– Porque hice mis averiguaciones. En mis treinta anos de vida aprendi que la mejor manera de encontrar la respuesta a las dudas, es preguntando.
– ?Ah! -respondio Philippa sintiendose un poco tonta.
– Su capa, milord. -El criado habia regresado con las prendas requeridas y los ayudo a ponerselas.
La pareja recien comprometida comenzo a caminar por los jardines de lord Cambridge. La lluvia habia cesado y el sol empezaba a brillar a traves de las nubes.
– ?Oh, mira! -grito Philippa-. Dicen que da buena suerte contemplar el arco iris. Desde ahora y para siempre.
El conde miro hacia donde senalaba su novia y vio el ancho arco de color atravesando el rio Tamesis. Sonrio.
– Un signo de buena suerte en el dia de nuestro compromiso es mas que bienvenido.
– ?Acaso estas asustado?
– ?De que deberia estar asustado?
– De nuestro matrimonio. Apenas nos conocemos.
– Tuvimos la oportunidad de conocernos, pero la hemos desperdiciado. Me evitabas de manera deliberada y no entiendo por que.
Philippa suspiro.
– Lo se. Primero acepte casarme y luego me asuste. Tu perteneces a la nobleza, milord, y temo que nunca me ames, que solo desees desposarme por la tierra de Melville.
– Si fuera posible, Philippa, te juro que no aceptaria Melville para demostrarte que nuestra union ya no tiene nada que ver con la tierra. Pero necesitamos esos campos de pastoreo. Por otra parte, todos los matrimonios se arreglan sobre la base de decisiones sensatas. El amor tiene poco que ver en la mayoria de las bodas. Algun dia, nosotros llegaremos a amarnos, pequena. Pero vayamos paso a paso. Por ahora, estamos comprometidos y en dos dias estaremos casados. Al menos debemos ser amigos. Por suerte, el rey nos permitio pasar un tiempo a solas. El viaje a Brierewode llevara unos dias y estoy ansioso por mostrarte tu nuevo hogar.
– Pero iremos a Francia -replico Philippa-. Yo debo acompanar a la reina.
– Y asi sera, querida. Llegaremos a Dover el dia de la partida. Estaremos todo el verano en Francia con la corte antes de volver a Inglaterra para visitar a tu madre y luego pasar el invierno en Brierewode.
– Pero debemos volver al palacio para los festejos de Navidad.
– Si no estas embarazada.
– ?Embarazada? -Philippa respiro hondo.
– El proposito de nuestra union es tener hijos -le dijo con solemnidad-. Necesito un heredero. SI pruebas ser tan fertil como tu madre, tendre la suerte de ser el padre de muchos ninos.
Philippa se detuvo y le dio un pisoton.
– No me hables como si fuera una vaca de raza -protesto.
– Todavia esta por verse si eres de raza -replico el conde secamente y la miro con sus ojos grises, de pronto helados.
– Me habias prometido que esperariamos un poco.
– Philippa, eso es lo que hice durante casi un mes, mientras tu evitabas mi compania. Ni un beso ni una caricia. Pero dentro de dos noches, pequena, cumpliras con tus obligaciones porque debes convertirte en mi esposa. ?Me entiendes?
– Eres el hombre mas arrogante del mundo -le contesto furiosa.
Crispin rio.
– Es probable -asintio. Y luego la acerco a su cuerpo y la abrazo con ternura-. De ahora en adelante, a esa deliciosa boquita tuya, Philippa, le daremos un mejor uso que el de pelear conmigo. -Inclino su cabeza y sus labios se encontraron con los de su prometida en un beso apasionado.
Al principio, los punos cerrados de la joven golpeaban contra el jubon de terciopelo de Crispin. Pero el beso la fue debilitando y la cabeza le daba vueltas. Le gustaba. Si, le gustaba mucho. Sus labios se abrieron y la muchacha lanzo un suspiro de placer, y dejo de golpear a su prometido.
El conde alzo la cabeza y miro a su novia.
– Philippa, ya estas dispuesta a ser amada. ?Por que te opones a tus deseos? Sere muy cuidadoso contigo.
– Es que necesito conocerte mas antes de ser tuya en cuerpo y alma -murmuro contra su boca.
