abandonarian, pero no le resulto facil. ?Tenia tanto miedo!
El arzobispo Cranmer trato de hablar con ella al dia siguiente pero Catherine sufrio un nuevo ataque cuando le fue anunciada su visita. Thomas Cranmer no consiguio tranquilizarla ni comprender ninguna de las palabras que la joven balbuceaba entre sollozos.
– Se niega a probar bocado-explico lady Rochford. -
– Cuando se calme, decidle que volvere manana y que estoy aqui para ayudarla.
A la manana siguiente Thomas Cranmer encontro a la reina tan nerviosa como el dia anterior. Se sento a su lado y le hablo con voz suave hasta que Catherine empezo a tranquilizarse.
– Senora, no hay razon para desesperarse -aseguro-. No debeis perder las esperanzas. Mirad lo que os traigo -anadio mostrandole un pergamino-. Es una carta escrita por su majestad en la que se compromete a tener compasion de vos si confesais.
Catherine se lo arranco de las manos como si estuviera en llamas, lo abrio y lo leyo mientras las lagrimas rodaban por sus mejillas.
– ?Estoy tan arrepentida de haber disgustado al hombre que tanto me ama! -se lamento entre sollozos.
– Es cierto que las revelaciones sobre vuestro pasado le han roto el corazon, pero el rey os quiere mucho y ha prometido perdonaros en nombre de ese amor si confesais.
– Estoy dispuesta a contestar a todas vuestras preguntas para obtener el perdon de su majestad -accedio Catherine finalmente-. ?Estais seguro de que tendra compasion de mi? ?Merezco ser perdonada? -pregunto sin dejar de llorar. Tenia los ojos enrojecidos pero parecia tranquila y habia recuperado la compostura.
– Su majestad os tratara con todo carino, senora -aseguro el arzobispo-. Todo cuanto teneis que hacer es decir la verdad. Podeis confiar en mi, Catherine; prometo hacer por vos todo cuanto este en mi mano.
La reina tenia los ojos hinchados por el llanto y el cabello en desorden. Thomas Cranmer advirtio que la unica joya que lucia era su alianza de matrimonio, algo inusual en una mujer que sentia debilidad por las piedras preciosas. Catherine Howard era la viva imagen de una mujer pillada en falta: el' miedo la traicionaba y las huellas de la culpa se reflejaban en su rostro.
– Aunque se que no lo merezco, doy gracias a Dios por haberme dado un marido tan bondadoso -murmuro la joven.
– Entonces, ?estais dispuesta a confiar en mi?
Catherine asintio y trato de hablar pero los ojos se le llenaron de lagrimas y volvio a estallar en sollozos. El arzobispo espero pacientemente hasta que la joven se hubo serenado.
– ?Doy gracias a Dios por estar viva! -hipo la reina-. No es el miedo a la muerte lo que me hace llorar, sino el recuerdo de mi bondadoso marido. Cada vez que pienso cuanto me queria se me saltan las lagrimas, pero este acto de amor es mucho mas de lo que esperaba y hace que mis ofensas me parezcan mucho mas graves de lo que en realidad son. Y cuanto mas pienso en la compasion que muestra por mi mas me arrepiento de haberle traicionado.
Thomas Cranmer supo que no sacaria nada en claro de aquella entrevista y se despidio de la reina tras anunciar que volveria al dia siguiente.
Cuando se hubo marchado, lady Rochford abandono el oscuro rincon desde el que habia oido toda la conversacion entre la reina y el arzobispo y se sento junto a ella.
– Supongo que no estareis pensando en hacer una tonteria, ?verdad? -dijo con tono amenazador-. Si confesais, sereis condenada y acabareis vuestros dias como vuestra prima Ana. ?De verdad creeis que alguien va a tomar en serio las acusaciones de un hatajo de criadas celosas?
– El arzobispo dice que el rey ha prometido perdonarme si confieso -repuso Catherine-. Tengo miedo, lady Rochford. ?No quiero morir! Confesare que fui amante de Dereham antes de casarme con Enrique Tu-dor y sere perdonada.
– Catherine Howard, escuchadme con atencion: si confesais dejareis de ser reina de Inglaterra en el acto porque Enrique Tudor os repudiara. Conociendo al muy satiro, apuesto a que ya ha echado el ojo a otra rosa sin espinas dispuesta a calentarle la cama.
– ?Enrique nunca haria algo asi! -exclamo Catherine saliendo en defensa de su marido.
– ?Que no? -rio lady Rochford-. Mientras vuestra prima Ana estaba siendo juzgada, el rey trataba de engatusar a Jane Seymour. ?Y que me decis de lady Ana de Cleves? Todavia era la esposa de su majestad cuando este deshojaba la margarita entre vos y lady Nyssa Wyndham. Quiza sea ella la candidata a sustituiros.
