– ?Es usted cinico o esceptico, Tom Bolton?

– Soy una persona realista. Y usted tambien debe serlo si desea conquistar a Philippa y llevarla a Francia como su esposa. Cortejela, pero no la subestime, querido amigo.

?Y como se haria eso? El conde sacudio la cabeza y se preparo para acompanar a lord Cambridge al palacio. Junto a el se sentia como un gorrion que escolta a un pavo real. Pero no era el unico. Asi se sentian casi todos en la corte frente a la presencia de lord Cambridge.

– Pedire audiencia a los reyes -anadio lord Cambridge mientras descendia de su barca en Richmond.

– ?No llevara mucho tiempo? -pregunto el conde.

– En circunstancias normales, si, pero tengo un nuevo amigo entre los secretarios del rey y una abultada bolsa. Entre los dos, lograran conseguirme hoy mismo la audiencia, no tendremos que esperar.

– Entonces, ire a ofrecerle mis servicios al cardenal -resolvio el conde.

Los dos hombres se separaron. El conde de Witton anuncio a un funcionario del cardenal Wolsey que deseaba hablar con su antiguo senor.

– Y debe ser hoy mismo -enfatizo Crispin-. Vengo a ofrecer mis servicios para el gran encuentro entre nuestro buen rey Enrique y el soberano de Francia.

El hombre que recibio al conde era el segundo secretario del cardenal. Sabia perfectamente quien era Crispin St. Claire y conocia su trayectoria al servicio de su amo.

– Entonces no necesita una entrevista extensa -concluyo y estudio con ansiedad la cara del conde-. El cardenal esta terriblemente ocupado.

– Sere muy breve -dijo el conde.

– Tendra que aguardar.

Crispin St. Claire se sento en una silla de respaldo alto y espero. Era consciente de cuan ocupado estaba el poderoso clerigo. Para Wolsey servir al rey no era una tarea facil. Debia cumplir sus ordenes, adelantarse a los posibles problemas, identificar a sus detractores. Lo cierto era que Thomas Wolsey estaba mas en contra que a favor del rey. Era un hombre brillante y muy trabajador, pero, desafortunadamente, no toleraba los actos desenfrenados del rey. Era arrogante y no le importaba en lo mas minimo hacer esperar a la gente durante horas en su antecamara. Hasta el conde de Witton debia aguardar, y lo hacia con mas paciencia que la mayoria.

Por fin, el secretario lo llamo. Crispin se levanto deprisa y siguio al hombre hasta el salon privado del cardenal.

– Milord, el conde de Witton -anuncio el secretario y se retiro.

– Me han dicho que desea ofrecerme de nuevo sus servicios, milord.

– Si, por un breve lapso. Me gustaria ir a Francia con la corte.

– ?Por que desea viajar?

– Quiero desposar a una de las damas de honor de la reina. Si todo marcha segun los planes, la boda se celebraria antes del verano. No me gustaria que Philippa viajara a Francia sin mi compania, milord.

– ?Philippa? -los ojos cansados del cardenal lo miraron durante unos instantes.

– La senorita Philippa Meredith, milord.

El cardenal se quedo pensando un largo rato y luego dijo:

– Su padre fue sir Owein Meredith y su madre, una heredera de Cumbria. -Hizo una breva una pausa y luego continuo-: Creo que su nombre era Rosamund Bolton. La Venerable Margarita arreglo ese matrimonio. ?Philippa es su hija? Estoy seguro de que usted puede encontrar algo mejor, milord.

– La joven me conviene, cardenal. Es bella, vivaz e inteligente.

– Cualidades atractivas para un hombre de menor importancia, Witton. ?O hay algo mas que le atrae de la joven? -Thomas Wolsey era muy perspicaz.

El conde sonrio.

– Su dote incluye una tierra que siempre desee poseer -le contesto con sinceridad-. Esta seria la unica manera de convertirme en su dueno.

– ?Ah! -respondio el cardenal-. ?Como es posible que una familia del norte adquiriera esa propiedad? ?Espere! Percibo las finas manos de Thomas Bolton en todo este asunto. ?Como no me di cuenta antes! Seria un hombre temible si decidiera dedicarse a la politica. El arreglo esta boda, ?no es cierto?

