– La reina es mi prima y mi amiga -replico Tom Culpeper dando la discusion por finalizada-. Nada mas.

La caravana recorrio los condados de Yorkshire y Northumberland deteniendose en los lugares donde habia buena caza. A Nyssa le gustaba aquel deporte pero, cuando se cansaba de perseguir y acorralar a su presa, se sentia incapaz de matarla. Como la mayoria de las mujeres criadas en el campo, era una amazona excelente.

Una tarde, su caballo empezo a cojear y pronto quedo rezagada. Para colmo, habia empezado a llover y la joven busco un lugar donde guarecerse. Diviso a lo lejos una vieja abadia en ruinas y corrio a refugiarse. Desmonto de un salto y examino a su yegua.

– ?Maldita sea! -se lamento. En ese momento oyo la voz de un hombre y dio un respingo. Se volvio y descubrio que Cynric Vaughn la habia seguido hasta alli.

– ?Estais bien, senora?

– Mi yegua se ha clavado una piedra y no puedo sacarsela.

– ?En que pata? -pregunto Cynric Vaughn arrodillandose y sacando su navaja-. Ya esta. Puede andar perfectamente pero os aconsejo que espereis a que deje de llover.

Nyssa advirtio que lo que habia empezado como un pequeno chaparron se habia convertido en un aguacero torrencial y decidio aprovechar la oportunidad para sonsacarle.

– ?Cuanto tiempo llevais en palacio? -empezo-. No recuerdo haberos visto el ano pasado.

– Mucho -contesto el, enigmatico.

– Sois muy amigo de Tom Culpeper, ?verdad? -pregunto adoptando su expresion mas inocente.

– Asi es, pero permitidme que os de un consejo: olvidaos de el; su amante es muy celosa.

– Os recuerdo que soy una mujer casada.

– ?Donde he oido eso antes? -replico Cynric Vaughn esbozando una sonrisa burlona-. ?Estais casada de verdad o necesitais repetir lo mismo cada cinco minutos para convenceros? -anadio alargando una mano y acariciandole un mechon de cabello.

– Hay quien dice que sois un hombre malvado y empiezo a pensar que tienen razon -dijo Nyssa pestaneando seductoramente. Se estaba divirtiendo mucho. Cynric Vaughn era un hombre muy atractivo y tenia ganas de que la besara. Sentia curiosidad por averiguar como sabian los besos de otros hombres y, aunque sabia que hacia mal, se decia que solo seria un besito sin importancia.

– Sois deliciosa -murmuro el sujetandola por la barbilla y rozandole los labios con los suyos-. Quiero haceros el amor aqui y ahora. Pensad en los fantasmas de los monjes que nos estaran observando mientras damos rienda suelta a nuestra pasion -anadio enlazandola por la cintura y acariciandole los pechos.

– ?No tan deprisa, senor! -exclamo Nyssa desasiendose de su abrazo-. ?Por quien me habeis tomado? Mirad, ha dejado de llover. Sera mejor que regresemos con los demas antes de que nos echen de menos

– anadio y, sin esperar a que el la ayudara, monto de un salto-. ?Venis, senor? -pregunto antes de poner a su yegua al galope y desaparecer a toda velocidad.

Cynric Vaughn sonrio para sus adentros. La joven no dejaba de repetir que era una mujer casada pero su cuerpo pedia a gritos ser amado. Ya tendria tiempo de intentar otro asalto.

La caravana visito la ciudad de Newcastle y a finales del mes de agosto llego al castillo de Pontefract, donde tenia previsto permanecer durante una semana.

La reina y sus damas se entretenian jugando a las cartas cuando el tiempo no les permitia divertirse al aire libre. Una tarde, lady Rochford se acerco a Catherine y le susurro al oido que un caballero deseaba verla.

– ?De quien se trata? -inquirio la reina.

– Se llama Francis Dereham y dice que viene de parte de vuestra abuela, la duquesa Agnes. Desea ocupar el puesto de secretario de su majestad.

Catherine palidecio y se sintio desfallecer, pero consiguio recuperar la compostura antes de que lady Rochford advirtiera su inquietud.

– Recibire al senor Dereham en mi habitacion

– dijo poniendose en pie-. Si le ha enviado mi abuela, debo ser amable con el.

El corazon se le salia por la boca. ?Que queria? ?Lo mismo que Joan Bulmer y el resto de parasitos que habian acudido a pedirle una colocacion en palacio tras amenazarla con revelar algunos detalles de su vida en el palacio de Lambeth?

