El suspiro de Emily le llego a traves de la puerta.
– Te esperare en el porche. Dos minutos. Ciento veinte segundos. No dos minutos de mama, que son veinte.
– Em, no. En el porche no -no queria que estuviera fuera sin vigilancia-. Esperame dentro.
– Si, si. Dos minutos, ?de acuerdo?
– Y dentro.
– Trato hecho.
Ben utilizo la mitad de aquellos dos minutos para revisar sus mensajes, esperando tener alguno del agente Brewer. Despues de la ultima carta de Asada, habia prometido redoblar sus esfuerzos, pero no habia ninguna noticia nueva aquella manana.
Se lavo los dientes y se paso la mano por el pelo. Una rapida mirada al espejo le aseguro que no estaba en condiciones de aparecer en publico. Tenia el pelo demasiado largo y necesitaba un buen afeitado. Estaba mas delgado de lo que recordaba y habia nuevas arrugas alrededor de sus ojos. Una dosis de colesterol, si, suponia que podia utilizar aquellas semanas para engordar un poco.
Arriesgando los pocos segundos que le quedaban antes de que Emily fuera a buscarlo, salio del dormitorio. Y, como era un estupido, poso la mano en el pomo de la puerta de Rachel y lo giro. Empujo la puerta. La cama estaba cubierta de almohadones y mantas y habia un pequeno bulto inmovil en medio de todas ellas.
Se acerco. No se veia a Rachel por ninguna parte, asi que aparto las sabanas de su rostro.
Rachel se habia cubierto la cabeza con un panuelo y tenia el ceno fruncido. Pero tras un ligero movimiento, volvio a relajarse, sumida como estaba en el sueno mas profundo.
Quiza no estuviera al borde de la muerte, como Emily le habia hecho creer, pero sufria muchos dolores. Todas aquellas dolorosas heridas la hacian parecer muy vulnerable, algo que le resultaba especialmente duro, porque Rachel jamas habia sido una mujer fragil. Era, de hecho, un pilar de fuerza. Una mujer llena de valor y orgullo, sorprendentemente inteligente y extraordinariamente bella. Pero nunca habia sido una mujer fragil.
Dejando escapar una suave exhalacion, Rachel giro sobre su lado bueno, esbozo una mueca de dolor y volvio a quedarse quieta. Sus cremosos hombros quedaban al descubierto gracias a los tirantes de aquel pijama asombrosamente erotico que le habia puesto el dia anterior.
Ben dejo escapar una bocanada de aire. Mientras la desnudaba y deslizaba las manos por todo su cuerpo no se habia permitido pensar. Pero lo estaba haciendo en aquel momento. Rachel era devastadoramente bella a los diecisiete anos. Pero a los treinta, su belleza se habia intensificado. Continuaba teniendo aquella marca de nacimiento en la parte interior del muslo. El adoraba aquella marca, le encantaba posar en ella los labios y…
Y aquellos pensamientos solo iban a servir para causarle problemas. Como si no tuviera suficientes.
Le dirigio una ultima mirada, sintiendose como si el fuera un sediento y Rachel un enorme vaso de agua.
En otro tiempo, se habia avergonzado de necesitar tanto a una mujer que se enorgullecia de no necesitar nunca a nadie.
Y que, sin embargo, continuaba necesitandolo aunque ella no lo supiera.
Rachel dejo escapar un pequeno murmullo, casi un gemido, que le desgarro el corazon.
– No pasa nada -susurro Ben y poso la mano en su hombro.
Rachel siempre habia tenido la piel suave, dulce y cremosa y en eso no habia cambiado tampoco.
– Duerme.
Bajo su mano, la respuesta de Rachel fue gratificantemente inmediata. Se relajo. Solo porque el habia hablado.
La curva de su seno presionaba el borde de su camisola y Ben tuvo que obligarse a apartar la mano y metersela en el bolsillo. Sintiendose como un pervertido por desear tocarla, la arropo y se recordo a si mismo los motivos por los que estaba en South Village.
