– Lo se -se sentia a salvo. Siempre se sentia segura cuando Ben estaba cerca-. Ten cuidado con nuestra hija.

Ben miro por encima del hombro a la nina en cuestion y se volvio de nuevo hacia Rachel con un brillo en la mirada que dejo a esta sin respiracion.

– Es la primera vez que dices «nuestra hija». Siempre ha sido tu hija, o mi hija, pero nunca nuestra -le acaricio la mano-. Y yo nunca te he dado las gracias por ella…

– Ben…

– Asi que gracias -dijo, y volvio a besarla otra vez, solo una vez y con una suavidad extrema.

Cuando Rachel volvio a abrir los ojos, Ben y Emily ya estaban practicamente fuera de su vista. Pero, durante largo rato, continuo sintiendo a Ben. Saboreandolo.

Para intentar olvidarlo, Emily abrio la libreta y comenzo a dibujar. Treinta minutos mas tarde, miraba admirada su propia obra. Habia dibujado a Gracie al mando de un bote de remos con el lapiz en el aire senalando el camino mientras llevaba a Emily y a Parches.

En medio de ninguna parte, habia sido capaz de volver a dibujar a Gracie. Sin angustia, sin ansiedad, solo por el puro placer del trabajo.

Rachel se reclino en la silla y miro hacia el cielo azul.

No se oia nada, salvo el silbido del viento a traves del canon y el canto de algunos pajaros. Y un grito distante… ?mama? Alguien la estaba llamando.

?Emily!

Olvidandose del dolor, Rachel salto de la silla, dejando caer los lapices y la libreta al suelo y escruto el horizonte con el corazon en la garganta. Lo sabia, Emily habia terminado haciendose dano o…

Alli. En la cumbre de la colina mas cercana, justo donde Ben habia prometido que se detendrian para saludarla, estaban su hija y el hombre que habia cambiado su vida para siempre con solo una sonrisa tantos anos atras. Incluso desde aquella distancia, Rachel podia sentir que Ben le estaba brindando otra de aquellas sonrisas en aquel momento y lo saludo desde la distancia, sonriendo a pesar de si misma. El alivio borro el miedo que solo un segundo antes habia paralizado su corazon.

– ?Te quiero, mama! -grito Emily y, casi inmediatamente, desaparecieron de su vista.

– Yo tambien os quiero -susurro Rachel.

Cayo la noche a una velocidad impactante. Rachel permanecia de pie con los brazos cruzados frente a aquella negrura mientras Ben resucitaba el fuego que ella casi habia dejado apagar. De rodillas, removio las brasas con un palo hasta que las llamas volvieron a cobrar vida. Ben miro a Rachel y esta elevo los ojos al cielo.

Al verla, Ben se echo a reir, provocando un cosquilleo en el estomago de Rachel.

Habian conocido ya a sus vecinos de acampada, un grupo de cuatro veinteaneros que estaban haciendo un viaje por todo el pais antes de comenzar la «vida real». Las dos parejas se habian mostrado un poco reservadas hasta que Ben se habia presentado y, a partir de entonces, todo el mundo habia comenzado a sentirse como en casa.

Mas tarde, cuando Emily habia expresado su preocupacion por la falta de casa y familia de sus nuevos amigos, Ben le habia respondido que sospechaba que eran felices con la vida que habian elegido y que siempre podrian cambiar las cosas si querian.

Rachel le habia observado con un nudo en la garganta. El era igual que ellos, podia ser feliz sin un hogar, sin pertenencias, sin familia.

Pero antes de que hubiera podido sumirse en su tristeza, Emily habia sacado una baraja y los habia desafiado a echar una partida.

Estuvieron jugando al lado del fuego, rodeados por aquel espacio abierto y un manto de estrellas, con solo sus propias risas como compania.

Era perfecto. Rachel miro a Ben. Sabia que deberia estar triste, arrepentida, resentida incluso por aquella intrusion en la dinamica de la familia, pero se sentia, sobre todo, agradecida.

Ben alzo la mirada y la descubrio mirandolo. Era tan alto, tan esbelto… tan atractivo. Cuando la miraba, Rachel tenia que cerrar los ojos.

Y se iba a marchar. El martes. No podia esperar para irse.

– Preparemos los sacos -dijo Ben bruscamente, dejando las cartas a un lado, como si de pronto sus pensamientos se hubieran vuelto tan turbulentos como los suyos.

– Papa…

– Se acerca una tormenta -senalo hacia una masa de oscuros nubarrones que se acercaba por el norte-. Sera mejor que nos pongamos a salvo antes de que llegue.

Cinco minutos despues, Rachel estaba arrodillada en medio de una minuscula tienda, con la mirada fija en los tres sacos de dormir.

– Yo quiero dormir en la puerta -dijo Emily.

– En la puerta dormire yo, carino -respondio Ben.

Rachel espero la inevitable discusion, porque Emily siempre queria salirse con la suya, pero ante la firmeza del tono de Ben, se limito a agarrar su saco de dormir y a decir:

– Bueno, entonces me quedare debajo de esa ventana.

– Estupendo -dijo Ben.

?Estupendo? ?Como que estupendo? Si Emily dormia en la ventana, eso significaba que Rachel se quedaria en medio.

– Tumbate, mama -Emily senalo el saco de dormir de Rachel-. Esta noche yo te arropare a ti.

De rodillas sobre su saco, Ben se quito la camisa de franela, quedandose en camiseta, y se metio en el saco. Miro a Rachel arqueando la ceja en silencio.

Rachel se metio en el saco y se tapo hasta la barbilla. Se movio ligeramente, esperando encontrar la dureza de las piedras.

– Eh, esta muy suave.

– Papa ha puesto una esterilla en el suelo -Emily sonrio de oreja a oreja-. No queria que te quejaras -le dio un beso a Rachel en la mejilla y se volvio hacia su padre con obvio deleite-. Yo podria dormir en el coche…

– No -contesto Ben con aquella nueva autoridad paternal.

Y Rachel volvio a sorprenderse cuando su hija apago la linterna y se metio en el saco sin protestar.

En medio de la oscuridad, Rachel podia sentir a Ben mirandola. Podia sentir el calor de su cuerpo.

– ?Estas bien? -susurro Ben.

– Si, estoy bien.

– ?Tienes suficiente calor?

– Estoy bien -repitio Rachel y oyo en la oscuridad la sensual risa de Ben.

– ?Entonces por que estas conteniendo la respiracion?

Si, estaba conteniendo la respiracion. La solto lentamente. Afuera, comenzaba a acercarse una tormenta. El viento aullaba y batia ruidosamente las paredes de la tienda. Ben deslizo el brazo por la cintura de Rachel y la estrecho contra su pecho.

– Estas terriblemente callada, ?estas segura de que estas bien? -le susurro al oido.

– Estoy… -los dedos de Ben comenzaron a juguetear por sus costillas, impidiendole pensar correctamente.

– ?Bien? ?Estas bien?

Dios, por lo menos estaba intentando estarlo.

– Duermete, Ben.

– Lo hare si te duermes tu.

– Ben…

– Suena conmigo.

De: Emily Wellers.

Para: Alicia Jones.

Tema: ?hemos vuelto!

?La acampada ha sido genial! Llego una tormenta en medio de la noche y nos tiro la tienda. Y cuando conseguimos salir, comenzo a nevar. ?A nevar! Dios mio, ?puedes creerlo? Mi padre ayudo a mi madre a meterse en el coche y entonces la tienda salio rodando en medio del desierto como si fuera una pelota. ?Deberias

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