El conde asintio una vez mas.

El cardenal permanecio en silencio durante un tiempo y luego agrego:

– Muy bien. Este verano podre contar con un par de ojos y oidos confiables en mi comitiva. Siempre abundan los complots y los traidores. Esta es una empresa sumamente peligrosa. Pero los reyes insisten en encontrarse. Debe desposar a la joven antes de que partamos en el mes de mayo. Oficiare en la ceremonia nupcial. Elija una fecha.

– Gracias, mi cardenal. Es un honor volver a su servicio. Lo tendre al tanto de todo lo que ocurra.

– Se que lo hara, Witton. Siempre se ha destacado por sus dotes diplomaticas -saludo al conde agitando la mano-. Que Dios lo bendiga, hijo mio.

El conde le hizo una reverencia y se retiro.

– Gracias, mi cardenal -dijo mientras desaparecia del cuarto del clerigo.

En la antecamara, arrojo una moneda sobre la mesa del secretario. Luego, sin decir nada, partio, mientras oia el sonido de la moneda que tintineaba en la madera.

'Elija una fecha'. Las palabras del cardenal resonaban en su cabeza. Tambien recordaba las palabras de Philippa: '?Yo no dije nada!'. El conde estuvo a punto de lanzar una carcajada. ?Como la convenceria de firmar el compromiso de matrimonio y casarse de inmediato? Solo un milagro podia ayudarlo. Nunca le habia pedido nada a Dios. Pero ahora habia llegado el momento de hacerlo. Busco a lord Cambridge. No pudo encontrarlo. Sin embargo, vio a Philippa, como siempre, sentada junto a la reina. Camino hacia ella, y cuando la joven alzo la vista y se ruborizo, reprimio una sonrisa.

Hizo una reverencia a la reina Catalina, que le dio permiso para que le dirigiera la palabra.

– Su Majestad, ?podria hablar con Philippa unos instantes? -pregunto el conde.

La reina sonrio.

– Me han dicho que habra un compromiso de boda, milord. ?Es cierto?

– Asi es, senora.

– Estoy muy contenta con esta union -admitio la reina-. Philippa Meredith es una jovencita sumamente virtuosa. Sera una buena esposa, milord. Si, puede ir a caminar con ella, pero que sea breve. -La reina empujo suavemente a Philippa para que se levantara de su taburete-. Puedes ir con tu prometido, hija mia.

La muchacha se puso de pie e hizo una reverencia. La joven no se resistio a que Crispin la tomara del brazo. Y asi, muy juntos, se retiraron.

– Vayan a los jardines -sugirio la reina-. Alli encontraran la privacidad que necesitan, si eso es posible en este palacio.

– Es marzo -murmuro Philippa-. Con este frio, los jardines no me parecen un lugar propicio para un paseo romantico.

– En este momento, querida, no estoy interesado en el romance murmuro el conde-. Necesito hablar contigo en un lugar privado.

– Esta helando y no traje mi capa. Mejor vayamos a la capilla, seguramente estara vacia.

– ?Y si alguien viene a rezar? -pregunto el conde.

Philippa rio.

– ?En la corte? La mayoria solo asiste a la misa de la manana, con el unico proposito de ser vistos por la reina y el rey. Ni siquiera los sacerdotes de Catalina andaran por alli. A esta hora suelen dormir la siesta 0 jugar a los dados. Sigueme.

Nuevamente, el conde quedo sorprendido por su perspicacia. Pese a que era una mujer muy joven, Crispin decidio confiar en ella desde el comienzo. A Philippa no se la podia enganar. Llegaron a la capilla que, en efecto, estaba vacia. El conde se asombro cuando Philippa espio en el confesionario para asegurarse de que no hubiera nadie. Luego, se sento en el medio del recinto.

– Sera dificil que nos vean si nos sentamos aqui.

El se sento a su lado.

– Eres asombrosa -le dijo y le beso la mano que aun no habia soltado.

Para su sorpresa, esta vez la joven no intento liberar su mano y, ademas, le regalo una genuina sonrisa.

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