La puerta de la calle estaba abierta. Maldita fuera, tendria que pedirle que tuviera mas cuidado. Dejo a la perrita en el suelo del vestibulo y corrio hacia al murmullo de voces procedente de la cocina.
– Estaba abierta la puerta de la calle, maldita sea.
– Oh, he sido yo -le informo Adam-. ?Quieres una galleta?
Ben se quedo mirando fijamente al contable de Rachel.
– No -contesto.
Se volvio hacia ella. Iba vestida con un vestido de verano que, imaginaba, probablemente se habia puesto ella misma haciendo un gran esfuerzo, pero aun asi, no pudo evitar preguntarse si aquel angelical contable la habria ayudado.
Y si asi era, ?se le habria acelerado el pulso como se le aceleraba a Ben cuando la acariciaba?
?Y habria abierto ella los labios, invitandolo a besarla?
Maldita fuera, y a el que le importaba. Ademas, tenia que resolver aquello rapidamente, antes de que la perrita hiciera alguna estupidez.
– No puedes dejar la puerta abierta.
– ?Y eso podria tener algo que ver con la llamada de telefono que te ha hecho irte de casa al amanecer?
Ben se quedo mirandola durante largo rato, hasta que Adam se acerco a la mesa y se sento en frente de ella.
– En cualquier caso, no estaba sola -Adam sonrio-. Y en este barrio el indice de delitos es notablemente bajo.
– Mira, Adam, te lo agradezco, pero…
– ?Que agradeces que? -se maravillo Rachel, lanzando fuego por los ojos-. ?Que es lo que agradeces, Ben? - casi ronroneo-. No te pertenezco, ni siquiera tendrias por que estar aqui. No tienes ninguna responsabilidad sobre mi.
Ben puso los brazos en jarras e intento adivinar la manera de salir de aquel desastre. Pero no habia ninguna.
Estupidamente, se pregunto que estaria haciendo la perrita y cuantos danos podria haber causado en los dos minutos que llevaba sola.
Adam abrio uno de los recipientes que llevaba Ben y le sonrio a Rachel.
– Son tus platos favoritos, Rachel. A lo mejor ahora eres capaz de comer algo -miro a Ben-, ha adelgazado mucho.
Tras haber podido posar el dia anterior sus ojos y sus manos en cada centimetro de aquel cuerpo, Ben estaba dispuesto a defender ante cualquiera que Rachel estaba condenadamente bien. Pero iba a olvidarlo, iba a olvidar lo que era sentir su piel. Iba a olvidar su fragancia. Iba a olvidarlo todo.
– Adam tiene razon, deberias comer -se dirigio hacia la puerta-. Salgo de aqui.
– Si, tu siempre tienes un pie fuera de aqui -dijo Rachel-, has tenido un pie fuera de aqui desde el dia en el que apareciste.
?Y no era cierto? Era ironico, penso Ben, tener que utilizar a Adam como excusa para desvanecerse cuando solo unos dias atras habria querido abofetearlo por besar a Rachel en la mejilla.
Una vez en el cuarto de estar, rescato a la perrita errante, que estaba mordisqueando alegremente una sandalia negra que, imaginaba, era de Emily. Ben llevo la sandalia y la cachorra a la habitacion de Emily.
– Esta tarde se descubrira tu secreto -le advirtio-. Hasta entonces, saldras y dormiras cuando yo te lo diga. Y no quiero problemas, ?me has oido…?
En respuesta, Parches se tumbo boca arriba, exponiendo alegremente su barriguita mientras le lamia a Ben la muneca. Cuando Ben se dirigio hacia la puerta, ella lo siguio.
– Oh, no -dijo Ben entre risas-, eres la perrita de Emily, no la mia.
Parches pestaneo con tristeza.
– Eh, tienes suerte de que Rachel no este en buenas condiciones fisicas, porque, creeme, en caso contrario, estarias ya condenada.
Era cierto, cuando Rachel estaba en plenas facultades, no pasaba nada por alto. Absolutamente nada.
De pronto, Ben recordo su ultimo dia en South Village.
Le habian enviado ya el billete de avion, le habian pagado su primer salario y tenia la maleta preparada. No habia nada que deseara mas en el mundo que dejar para siempre South Village, pero aun asi, habia vacilado. No podia marcharse sin ver a Rachel una vez mas.
Con todo el peso del orgullo, se habia dirigido a la casa de los Wellers. Era una casa tan grande que habia imaginado que podrian vivir en ella cincuenta personas sin cruzarse.
Todavia estaba a tiempo de dar media vuelta y marcharse, y nadie sabria que habia ido a suplicarle a Rachel que lo quisiera como nadie lo habia querido jamas.
Patetico. Era patetico, pero antes de que hubiera podido marcharse, le habia abierto la puerta la senora Wellers con un vaso en la mano. Lo habia mirarlo sin reconocerlo, aunque para entonces Ben y Rachel llevaban seis meses saliendo.
– Soy Ben, senora Wellers, necesito hablar con Rachel.
– Rachel no quiere hablar con gente como tu.
Ben no recordaba si habia salido o no corriendo de alli, pero si que el trayecto en autobus hasta el aeropuerto se le habia hecho interminable. No habia vuelto a respirar tranquilamente hasta que se habia encontrado con sus iguales al otro lado del mundo, donde habia sido tratado como uno mas.
Dios, necesitaba salir a dar un paseo, penso mientras se deshacia de aquellos recuerdos. Necesitaba aire. Miro a Parches, que se habia quedado dormida, y cerro cuidadosamente la puerta del dormitorio de Emily.
Todavia podia oir a Adam en la cocina, hablandole a Rachel en aquel tono tan tranquilo y carinoso que despertaba en Ben las ganas de darle una paliza.
?Pero que demonios le pasaba? Adam era un buen hombre. Deberia alegrarse de que Rachel tuviera a alguien asi en su vida. De esa forma le resultaria mucho mas facil marcharse.
Si, deberia alegrarse. Y tambien se alegraria cuando encontraran a Asada.
Salio a dar una vuelta. Le habria gustado montar en un avion, pero de momento deberia conformarse con un paseo.
Paso por delante del mercado y de una galeria de arte. Cerca de casa de Rachel habia un pequeno parque en el que estaba disputandose un emocionante partido de baloncesto: un equipo de dos contra uno de tres. Los hombres parecian rondar los treinta anos, y, a juzgar por el sudor y las faltas, se estaban tomando el partido muy en serio.
Habia algo en ellos que hizo que Ben se acercara y sacara la camara que llevaba colgada al hombro. Y estaba a punto de disparar una fotografia cuando uno de los jugadores se le acerco.
– Nos falta uno para completar el equipo. ?Eres bueno?
– No se me da mal.
– Entonces deja la camara, te necesitamos.
Ben se quito la camara y la camisa. Y jugo el partido de baloncesto mas catartico de toda su vida. Para el final del partido, su equipo habia ganado por los pelos y Ben ya sabia que uno de sus companeros se llamaba Steve y el otro Tony. Mientras se apoyaba contra la pared de ladrillo y bebia agua, descubrio tambien que uno de ellos era policia y el otro abogado.
– Por si te interesa, nos damos estas palizas tres dias a la semana -dijo Steve, mientras se limpiaba la sangre que tenia en el labio.
Ben habia liberado gran parte de su tension durante la hora anterior. El habia odiado siempre aquella ciudad en la que nadie le hacia ningun caso. Pero aquellos tipos le estaban haciendo caso.
– No voy quedarme aqui durante mucho tiempo -o al menos eso esperaba.
– Nos conformaremos con el tiempo que estes -Tony sonrio-. Porque, maldita sea, eres un tipo duro.
Ben miro hacia el antiguo parque de bomberos que no habia perdido de vista en ningun momento. Si, era duro, ?pero seria suficientemente duro como para encargarse de Asada?
Capitulo 10