– Pequena, cuentas solo con estos dos dias para conocerme. No hay mas tiempo -le dijo, mientras la sentaba en un banco de marmol a la sombra de un ciruelo. Luego, comenzo a besarla una y otra vez hasta que la joven temio que sus labios quedaran morados. Los dedos del conde soltaron los lazos del corpino. Sus manos se introdujeron por el escote y alcanzaron a tocar con dulzura sus deliciosos y redondos senos.
Philippa no podia respirar y su corazon latia con furia. La mano de Crispin era tibia y suave. Apoyo la cabeza en el hombro de su prometido. Esas caricias eran la experiencia mas excitante de su vida.
– No deberias hacerlo -protesto debilmente-. Todavia no estamos casados.
– El compromiso ha legalizado nuestra union -gimio el conde.
– La reina dice que toda mujer debe ser casta aun en el lecho nupcial -susurro Philippa.
– ?Basta con la reina! -dijo Crispin enojado-. ?Es ella la culpable de tu conducta de las ultimas semanas?
– ?Milord! -Philippa estaba perturbada por sus palabras-. La reina es un ejemplo en todo sentido, incluso como esposa, para todas las mujeres del reino.
– Tal vez sea por eso que Catalina no pudo dar vida a ningun hijo varon -le respondio mientras su pulgar frotaba los pezones de Philippa-, ?Los ninos saludables son hijos de la pasion, no de la mojigateria!
– No puedo concentrarme cuando haces eso -volvio a protestar.
– ?En que debes concentrarte, preciosa? -le dijo riendo con ternura. Luego volvio a besarla mientras seguia acariciandole los senos-. Lo que si deberias hacer es perder la compostura y entregarte al placer de las deliciosas sensaciones que corren por tus venas en este momento. -Sus labios ardientes tocaron la frente, las mejillas y el cuello de Philippa.
La joven levanto la cabeza.
– ?Oh, milord! No debes tocarme con tanta dulzura. Tus caricias y besos me marean y no puedo pensar.
El conde solto una carcajada.
– Muy bien, pequena, haremos una pausa. Este breve encuentro me ha dejado con la sospecha de que, en el interior de esa alma inocente, se esconde un espiritu apasionado y lujurioso. Y me gustaria mucho encontrarlo, Philippa.
– Milord -dijo un poco incomoda-, me parece increible oir semejante vocabulario de la boca de un caballero. Mi ama, la reina, jamas aprobaria el uso de esas palabras que pronuncias con tanta soltura.
– Tu ama, la reina, es una buena mujer que lucho toda su vida para tratar de ser una buena esposa del rey. Pero es una mojigata, Philippa. En Espana la educaron solo para cumplir con sus deberes, que consisten, principalmente, en una estricta devocion a la Iglesia. Luego siguen sus obligaciones como infanta espanola y reina de Inglaterra, y por ultimo su lealtad hacia el marido. Pero el deber no se extiende hasta el lecho marital, Philippa. -Ella lo miro asombrada-. Todo hombre desea una mujer que disfrute del lecho nupcial. Una mujer que se abra a una pasion compartida y confie en que su esposo le hara gozar de los placeres mas exquisitos. Se que eres virgen, pequena. Y me gusta que hayas permanecido casta. Pero ya termino el tiempo de la pureza. Hasta el dia de nuestro matrimonio, complaceras todos mis deseos, pequena. Y no te arrepentiras. Eso te lo prometo.
– La reina… -Philippa comenzo a decir, pero el le tapo la boca con los dedos.
– Tu no eres la reina, Philippa. Quiero que me digas: 'Si, Crispin. Hare lo que quieras'. -Sus ojos grises brillaban divertidos.
– Pero tienes que entender… -intento una vez mas Philippa y otra vez los dedos le sellaron los labios.
– Por favor, di: 'Si, Crispin'.
– Nadie me habla como si fuera una nina -protesto Philippa.
– Pero es que eres una nina en los temas del amor. Y yo soy quien debera instruirte y hacer de ti la mejor alumna, Philippa. Ahora, la primera leccion. Debes besarme con dulzura y decir: 'Si, Crispin. Hare todo lo que me pidas'.
Philippa le clavo sus ojos de miel. Era una mirada aguerrida. Apreto sus labios hasta formar con ellos una delgada linea. Se puso de pie y dijo: