Nunca he visto una boca mas tentadora que la tuya.

– Podeis iros, Culpeper -repitio Catherine con frialdad pero sin poder evitar encenderse hasta la raiz del cabello.

– Me voy, pero sabes que puedes contar conmigo para lo que desees -dijo Tom a modo de despedida-. Se lo duro que es estar casada con un anciano.

Catherine medito las ultimas palabras pronunciadas por su primo. ?Que habia querido decir? ?Tom era un muchacho tan guapo! ?Como se habia atrevido a coquetear con ella, la reina de Inglaterra? Aunque, pensandolo bien, no hacian dano a nadie. Podia coquetear con el para entretenerse y seguir siendo fiel a Enrique. Nadie lo sabra nunca, se dijo Catherine esbozando una sonrisa traviesa. De repente, habia recuperado el buen humor. Dos dias despues, el rey regreso a su cama.

A principios de abril la reina creyo que estaba embarazada, pero nunca se supo si habia sufrido un aborto o se habia tratado de una falsa alarma. Lloro de rabia y frustracion pero Enrique Tudor estaba demasiado ocupado para perder el tiempo consolandola. Sir John Neville, partidario de restablecer la fe catolica, habia iniciado un levantamiento en Yorkshire que el rey se habia apresurado a sofocar.

Desde entonces no habia hecho mas que planear la marcha sobre Yorkshire y ocuparse de solucionar algunos asuntos de importancia antes de dejar Londres. El mas urgente era la ejecucion de Margaret Pole, condesa de Salisbury, una anciana que llevaba dos anos encerrada en la Torre. Era hija del duque de Clarence, hermano de Eduardo IV, y una de los ultimas descendientes de los Plantagenet. Siempre habia sido fiel a los Tudor y habia sido gobernanta de la princesa Maria durante, muchos anos. Su hijo Reginald, cardenal de Pole, se habia manifestado a favor del Papa y su madre se disponia a pagar los platos rotos.

Catherine, que odiaba las injusticias, intercedio por la dama.

– Es una anciana y siempre os ha sido fiel. Dejadla vivir sus ultimos anos en paz -suplico.

La princesa Maria tambien intercedio por su antigua gobernanta. Sin embargo, no supo ser tan sutil como Catherine y solo consiguio encender la ira de su padre.

– Pagareis por esta muerte con la condenacion de vuestra alma -amenazo-. Salta a la vista que habeis perdido la cuenta de vuestros pecados. ?Que dano os ha hecho la pobre lady Margaret? ?Cuando vais a aprender de vuestros errores? Otro gallo os cantaria si no os hubierais precipitado al matar a vuestro fiel Tho-mas Cromwell -anadio clavando en el sus acusadores ojos negros.

Solo tiene veintiseis anos pero parece mucho mayor, se dijo el rey, irritado por las atinadas palabras de su hija mayor, que, como siempre, habia dado en el clavo. Esa mania de vestir siempre de negro…

– La proxima vez que vengas a verme vistete de otro color -dijo como toda respuesta a la peticion de su hija.

– No soy una traidora -fue todo cuanto dijo la condesa en su defensa.

Su verdugo era un hombre joven y sin experiencia que tuvo que perseguir a su victima por el cadalso hasta que los guardias la redujeron por la fuerza. Le temblaban tanto las manos que no consiguio acabar con la vida de lady Pole de un solo hachazo y necesito de varios golpes. Los alli presentes se estremecieron al contemplar aquella carniceria y maldijeron interiormente a Enrique Tudor por actuar con crueldad innecesaria. El cardenal Pole declaro desde Roma que rezaria por el alma del monarca ingles.

Solucionado el problema de lady Pole, el rey paso a concentrarse en la politica exterior. Francia y el Sacro Imperio Romano estaban a punto de enzarzarse en una nueva guerra y Francisco I, rey de Francia, trataba de buscar el apoyo de Inglaterra. Para ello habia propuesto a Enrique Tudor casar a su hija Maria con su heredero, el duque de Orleans.

– ?Que buena idea! -exclamo Catherine, entusiasmada-. ?Hacen una pareja perfecta! Despues de todo, Francia y Espana son dos paises muy ortodoxos en materia de religion. ?Imaginate a tu hija ocupando el trono de Francia!

La verdad era que la reina Catherine y Maria Tudor no se llevaban bien. Cat opinaba que su hijastra no la trataba con el respeto que merecia y Maria no se molestaba en disimular el desprecio que sentia por la frivola joven. Pero Enrique Tudor amaba a Catherine y Maria estaba pagando muy caros sus desprecios. Para empezar, su padre habia apartado de su lado a dos de sus damas mas fieles.

