?vale?
—?Esta…?
—Tengo que dejarte. Solo queria que lo supierais, por si quereis ir a verla. Adios.
La comunicacion se corto. Krystal se aparto el movil de la oreja y observo la pantalla. Apreto varias veces una tecla hasta que vio las palabras «no disponible». Su tia la habia llamado desde un numero oculto.
Krystal volvio junto a Nikki y Leanne, que supieron al instante que algo andaba mal.
—Ve a verla —dijo Nikki, y consulto la hora en el movil—. Si coges el bus, te plantas alli a las dos.
—Ya —repuso Krystal totalmente confusa.
Penso en ir a buscar a su madre, en llevarlos a ella y Robbie a ver a la abuelita Cath, pero un ano antes se habian peleado muchisimo, y su madre y la abuelita no mantenian contacto desde entonces. Krystal estaba segura de que seria muy dificil convencer a Terri de que fuera al hospital, y tampoco tenia muy claro que la abuelita Cath se alegrara de verla.
«Es grave. Dicen que igual no se recupera.»
—?Tienes pasta? —pregunto Leanne hurgando en los bolsillos, cuando las tres se dirigian a la parada del autobus.
—Si —respondio Krystal comprobandolo—. De aqui al hospital solo es una libra, ?no?
Tuvieron tiempo de compartir un pitillo antes de que llegara el 27. Nikki y Leanne la despidieron como si se fuera a algun sitio agradable. En el ultimo momento, Krystal tuvo miedo y deseo gritar «?Venid conmigo!», pero el autobus ya se apartaba del bordillo y Nikki y Leanne se alejaban, cotilleando.
El asiento era de una tela vieja, aspera y maloliente. El autobus traqueteo por la calle que rodeaba el centro comercial y doblo a la derecha para tomar una avenida importante flanqueada por las tiendas de las marcas mas conocidas.
El miedo se agitaba como un feto en el vientre de Krystal. Sabia que la abuelita Cath era cada vez mas mayor y mas fragil, pero habia tenido la vaga esperanza de que recuperara la vitalidad, de que volviera de algun modo a aquella flor de la vida que tanto habia parecido durar; que el pelo se le pusiera negro otra vez, que se le enderezara la columna y la memoria se le volviera tan afilada como la lengua. Nunca se le habia ocurrido que la abuelita Cath pudiera morirse; siempre la habia asociado con la resistencia y la invulnerabilidad. De haberlos considerado siquiera, el pecho deforme y el entramado de arrugas en el rostro de la abuelita le habrian parecido honrosas cicatrices sufridas en su triunfal batalla por la supervivencia. Ninguna persona cercana a Krystal habia muerto de vejez.
(La muerte acechaba a los jovenes en el circulo de su madre, a veces incluso antes de que sus rostros y cuerpos acabaran macilentos y consumidos. El cuerpo que Krystal habia encontrado en la banera cuando tenia seis anos pertenecia a un hombre joven y guapo, tan blanco y adorable como una estatua, o asi lo recordaba ella. Pero a veces el recuerdo se volvia confuso y dudaba que fuera asi. Le resultaba dificil saber que debia creer y que no. De nina habia oido muchas cosas que los adultos contradecian y negaban despues. Habria jurado que Terri le habia dicho: «Era tu papa.» Pero muchos anos despues le diria: «No seas tonta. Tu papa no esta muerto, esta en Bristol.» De manera que Krystal habia tenido que volver a hacerse a la idea de la existencia de Banger, que era como todos llamaban al hombre que supuestamente era su padre.
Pero la abuelita Cath siempre habia estado presente, en segundo plano. Krystal se habia librado de acabar en las garras de familias de acogida gracias a la abuelita, siempre dispuesta a ampararla en Pagford, una resistente aunque incomoda red de seguridad. Furibunda y soltando improperios, mostrandose tan agresiva con Terri como con los asistentes sociales, habia aparecido para llevarse a casa a su bisnieta igualmente rabiosa.
Krystal no sabia muy bien si habia adorado la casita de Hope Street o si la odiaba. Era sombria y olia a lejia. Le daba la sensacion de estar encerrada y al mismo tiempo de estar a salvo, completamente a salvo. La abuelita Cath solo permitia que franquearan la puerta personas de confianza. Habia anticuados dados de sales de bano en un frasco en la banera.)
?Y si habia alguien mas junto a la cabecera de la abuelita? No reconoceria a la mitad de su propia familia, y la idea de encontrarse a extranos de su misma sangre la atemorizaba. Terri tenia varias hermanastras, fruto de las multiples relaciones sentimentales de su padre, a las que ni siquiera la propia Terri conocia; pero la abuelita Cath trataba de seguirles la pista a todas, obstinandose en mantener el contacto con la extensa e inconexa familia engendrada por sus hijos. A veces, a lo largo de los anos, en casa de la abuelita habian aparecido parientes que Krystal no conocia. Le parecia que la miraban raro y que hablaban de ella por lo bajo con la abuelita; Krystal fingia no advertirlo y esperaba a que se fueran para poder volver a tener a la abuelita para ella sola. Le desagradaba especialmente la idea de que hubiera otros ninos en la vida de su abuelita Cath.
