poderoso de Inglaterra, regreso a su despacho y se dispuso a meditar sobre la increible historia que acababa de escuchar. Maria Hall parecia inofensiva y, aunque habia manifestado su desacuerdo con el comportamiento de la reina, su afecto por ella parecia sincero.

Ahora estaba seguro de que Catherine Howard era una muchacha frivola e irresponsable, de esas que se enamoran y se desenganan con la misma facilidad que se cambian de vestido. Las atenciones de Enrique Tu-dor habian halagado su vanidad y, aunque el rey era un hombre grueso, anciano y enfermo, su poder y su riqueza habian seducido a la joven. El arzobispo nego con la cabeza. ?Estaba Catherine Howard enamorada de Enrique Tudor? La muchacha representaba a la perfeccion su papel de esposa dedicada a su marido y el rey estaba locamente enamorado de ella.

?Que debo hacer?, se pregunto. Si la reina habia enmendado su comportamiento despues de su matrimonio no tenia sentido sacar los trapos sucios de su juventud. Ademas, sabia que el rey montaria en colera si alguien manchaba la reputacion de su rosa sin espinas. Solo le quedaba reflexionar y pedir a Dios que le iluminara. Se dirigio a su capilla, se arrodillo frente al altar, junto las manos, cerro los ojos y rezo.

El rey regreso a Hampton Court el dia de Todos los Santos y lo primero que hizo fue ordenar la celebracion de una misa de accion de gracias. Una vez en la capilla real, Enrique Tudor hablo asi delante de sus subditos:

– Te doy gracias, Senor, por haberme aliviado de las penas causadas por mis anteriores matrimonios entregandome a la que hoy es mi esposa.

Nyssa de Winter miro de reojo a su marido y el le estrecho una mano. Mientras escuchaba las humildes palabras del rey, Thomas Cranmer tomo una decision: John Lascelles no era uno de esos hombres que dejan las cosas a medio hacer y no le quedaba mas remedio que revelar al rey la conversacion mantenida con Maria Hall. Tras la ceremonia, se retiro a su despacho y escribio una carta que le entrego al dia siguiente.

– ?Que es esto, Thomas? -pregunto Enrique.

– Es una carta personal. Quiero que la leais con atencion. Sabed que estoy a vuestra entera disposicion por si me necesitais.

El rey asintio y deslizo el pergamino en el bolsillo de su abrigo. Cuando la misa de la manana hubo terminado, despidio a Catherine con un beso y se encerro en su despacho tras ordenar que no se le molestara. Se sirvio una copa de vino que apuro de un sorbo y se sento a leer la misteriosa carta. Mientras lo hacia, fruncio el ceno y aspiro con fuerza tratando de recuperar la respiracion. Sus ojos se llenaron de lagrimas y, cuando consiguio aclararse la vista, descargo un fuerte punetazo sobre la mesa. '

– ?Mentiras! -rugio mientras avanzaba pesadamente hacia la puerta-.?Son mentiras! ?No creo una sola palabra! ?Ese tal Lascelles pagara muy caro su atrevimiento! ?Ve a buscar al arzobispo inmediatamente! -grito a su paje.

El muchacho se apresuro a cumplir la orden mientras los consejeros del rey intercambiaban miradas de extraneza y Enrique Tudor regresaba a su despacho dando un portazo tan fuerte que hizo temblar los muros de la habitacion. Se sirvio otra copa de vino y la apuro de un sorbo con la esperanza de calmar sus alterados nervios. Nunca habia estado tan enojado, ni siquiera cuando Catalina de Aragon se habia negado a concederle el divorcio. ?Como se atrevian a manchar el nombre de su encantadora esposa? Ese Lascelles iba a pagar muy caro su atrevimiento. ?Le iba a hacer sufrir hasta hacerle maldecir el dia que habia nacido! Furioso, descargo otro punetazo sobre la mesa.

Thomas Cranmer, que se habia retirado a su despacho a esperar la llamada del rey, siguio al asustado paje a traves de los pasillos de Hampton Court mientras le dirigia palabras tranquilizadoras. Llamo a la puerta del despacho de Enrique Tudor y la abrio. El rey se volvio y miro al arzobispo con la expresion mas furiosa de su repertorio.

– ?Que significan este monton de mentiras? -rugio-. ?Quiero que ese tal Lascelles y su hermana sean arrestados inmediatamente y que se les encierre en la Torre! ?Levantar acusaciones falsas contra la reina es traicion! ?Traicion!

