—?Estamos desbordados, senor Price! —exclamo Howard de buen humor—. Anda, consiguete un delantal limpio y pasales la bayeta a esas mesas mientras Gaia come algo.
Miles y Samantha Mollison se habian sentado a una mesa junto a la ventana con sus dos hijas y Shirley.
—Parece que va viento en popa —comento Shirley mirando alrededor. Entonces se fijo en Sukhvinder—. Pero ?que demonios lleva esa cria bajo el uniforme?
—?Vendajes? —sugirio Miles entornando los ojos para ver bien a la chica en el otro extremo del local.
—?Hola, Sukhvinder! —exclamo Lexie, que la conocia de la escuela primaria.
—No grites, carino —la regano su abuela, y Samantha sintio una punzada de rabia.
Maureen salio de detras de la barra con su vestidito negro y el delantal con volantes, y Shirley, con la taza de cafe en los labios, se quedo de una pieza.
—Madre mia —musito mientras Maureen se acercaba a ellos sonriendo de oreja a oreja.
Samantha se dijo que, en efecto, Maureen estaba ridicula, en especial junto a dos chicas de dieciseis anos con el mismo vestidito, pero no iba a darle a Shirley la satisfaccion de admitir que estaba de acuerdo con ella. Se volvio con gran alarde para mirar al chico que limpiaba las mesas alli cerca. Era flacucho, pero de hombros razonablemente anchos. Se le marcaban los musculos en movimiento bajo la camiseta holgada. Parecia increible que el trasero de Miles, ahora tan gordo, pudiera haber sido una vez asi de pequeno y prieto; entonces el chico se volvio hacia la luz y Samantha le vio el acne.
—No esta nada mal, ?verdad? —le comento Maureen a Miles con su voz de cuervo—. Ha estado a rebosar desde que hemos abierto las puertas.
—Bueno, chicas —dijo Miles a su familia—, ?que vamos a tomar para contribuir a las ganancias del abuelo?
De mala gana, Samantha pidio un plato de sopa, y en ese momento se les acerco Howard desde la tienda de delicatessen; llevaba el dia entero cruzando a la cafeteria cada diez minutos para saludar a los clientes y comprobar los ingresos en la caja.
—Un exito aplastante —le dijo a Miles, haciendose un hueco a su mesa—. ?Que te parece el local, Sammy? No lo habias visto, ?verdad? ?Te gusta el mural? ?Y la vajilla?
—Aja —repuso Samantha—. Muy bonitos.
—Estaba pensando en celebrar aqui mis sesenta y cinco —dijo Howard, y se rasco distraidamente la erupcion que aun no habian curado las cremas de Parminder—, pero no hay espacio suficiente. Creo que lo haremos en el centro parroquial, como habiamos decidido.
—?Cuando sera, abuelo? —pregunto la vocecita de Lexie—. ?Estoy invitada?
—El veintinueve, y tu, ?cuantos tienes ya, dieciseis? Pues claro que estas invitada —repuso Howard alegremente.
—?El veintinueve? —intervino Samantha—. Ay, pero…
Shirley la miro con severidad.
—Howard lleva meses planeandolo, y hace siglos que todos hablamos del asunto.
—… esa noche es el concierto de Libby —concluyo Samantha.
—Es algo del colegio, ?no? —pregunto Howard.
—No —contesto Libby—. Mama ha conseguido entradas para el concierto de mi grupo favorito. En Londres.
—Y yo la acompanare —anadio Samantha—. Libby no puede ir sola.
—La mama de Harriet dice que ella podria…
—Si vas a Londres, te llevo yo, Libby.
—?El veintinueve? —pregunto Miles mirando a Samantha muy serio—. ?El dia despues de las elecciones?
Ella solto la risa burlona que le habia ahorrado a Maureen.
—Se trata del concejo parroquial, Miles. No creo que tengas que ofrecer muchas ruedas de prensa.
—Bueno, pues te echaremos de menos, Sammy —concluyo Howard, y se levanto con esfuerzo, apoyandose en el respaldo de la silla de ella—. Sera mejor que siga con… Ya esta bien, Andrew, deja eso ya… Ve a ver si hace falta subir algo del sotano.
Andrew se vio obligado a esperar junto a la barra con la gente pasando ante el de ida y vuelta de los lavabos. Maureen cargaba a Sukhvinder con platos de bocadillos.
—?Como esta tu madre? —le pregunto la mujer a bocajarro a la muchacha, como si acabara de ocurrirsele.
—Bien —respondio ella ruborizandose.
—?No esta muy disgustada por ese asunto en la web del concejo?
—No —contesto Sukhvinder, pero los ojos se le humedecieron.
Andrew salio al patio de atras; a media tarde daba el sol y hacia una temperatura agradable. Confiaba en que Gaia estuviese alli, aireandose un poco, pero debia de haberse quedado en la trastienda. Decepcionado, encendio un cigarrillo. Apenas habia dado una calada cuando Gaia salio de la cafeteria, rematando el almuerzo con una lata de refresco.
—Hola —dijo Andrew con la boca seca.
—Hola —contesto ella, y al cabo de un instante anadio—: Eh, ?por que ese amigo tuyo trata tan mal a Sukhvinder? ?Es algo personal, o es racista?
—No, no es racista —respondio Andrew.
Se quito el pitillo de la boca, intentando que no le temblaran las manos, pero no se le ocurria nada mas que decir. El sol que se reflejaba en los cubos de basura le calentaba la sudorosa espalda; estar tan cerca de ella con aquel entallado vestidito negro era casi insoportable, en especial ahora que habia visto lo que ocultaba debajo. Dio otra calada; no creia haberse sentido nunca tan deslumbrado, tan vivo.
—?Y que le ha hecho ella?
La curva de las caderas hasta la estrecha cintura; la perfeccion de aquellos ojos grandes y moteados por encima de la lata de Sprite. Andrew tuvo ganas de decir: «Nada, es un cabron, le pegare un punetazo si me dejas tocarte…»
Sukhvinder salio al patio, parpadeando por el sol; parecia incomoda y acalorada con la camiseta de Gaia.
—Quiere que vuelvas a entrar —le dijo a esta.
—Pues que espere —repuso Gaia con frialdad—. Voy a acabarme esto. Solo he tenido cuarenta minutos.
Andrew y Sukhvinder la contemplaron mientras daba sorbos a la lata, impresionados por su arrogancia y su belleza.
—?No estaba diciendote la bruja algo sobre tu madre hace un momento? —le pregunto Gaia a Sukhvinder, que asintio con la cabeza—. Pues a mi me parece que fue el amiguito de este —continuo Gaia, mirando a Andrew, y a el su enfasis en «de este» le resulto absolutamente erotico, aunque lo hubiese dicho con tono despectivo— quien colgo ese mensaje sobre tu madre en la web.
—No pudo ser Fats —dijo Andrew con voz levemente temblorosa—. El que lo hizo se metio tambien con mi padre, hace un par de semanas.
—?Como? —se intereso Gaia—. ?La misma persona colgo algo sobre tu padre?
El asintio, encantado de ser objeto de su interes.
—Decia que robaba, ?no? —intervino Sukhvinder con considerable valentia.
—Si. Y ayer lo despidieron. —Y mirando a los ojos a Gaia, casi sin vacilar, anadio—: Asi que su madre no es la unica persona que ha sufrido.
—Que fuerte —solto Gaia, y apuro la lata antes de lanzarla a un cubo de basura—. En este pueblo estan como putas cabras.
IV