– No me fio de los franceses -repuso Enrique-. Ademas, no nos conviene irritar al emperador romano.

Recuerda que controla las rutas comerciales que unen Inglaterra y los Paises Bajos. Maria no se casara con el duque de Orleans -decidio-. Es mi ultima palabra.

– Maria no es ninguna jovencita y no se encuentra en condiciones de escoger -insistio Catherine-. ?Quien mejor que un principe frances para convertirse en su marido? Has rechazado a todos los pretendientes que se han atrevido a pedir su mano. ?Cuantas ofertas tan ventajosas como esta crees que vas a recibir?

– Quiza Maria sea la proxima reina de Inglaterra -gruno el rey-. Este pais no sera gobernado por un extranjero.

– ?Y que me dices de Eduardo?

– Eduardo es un nino de cuatro anos. ?Que ocurriria si me pasara algo manana mismo? ?Y si muere antes que yo? Nos guste o no, Maria es la segunda en la linea de sucesion despues de Eduardo.

– Te voy a dar muchos hijos -prometio Catherine-. Lo primero que hare cuando vea a Nyssa sera preguntarle como consiguio quedarse embarazada de gemelos. ?Nosotros tambien tendremos dos ninos a la vez! ?Te haria ilusion tener un principe de York y uno de Richmond?

Enrique Tudor se echo a reir y abrazo a su esposa. ?A veces era tan ingenua! Cada dia la queria mas y nunca habia sido tan feliz. ?Ojala fuera inmortal!, deseo.

El rey y la reina salieron de Londres el 1 de julio llevando un numeroso sequito formado por muchos de los cortesanos que otros veranos habian decidido quedarse en sus casas. Habia carrozas para las mujeres, pero estas preferian cabalgar si el tiempo lo permitia. El enorme carro del equipaje transportaba las pesadas tiendas que se montaban al caer la noche y que alojaban a los viajeros y los utensilios de cocina.

Mientras los criados instalaban el campamento, los cortesanos se entretenian cazando por los alrededores.

El rey y sus acompanantes tenian fama de diezmar la vida animal de los territorios que atravesaban. El grupo se alimentaba de las piezas obtenidas en estas cacerias improvisadas y las sobras se repartian entre los mendigos que salian al paso de la caravana para pedir limosna o tocar al rey para sanar sus enfermedades.

La caravana avanzaba sin contratiempos y los condes de March recibieron ordenes de presentarse ante sus majestades en Lincoln el 9 de agosto.

– ?No puedo dejar a los ninos ahora! -protesto Nyssa, furiosa-. Ademas, todavia no me he recuperado del parto y no me siento con fuerzas para viajar. ?Maldita seas, Cat! ?Como has podido hacerme esto? Ve tu y di que he tenido que quedarme con los ninos

– pidio a su marido-. El rey lo entendera.

– La reina insiste en que debes acompanarme -repuso su marido-. Podemos pedir a tu madre que se instale aqui con Jane y Annie. Con los cuidados de tu madre y dos nodrizas para alimentarles, a nuestros hijos no les faltara de nada.

– ?Pero yo no quiero volver a la vida de la corte!

– No nos queda otro remedio que obedecer las ordenes del rey -suspiro Varian, a quien la idea de regresar a palacio le hacia tan poca gracia como a su esposa.

• -Me quedare sin leche -siguio protestando Nyssa-. Acepte contratar a dos nineras por si me ponia enferma y, aunque Susan me ha ayudado mucho, Alice tiene un hijo y…

– Ese nino esta a punto de ser destetado.

– ?Quieres ir!

– Yo no quiero ir, pero se que Catherine no dejara de importunar a su majestad hasta que consiga lo que desea -replico su marido-. Escuchame con atencion: iremos a Lincoln y les aburriremos con nuestras historias sobre la vida en el campo y la crianza de los geme los -propuso-. Pronto se cansaran de nosotros, nos enviaran a casa y nunca mas reclamaran nuestra presencia en la corte. Si todo sale bien, calculo que estaremos de vuelta para el dia de San Martin.

– Supongo que tienes razon -suspiro Nyssa resignada-. Sin embargo, me da pena dejar a los ninos. Se que no podre volver a criarlos cuando regresemos.

Pronto Nyssa estuvo tan atareada con los preparativos del viaje que apenas le quedaba tiempo para preocuparse por sus pequenos. Tillie estaba casi tan nerviosa como su senora y trabajaba mas duro que nunca. El

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