– No estoy seguro de que esas acusaciones sean falsas -replico Thomas Cranmer sin perder la calma-. John Lascelles es un protestante convencido, pero la senora Hall cuido de la reina cuando esta era una nina y profesa un sincero afecto por ella. Su hermano quiso obligarla a pedir un puesto en palacio, pero ella se nego a hacerlo alegando que no deseaba servir a una joven-cita cuyo comportamiento dejaba mucho que desear. Maria Hall es una buena persona, majestad -aseguro-. Si revelo a su hermano los detalles de la agitada vida sentimental de lady Catherine, lo hizo para que dejara de importunarla, no para perjudicar a su majestad. Naturalmente, se nego a hacerle chantaje. ?Es una lastima que el resto de las doncellas de su majestad no sean tan escrupulosas! -se lamento el arzobispo-. ?No os ha extranado nunca el hecho de que cuatro de ellas sean antiguas doncellas del castillo de Lambeth?

– Ese tipo llamado Dereham se presento en Ponte-fract en el mes de agosto -repuso el rey, pensativo-. Catherine dijo que le enviaba la duquesa Agnes, que debiamos tratarle con gran amabilidad y le nombro su secretario personal. Yo consenti, pero he de confesar que no me es simpatico.

– Ahora lo entiendo todo… -murmuro Thomas Cranmer.

– Si Catherine me fue infiel antes de nuestro matrimonio no hay razon para condenarla, pero… Quiero que llegueis al fondo de este asunto, Thomas -pidio Enrique Tudor al arzobispo-. Lo ultimo que deseo es un escandalo pero si la reina da a luz a un duque de York, nadie debe poner en duda la paternidad de ese nino. Por el amor de Dios, averiguad la verdad -suplico.

– Resolvere este asunto con la maxima discrecion.

– Dios mio, ?por que eres tan cruel conmigo? -se lamento Enrique Tudor-. ?Por que sigues poniendome a prueba? Solo tengo un hijo y esta enfermo. Los medicos dicen que necesita perder peso y que esta demasiado mimado. He ordenado que se le someta a un severo regimen de comidas y que se le obligue a hacer ejercicio todos los dias. Cuando visite sus habitaciones, no me atrevia a dar credito a mis ojos: mi hijo parecia un idolo en su altar y apuesto a que hacia meses que nadie abria una ventana para que entrara un poco de aire fresco. ?Es mucho pedir una mujer que me sea fiel y me de hijos, Thomas? ?Soy tan feliz con mi Catherine? ?Por que tiene Dios que llevarsela ahora?

El arzobispo nego con la cabeza. Incluso el mismisimo rey de Inglaterra tenia derecho a sentir lastima de si mismo. Desde su regreso no habia dejado de recibir malas noticias: la enfermedad de su hijo, las habladurias sobre el oscuro pasado de Catherine y la muerte de su hermana Margaret, reina de Escocia. Enrique Tudor siempre se habia llevado mejor con Maria, su hermana menor, pero la muerte de Margaret le recordaba que el podia ser el siguiente y que antes debia dejar solucionado el asunto de su sucesion.

– Quiza solo sean habladurias y chismes -trato de consolarle Thomas Cranmer-. Muchas jovenes no llegan virgenes al matrimonio. Es una verguenza, pero es asi -suspiro, resignado-. Si lady Agnes era tan descuidada como Maria Hall asegura, ella es la culpable y no Catherine, quien, despues de todo, solo era una nina. Investigare a fondo este asunto y os mantendre informado.

– Contad conmigo para lo que necesiteis.

– ?Dais vuestro permiso para interrogar a quien yo crea oportuno?

– Haced todo cuanto sea necesario; contais con mi permiso -asintio Enrique Tudor-. ?Dios, cuanto echo de menos a mi fiel Crum!

– Que Dios le tenga en Su gloria.

– Thomas…

– ?Si, majestad?

– Aseguraos de que la reina no abandone sus habi taciones y decidle que no volvere a verla hasta que se aclare este asunto. Se acabaron las visitas y la compania de sus damas. Solo lady Rochford podra estar con ella.

– Como ordeneis, majestad -asintio Thomas Cranmer^. Debeis ser fuerte y aceptar la voluntad de Dios, Enrique -anadio apoyando una mano en el hombro del rey.

– Asi sea -murmuro el monarca volviendose para ocultar las lagrimas que anegaban sus ojos. Sabia que Thomas Cranmer era una de las pocas personas en las que podia confiar; los demas estaban demasiado ocupados haciendo fortuna y aprovechandose de su buena fe.

El arzobispo abandono el despacho del rey. Los caballeros que esperaban en la antesala le dirigieron miradas inquisitivas pero el se limito a levantar su mano derecha y a bendecirles antes de desaparecer sin mediar palabra.

La reina Catherine y sus damas estaban ensayando un nuevo baile venido de la refinada corte francesa

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