Dio media vuelta y vio la correspondencia que se apilaba encima de la comoda. Durante la cena de bienvenida del dia anterior, justo en ese mismo dormitorio, Ben habia conocido a Garret, el vecino de Rachel. Al parecer, siempre les llevaba el correo. Ben se habia preguntado sombrio que mas podia querer llevarle a Rachel, pero habia decidido que era una tonteria darle tanta importancia.
Se dispuso a salir de la habitacion, pero se detuvo bruscamente al ver el borde de un sobre que asomaba entre todas las cartas. La vision de aquel papel de color verde olivo le corto la respiracion. Tras dirigirle a Rachel una rapida mirada, saco el sobre del monton.
Iba dirigido a el, con aquella letra que estaba comenzando a reconocer demasiado bien. El remite decia unicamente:
Otra carta. Con el sobre abrasandole los dedos, salio al pasillo, lo abrio y leyo la carta:
– Has tardado cinco minutos -musito Emily cuando Ben bajo por fin por la escalera.
Estaba sentada en el vestibulo, con las piernas cruzadas y un larguisimo cable de telefono entre su portatil y la conexion telefonica que, segun Rachel, utilizaba para hablar con sus unicos amigos, amigos ciberneticos, por cierto. Desenchufo la conexion y se levanto.
– La proxima vez baja por la barra, es mas rapido.
Ben habia dedicado un minuto mas en llamar a su contacto del FBI.
– De acuerdo.
– ?Estas listo?
– Si -contesto Ben, forzando una sonrisa.
Salieron. Ben reviso concienzudamente la cerradura de la puerta y cerro mirando a su alrededor con ojos de halcon. Habia un hombre haciendo deporte, un repartidor de periodicos y una mujer patinando. Nada extraordinario en South Village, pero la necesidad de abrazar a Emily y llevarsela a cualquier otro lugar en el que pudiera estar segura durante el resto de su vida era muy fuerte.
Y tambien estaba Rachel. Lo que sentia al tener que protegerla era mucho mas complicado. En una ocasion, Rachel le habia dado la espalda. Y, sin embargo, el se sentia incapaz de hacer lo mismo.
Garret estaba sentado en los escalones de su porche, bebiendo un cafe y leyendo el periodico. Era un hombre alto, musculoso y tenia aspecto de ser capaz de derribar a cualquiera que se le pusiera por delante. Ben suspiro con resignacion.
– ?Vas a estar un rato por aqui?
– Si -contesto Garret, mirandolo por encima del borde del periodico.
– ?Podrias estar pendiente de ella durante unos minutos? -senalo hacia la puerta.
Garret miro hacia la casa y despues miro de nuevo hacia Ben.
– ?Crees que puede surgir algun problema?
– Yo siempre espero problemas.
– En ese caso, me quedare vigilando.
Aunque todavia era primavera, estaban en el sur de California, lo que queria decir que habia dos estaciones: la caliente y la mas caliente. Incluso a aquella hora, Ben podia predecir que para las doce el dia iba a ser un infierno.
Su hija lo condujo hacia la cafeteria. Durante el trayecto, se cruzaron con una sorprendente cantidad de personas para ser las seis de la madrugada.
– Son los mas madrugadores -anuncio Emily alegremente-. ?Sabias que los fines de semana pasan por aqui cerca de veinte mil personas?
De las que, si por el fuera, sobrarian diecinueve mil novecientas noventa y nueve.
Pasaron por delante de una heladeria, que tambien estaba abierta.
– ?No te encanta estar aqui? -le pregunto Emily-. Puedes comprar helado a cualquier hora del dia.
?Que si le encantaba? Lo que le encantaria seria estar a cinco mil kilometros de distancia. El no pertenecia a aquel lugar y toda aquella tension le hacia sentirse triste. Vacio.
Pero en cuanto reconocio la felicidad y la expectacion en la mirada de su hija, decidio abandonar aquel sentimiento.
Por lo menos de momento, no iba a poder ir a ninguna parte.
– Es aqui.