– Desde luego. El terciopelo rosa le sentara muy bien. Recuerda que renovara todos sus trajes cuando regrese al norte, pues muy pronto sera una novia como tu. Y ahora que hemos resuelto estos detalles de suma importancia, puedes retornar al palacio con tu conde -anuncio Tom poniendose de pie-. ?Esta enojado porque no le permitimos participar en esta tarea crucial?
– Dijo que tu serias mucho mas util que el y que, ademas, trae mala suerte ver el vestido de la novia antes de la boda -respondio Philippa y tambien se puso de pie-. Muchisimas gracias, tio Tom. Sere la novia mas bella de la corte gracias a tus consejos.
Lo beso en la mejilla, hizo la reverencia y abandono la habitacion para reunirse con Crispin St. Claire, que la aguardaba en el salon. Luego se dirigieron juntos al muelle para abordar la barcaza. El conde ya se habia habituado a las estatuas marmoreas de mancebos bien torneados que adornaban los jardines. A Philippa no parecian llamarle la menor atencion. Cuando la barca comenzo a deslizarse rumbo a Richmond, se reclinaron en sus asientos.
Crispin abrazo a la joven, ella apoyo la cabeza contra su hombro.
– Estas empezando a acostumbrarte a mis caricias -dijo el en broma.
El conde levanto el rostro de Philippa y le dio un largo y ardiente beso. Adoraba esos labios suaves y perfumados como petalos de rosa. Luego, apoyo su mano en los senos de la joven y comenzo a acariciarlos. Era la primera vez que lo hacia. Philippa se puso tensa y se aparto de su lado, asustada.
– ?Que estas haciendo? -dijo con una vocecita nerviosa.
– Lo que tengo derecho a hacer.
– Prometiste esperar hasta que nos conocieramos mejor -le recordo Philippa.
– ?Crees que un buen dia nos despertaremos y, por arte de magia, nos conoceremos mejor? Nos casaremos en unas semanas. Para profundizar nuestra intimidad, no solo debemos darnos besos inocentes, sino tambien tocarnos. -Levanto con sus dedos el menton de Philippa-. Eres hermosa, quiero probar las delicias de poseerte enteramente. No podemos aguardar toda la eternidad. Nuestras familias esperan que tengas un heredero dentro de un lapso razonable.
– ?Has hecho el amor con otras mujeres?
La pregunta lo sorprendio, pero le respondio con sinceridad.
– Desde luego, pero jamas he forzado a nadie -murmuro acariciando su cuello. Philippa se estremecio de placer.
– Los remeros… -susurro la muchacha senalando a los cuatro hombres fornidos delante de ellos.
– No tienen ojos en la nuca ni pueden ver a traves de las cortinas -replico con picardia. La abrazo con fuerza y observo su rostro y sus ojos desorbitados, mientras pasaba su mano suavemente por el vestido. La ropa era un obstaculo para su creciente pasion, y la barca no era el lugar mas apropiado para desatarle el corpino. Bajo la cabeza y beso los tiernos senos que sobresalian del escote. Su perfume a lirios del valle era embriagador y turbaba sus sentidos.
Cuando los labios del conde tocaron su delicada piel, Philippa sintio por un momento que no podia respirar. Esos besos dulces, pero ardientes, hacian que su corazon latiera cada vez mas rapido. No queria que el se detuviera, aunque no estaba segura de que fuera correcto lo que estaban haciendo. Jamas habia consultado a nadie sobre ese tipo de cosas. Su madre estaba muy lejos y sus unicas amigas hacia rato que se habian marchado de la corte.
– Philippa, ?que sucede? -pregunto el conde acunando el rostro de la joven con una de sus enormes manos.
– He mantenido mi reputacion a fuerza de ser casta, milord, no permitiendo que me acaricien en una barcaza.
– Me tranquiliza que lo digas -replico el conde con el semblante serio-. Me desagradaria saber que tienes una mala reputacion. Supongo entonces que no hay nada en tu pasado que pueda perturbarme.
– ?No te burles de mi!
– De ninguna manera, querida. Solo te estoy preguntando lo mismo que tu me has preguntado -la desafio con un extrano brillo en los ojos-. ?No me ocultas nada, verdad?
– Mi conducta ha sido siempre intachable -replico con arrogancia. ?Por que la miraba como si estuviera a punto de lanzar una carcajada?