Furiosa, Catherine Howard propino una sonora bofetada a lady Rochford.
– No os atrevais a hablar mal de la esposa de mi primo -siseo-. Nyssa de Winter es la unica persona en quien puedo confiar y rezo por que mi imprudente comportamiento no haya puesto en peligro su vida, la de Varian o la de sus hijos. Hare cualquier cosa por proteger a su familia -prometio-. Vos tambien deberiais rezar, Jane Rochford. Si el rey descubre lo mio con Tom Culpeper, vos sereis acusada de complice y morireis conmigo. Si, por el contrario, salgo de esta con vida dedicare el resto de mis dias a hacer feliz a Enrique Tudor. Si el Consejo no me concede otra segunda oportunidad aceptare mi castigo y dare gracias a Dios por conservar la vida.
– ?Que noble os habeis vuelto de repente, majestad! -se mofo lady Rochford acariciandole una mejilla-. Se nota que enfrentais a la muerte cara a cara por primera vez. ?Como sabeis que vuestro marido ha escrito esa carta? ?Desde cuando Enrique Tudor se muestra compasivo con las mujeres que le traicionan? Quiza la haya escrito el arzobispo -insinuo.
– El arzobispo no haria nunca algo asi -replico Catherine, muy palida-. ?Es un ministro de Dios!
– Os recuerdo que Enrique Tudor tambien es rey de los ministros de Dios y que, por la cuenta que les trae, hacen mas caso de sus ordenes que de sus conciencias. El rey es un ser real con quien deben convivir cada dia, mientras Dios no es mas que una entidad nebulosa..
La reina sintio que los ojos se le llenaban de lagrimas. ?Tenia razon lady Rochford? ?Queria Thomas Cranmer traicionarla? Jane Rochford sonrio para sus adentros mientras la joven reina trataba de contener el llanto.
Los miembros de la familia Howard que vivian en palacio, muy aficionados a dejarse ver por Hampton Court, desaparecieron como si se los hubiera tragado la tierra. Todos los espectaculos y diversiones fueron suspendidos y, aunque nadie acertaba a explicarse por que, todos sabian que la reina habia caido en desgracia. El rey paso aquellos primeros dias del mes de noviembre cazando o reunido con los miembros del Consejo Real. En cuanto a Catherine, no se le permitia recibir visitas y los guardias encargados de llevarle la comida aseguraban que estaba muy palida y que habia perdido el apetito.
Una tarde, Nyssa se encontraba en uno de los salones del duque de Norfolk bordando las iniciales de su marido en una de sus camisas. Parecia tranquila, pero no lo estaba. Thomas Howard la observaba en silencio. Cuando habia fijado su matrimonio con Varian, todo cuanto sabia de ella era que se habia convertido en una seria amenaza para su/poderosa familia pero ahora que debian pasar largas horas recluidos en aquel salon habia descubierto que era una mujer inteligente y leal y que Varian estaba loco por ella. Por lo menos, algo ha salido bien, se dijo con amargura.
– ?Ocurre algo, senor?-quiso saber Nyssa levantando la mirada de su labor.
– Todavia no, pero ocurrira si el arzobispo no deja de interrogar a Catherine. Juraria que sospecha que hay algo mas y me terno que si lo descubre mi sobrinita recibira su merecido. Espero que desista antes de que se derrumbe y confiese.
– ?Pobre Cat! Deberiais haberle hablado de las responsabilidades y dificultades que una reina debe enfrentar en lugar de engatusarla con historias sobre poder, joyas y dinero. No estaba preparada para ser la esposa de Enrique Tudor y…
– ?Tonterias! -la interrumpio Thomas Howard-. Naturalmente que estaba preparada para ser reina de Inglaterra. ?Es una Howard!
– ?Y eso que tiene que ver? -rio Nyssa-. Cualquiera diria que los miembros de la familia Howard no solo poseen atractivo fisico, elegancia y distincion, sino tambien sensatez, buen juicio y una habilidad innata para superar cualquier dificultad. Me consta que vuestro apellido es uno de los mas nobles y antiguos del pais, pero no creo que Dios diera a los Howard mas armas para hacer frente a las dificultades de la vida que al resto de los mortales.
– ?Descarada! -exclamo furioso el duque de Norfolk poniendose en pie y saliendo de la habitacion.
Nyssa esbozo una sonrisa de triunfo y siguio cosiendo. Hacer rabiar a Thomas Howard era uno de los placeres mas agradables que conocia. Minutos despues, una doncella anuncio la llegada de lady Ana de Cleves. Nyssa se apresuro a recoger su labor y a saludar a la antigua reina.