—?Quienes son? —le habia preguntado una celosa Krystal de nueve anos, senalando una fotografia enmarcada de dos ninos con uniformes del instituto Paxton que habia sobre el aparador.
—Dos de mis bisnietos —respondio la abuelita Cath—. Este es Dan y ese Ricky. Son tus primos.
Krystal no queria que fuesen sus primos, y no los queria en el aparador de su abuelita.
—?Y esa? —quiso saber, senalando a una ninita con rizos dorados.
—La pequena de mi Michael, Rhiannon, a los cinco anos. Era preciosa, ?verdad? Pero fue y se caso con un extranjero.
En el aparador de la abuelita Cath nunca habia habido una fotografia de Robbie.
«Ni siquiera sabes quien es el padre, ?verdad, zorra? No quiero saber nada mas de ti, me lavo las manos. Ya estoy harta, Terri, harta. Ya te apanaras tu sola.»)
El autobus siguio su lento recorrido por la ciudad, pasando ante los compradores de la tarde del domingo. Cuando era pequena, Terri la llevaba al centro de Yarvil casi todos los fines de semana, obligandola a ir en sillita mucho despues de que Krystal la necesitara, porque resultaba mas facil esconder cosas robadas en una sillita de paseo, ocultas bajo las piernas de la nina o entre las bolsas en la cesta de debajo del asiento.
A veces, Terri iba a las tiendas a robar acompanada de la unica de sus hermanas con la que se hablaba, Cheryl, que estaba casada con Shane Tully. Cheryl y Terri vivian a solo cuatro calles una de la otra, en los Prados, y cuando se peleaban, lo que sucedia con frecuencia, el lenguaje que empleaban dejaba petrificado al vecindario. Krystal nunca sabia cuando podia hablar con sus primos Tully y cuando no, pero ya no se molestaba en estar al dia y hablaba con Dane siempre que se lo encontraba. Habian echado un polvo una vez, cuando tenian catorce anos, despues de beberse una botella de sidra en el parque. Ninguno de los dos habia vuelto a mencionarlo. Krystal no estaba muy segura de si tirarse a un primo era legal o no pero, por un comentario que le habia oido a Nikki, se inclinaba a pensar que no.
El autobus subio por la calle que llevaba hasta la entrada principal del South West General y se detuvo a veinte metros de un edificio enorme, largo y rectangular, con la fachada gris y mucho cristal. Habia extensiones de cesped bien cuidado, unos cuantos arboles pequenos y un bosque de letreros.
Krystal se apeo detras de dos ancianas y se quedo de pie en la acera, con las manos en los bolsillos del pantalon de chandal, mirando alrededor. Ya no recordaba en que sala le habia dicho Danielle que tenian a la abuelita Cath; solo se le habia quedado grabado el numero doce. Se acerco con aire despreocupado al letrero mas cercano y lo miro entornando los ojos con fingida indiferencia. Lineas y mas lineas de escritura indescifrable, con palabras tan largas como uno de sus brazos y flechas que senalaban a izquierda y derecha y en diagonal. Krystal no leia bien; cuando se enfrentaba a una serie muy larga de palabras se sentia intimidada y se ponia agresiva. Tras lanzar varias miradas furtivas a las flechas y comprobar que alli no habia ningun numero, siguio a las dos ancianas hacia las puertas de cristal del edificio.
El vestibulo estaba abarrotado y la confundio aun mas que los letreros. Habia una tienda muy concurrida, separada del vestibulo principal por tabiques de cristal que iban del suelo al techo; varias hileras de sillas de plastico parecian llenas de gente comiendo bocadillos; una cafeteria muy bulliciosa en una esquina; y, en el medio, una especie de mostrador hexagonal donde unas mujeres atendian a los visitantes y tecleaban en sus ordenadores. Krystal se dirigio hacia alli sin sacar las manos de los bolsillos.
—?Donde esta la sala doce? —pregunto con rudeza a una de aquellas mujeres.
—Tercera planta —respondio ella, con un tono acorde al de la joven.
Krystal, por orgullo, no quiso preguntar nada mas; se dio la vuelta y se alejo, hasta que vio unos ascensores al fondo del vestibulo y se metio en uno que subia.
Tardo casi un cuarto de hora en encontrar la sala. ?Por que no ponian numeros y flechas en lugar de aquellas palabras tan largas y horribles? De pronto, cuando iba por un pasillo verde claro, con sus zapatillas rechinando en el suelo de linoleo, alguien la llamo por su nombre.