– Sin embargo, he oido de tus propios labios la historia de la Torre Inclinada. Si mal no recuerdo, unas senoritas y unos muchachitos hacian ciertas diabluras y fueron descubiertos por el rey.
– Habia bebido mucho vino -protesto Philippa-. No suelo emborracharme ni hacer locuras, milord. Ademas, no hubo ningun escandalo.
– Lord Cambridge encontro muy divertido el episodio, y yo tambien.
– ?No fue nada divertido, milord! Mi conducta fue vergonzosa, solo la llegada oportuna del rey impidio que cometiera una falta aun peor. ?Por que me recuerdas ese traspie justamente ahora?
– ?Ay, Philippa, Philippa! Eras una nina con el corazon hecho pedazos. Pronto sere tu esposo y hare que te olvides de ese mojigato de FitzHugh. Quiero hacer el amor contigo de la manera mas dulce posible, pero tu te resistes. No me rechaces, Philippa -concluyo, acariciando su rostro.
La joven apoyo la cabeza en su hombro.
– ?Tu no me amas!, solo te interesan las tierras de Melville -sollozo.
– Es cierto: quiero esas tierras y no te amo. ?Como podria amarte si apenas te conozco? Me ahuyentas con tu timidez. -La estrecho contra su pecho mientras le acariciaba la espalda.
Philippa se sentia reconfortada por ese calido abrazo. Aunque no la amaba, era un buen hombre.
– Solo se besar -dijo la joven.
– Y lo haces muy bien, por cierto.
– Nunca preste demasiada atencion a lo que hacen en la intimidad las parejas.
– Muy pronto lo sabras. Ahora, enjugate esas lagrimas y hagamos las paces con un beso.
El conde saco del puno de la manga un pequeno panuelo con bordes de encaje y le seco el rostro.
– Ya no siento ganas de besarte. Te has burlado y reido de mi, milord. Debes ser mas gentil conmigo.
Con un brusco movimiento, Crispin St. Claire se arrojo sobre ella y la abrazo con fuerza, dejandola indefensa y rendida a su voluntad.
– Mi querida Philippa, no creo que nuestra conversacion ofenda tus sentimientos. Te estas comportando como una tonta nina de la corte, y eso no me agrada. Quiero que mi esposa sea tal como eres en realidad, una muchacha con ingenio e inteligencia. Te di mi palabra de que no te presionare para que me entregues tu cuerpo. Pero nos casaremos dentro de unas pocas semanas, ese es el plazo que te impongo. No esperare un minuto mas. De modo que si no quieres sufrir una conmocion la noche de bodas, te sugiero que empieces a aceptar mis abrazos desde este mismo instante. -La beso con vehemencia-. No sabes lo delicioso que es dar rienda suelta a la pasion. No permitire que te comportes como nuestra remilgada reina espanola. -Volvio a besarla-. Te acostaras en mi cama, desnuda y ardiente, y dejaras que te toque a mi antojo. No cerraras los ojos ni rezaras el rosario cuando hagamos el amor, sino que gemiras por el intenso placer que te brindare. -El siguiente beso fue tan lento y profundo que la dejo sin aliento-. Uniremos nuestros cuerpos, pues asi lo quiso el Dios que nos creo.
– Gritaras de gozo y clamaras por mas. -Acaricio con su mano todo el corpino, y se demoro en sus senos-. Ahora dime: 'Si, Crispin' -ordeno en voz baja pero firme.
– ?No! ?Te molere a golpes!
– ?Por que?
– Porque…
– No hay ninguna razon, Philippa. Seras mia y yo sere tuyo.
– ?Podria odiarte!
– Pero no lo haras -murmuro el conde-. Te ves muy hermosa cuando estas confundida.
– ?Eres tan arrogante! -le espeto Philippa, un poco enfadada.
– Y tu eres irresistiblemente encantadora cuando estas confundida -repitio con una amplia sonrisa.
La barca se detuvo en el muelle del palacio y un lacayo ayudo a la joven a desembarcar.
– Debo reunirme con la reina -dijo con firmeza y se alejo del conde.
El se quedo contemplandola. El encuentro le habia resultado divertido. Sin embargo, pensaba mantenerse firme en su posicion. Philippa era como una yegua que aun no habia sido domada, pero el se encargaria de someterla a su voluntad. No se arrepentia de su decision de desposarla. Estaba convencido de que la joven seria