– Si, las cosas van muy bien, de verdad. Entonces… bueno, nos veremos el fin de semana que viene. O el siguiente.

– El proximo fin de semana, claro… -Melanie se interrumpio y entrecerro los ojos. Siendo la reina de los mentirosos, manipuladores y estafadores, podia reconocer a uno entre un millon-. No me has respondido, Em. ?Habeis contratado una enfermera?

– Eh, si, y esta haciendo un trabajo magnifico.

Aparentemente cansado de esperar, Justin deslizo las dos manos por las piernas de Mel y comenzo a jugar con lo que encontro entre ellas.

Melanie cerro los ojos. ?De verdad queria interrogar a su sobrina cuando tenia a aquel hombre maravilloso deseando rendir culto a su cuerpo?

En aquel momento, aquel hombre maravilloso deslizo un dedo en su interior.

– De acuerdo, te llamare dentro de unos dias para ver como va todo -consiguio decir-. Adios, carino…

A los diecisiete anos, Ben se habia tomado el embarazo de Rachel como si fuera el final del mundo. Habia estrechado su mano y habia descubierto que Rachel tenia los dedos helados.

– Todo va a salir bien.

Con una risa atragantada, Rachel habia liberado su mano.

– ?De verdad? ?Y como es posible, Ben? Voy a tener un bebe, por el amor de Dios.

Si, un bebe. El estomago le daba vueltas, pero podia ser por culpa del hambre, puesto que no habia comido nada desde la hora del almuerzo.

Miro a Rachel y el corazon se le encogio en el pecho. Dios, la amaba. Ridiculamente. ?Quien habria pensado que aquel joven que no servia para nada pudiera llegar a sentir algo tan intenso que no era capaz de respirar ni de hacer nada si Rachel no formaba parte de su mundo?

E iban a tener un hijo. Por culpa de un accidente, iban a crear una vida, una vida perfecta… Y, de pronto, su panico se transformo en algo mucho mas ligero, mucho mas cercano… al jubilo.

– Casate conmigo.

– Ben…

– Mira, te quiero y eso nunca cambiara. A la larga habriamos terminado casandonos, asi que lo unico que vamos a hacer es adelantar un poco los planes.

– Pero… ?donde viviremos?

– Bueno, empezaremos viviendo en Sudamerica, pero…

– Ben…

– Tendremos que ir a Africa en otono, y despues…

– Ben…

La estaba perdiendo, podia oirlo en su voz, asi que continuo hablando tan rapido como pudo.

– Y despues tendremos que ir a Irlanda, porque…

Rachel le agarro las manos y se las llevo al corazon. Sus enormes ojos brillaban y hablaba tan bajo que Ben tuvo que inclinarse para oirla.

– Ben, escuchame. Me amas, y para mi eso es casi un milagro, creeme, pero no puedo. No puedo convertirme en la senora Asher.

– Entonces no te cambies el apellido -contesto, malinterpretandola deliberadamente-. A mi eso no me importa, Rach. Yo solo te quiero a ti.

– No puedo. No puedo darte lo que quieres. Somos demasiado diferentes.

– Las diferencias no importan. Mira, Rachel, yo voy a irme y tu vas a venir conmigo. Nos queremos y…

– ?No! Dios mio, ?es que no lo entiendes? Yo… no te quiero, ?de acuerdo? No te quiero.

Ben no podia moverse, no podia respirar.

– Lo siento -Rachel tomo aire y se levanto. Sus ojos volvian a ser inescrutables, como si estuviera escondiendose de el. Algo que se le daba muy bien-. Y no quiero volver a verte. Adios, Ben.

– Rach…

– Vete, por favor -habia susurrado con la voz rota-. Vete.

Era una peticion que le resultaba dolorosamente familiar. Rachel no lo amaba y queria que se marchara. Estupendo. El no iba a suplicarle.

– Adios, Rachel -le dijo, pero ella ya se habia marchado, desvaneciendose en la noche.

Ben se desperto jadeante del infierno particular de sus recuerdos. Estaba en la cama, empapado en sudor y jadeando como si hubiera corrido una maraton.

No, no estaba en el infierno, pero se le parecia mucho. Las paredes parecian cerrarse sobre el, estrangularlo.

?Cuanto tiempo tardaria en salir de la ciudad? ?Del pais? Asia parecia estar suficientemente lejos. Seguramente podria llegar a Asia. Tras soltar un juramento, se froto la cara, justo en el momento en el que alguien saltaba a su lado en el colchon.

Emily se sento en su cadera con una alegre sonrisa.

– Buenos dias, papa.

Y basto eso para que su corazon suspirara. Incorporandose de aquella montana de almohadas, dejo escapar un tremulo suspiro. Asada. Rachel.

Emily.

Definitivamente, estaba en el infierno.

– Buenos dias, carino.

– ?No has dormido bien?

– Si, he dormido estupendamente.

Pero la verdad era que no. La ultima llamada que habia recibido en el movil la noche anterior era de uno de sus editores. Habian recibido una carta en la revista en un extrano sobre de color verde olivo: todavia tendras que pagarmelas, decia.

Evidentemente, era de Asada, pero el hecho de que procediera de America del Sur le daba alguna esperanza. Asada todavia no sabia donde estaba.

– Pareces cansado, papa. Quiza deberias dormir mas.

– Em, deja de gritar, me estas destrozando el cerebro.

– Lo siento -se quedo callada, un milagro temporal, estaba seguro-. Mama todavia esta durmiendo. ?Quieres salir a disfrutar de una buena dosis de colesterol antes de que tenga que irme a la carcel?

– El colegio no es una carcel, Em.

– Este colegio si.

– Bueno, ?y en que consiste esa dosis de colesterol?

– Huevos revueltos, una montana de beicon y el mejor estofado que hayas probado en toda tu vida. Es en el Joe’s, justo al doblar la esquina. Mama odia ese lugar, pero ella no sabe disfrutar de la vida.

Ben desvio la mirada hacia el reloj y consiguio contener un gemido cuando vio que las tres agujas estaban senalando el numero cinco.

– Pero todavia no son ni las seis -y, teniendo en cuenta los cambios horarios, solo Dios sabia que hora era para su cuerpo.

– Claro, por eso esta durmiendo mama. Vamos, asi no se enterara -salto de la cama y le tiro del brazo-. Podemos pedir un batido de chocolate doble. Son enormes.

Ben rara vez comia antes de las doce y habia pasado tanto tiempo desde la ultima vez que habia estado en los Estados Unidos que suponia que no podia culpar a su estomago por hacerle decir esperanzado:

– Dame cinco minutos para ducharme.

– Ya te ducharas mas tarde -lo saco practicamente de la cama y le tiro los vaqueros y la camiseta que Ben se habia quitado el dia anterior.

– Date prisa. Estoy hambrienta.

– De acuerdo, me olvidare de la ducha, pero aun asi, necesito un par de minutos.

– Papa…

– ?Dos minutos! -repitio, colocando una mano en el rostro de su hija y empujando suavemente hasta sacarla de la habitacion.

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