferrando el movil.

—Aja. Creo que le gustaria verte. Es grave. Dicen que igual no se recupera.

—?En que sala esta? —pregunto Krystal, con la cabeza dandole vueltas.

—La doce, la unidad de vigilancia intensiva. Las horas de visita son de doce a cuatro y de seis a ocho,

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