Lady Rochford abrio la puerta y cedio el paso a un caballero..

– Majestad, el senor Dereham. Francis Dereham se descubrio e hizo una reverencia a la reina.

– Es un honor volver a veros, majestad -empezo-. Lady Agnes os envia un carinoso saludo.

– Dejadnos a solas, por favor -pidio Catherine a lady Rochford, quien se apresuro a retirarse. La reina observo al hombre arrodillado a sus pies. Era moreno, lucia una cuidada barba y un pendiente en una oreja y sus ojos tenian un brillo malicioso-. ?Que quereis, senor? -pregunto con frialdad.

– ?Que significa esto, mi pequena Cat? -replico el esbozando una amplia sonrisa. Cat comprobo que seguia teniendo una boca preciosa y una dentadura perfecta-. Acabo de llegar de Irlanda. ?No me dedicas unas palabras de bienvenida?

– ?Estais loco? -exclamo ella, enojada-. ?Como os atreveis a dirigiros a vuestra reina en ese tono? Decid de una vez que quereis y esfumaos.

– Quiero que me ayudes a hacer fortuna en la corte -contesto Francis Dereham-. Es lo minimo que una mujer puede hacer por su marido.

– Nosotros no somos marido y mujer.

– ?Has olvidado las promesas de amor que nos hicimos hace solo tres anos? Yo no.

– Entonces tenia solo catorce anos y no sabia de que estaba hablando -replico Cat-. Ademas, no podeis probar que ocurriera nada entre nosotros. Si os atreveis a organizar un escandalo, me asegurare de que acabeis vuestros dias bajo el hacha del verdugo. Ahora soy la reina de Inglaterra y me debo al rey.

– Nuestra relacion no era ningun secreto -continuo el-. Casi todos los habitantes de Lambeth estaban al corriente de lo que ocurria entre nosotros. Un pajarito me ha dicho que Joan Bulmer y las otras doncellas han conseguido puestos muy jugosos. ?Por que no puedes ser amable tambien conmigo? La duquesa Ag-nes dice que podria ser un excelente secretario. ?Tu que opinas?

– No necesito ningun secretario.

– Piensalo bien, Cat -insistio Francis Dereham.

– Antes de tomar una decision debo consultar al rey -replico Catherine.

– Tus deseos son ordenes para el. Tu misma lo proclamas a los cuatro vientos y te sientes orgullosa de ello.

Catherine le dirigio una mirada cargada de odio. Francis Dereham la tenia en sus manos.

– Esta bien -accedio finalmente-. Podeis trabajar como mi secretario personal durante una temporada. Ahora, marchaos; quiero estar sola.

Catherine se volvio de espaldas y espero hasta que Francis Dereham hubo abandonado la habitacion. Cogio el primer objeto que encontro y lo lanzo con fuerza contra la pared.

– ?Nyssa! -sollozo-. ?Ven, te necesito!

Las damas de la reina oyeron los gritos de su senora y se miraron extranadas. Nunca la habian oido gritar asi. Nyssa se puso en pie de un salto y corrio al lado de su amiga.

– ?Que te ocurre, Cat? -pregunto-. ?Por que lloras?

La reina no contesto y siguio sollozando, presa de un ataque de nervios. Nyssa le sirvio una copa de vino y se la tendio. Mientras la reina bebia, trato de tranquilizarla con palabras amables y, cuando lo hubo conseguido, repitio la pregunta.

– Soy tan desgraciada, Nyssa -se lamento Cat-. ?Odio a ese hombre pero no tengo mas remedio que hacer todo lo que me pida! Estoy en sus manos.

– ?Por que? Dime la verdad, Cat. Quiza yo pueda hacer algo por ti.

– Se llama Francis Dereham y vivio en el castillo de Lambeth durante una temporada. El… bueno, el se tomo ciertas libertades conmigo y ahora amenaza con decirselo al rey si no le nombro mi secretario personal. Si mi abuela hubiera sabido lo que ocurrio entre nosotros se habria asegurado de que el senor Dereham sufriera algun «percance» por el camino.

– Si no recuerdo mal, una vez me hablaste de el. ?No fue uno de tus pretendientes?

– Solo estaba fanfarroneando -contesto Catherine bajando la mirada y ruborizandose.

Вы читаете El Honor De Una Dama
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату