– Si -murmuro-. Hoy no llevo camisa y el vestido se desata en la parte delantera. -Enseguida se ruborizo por esa atrevida confesion. El conde estaba realmente asombrado.

– ?Me halagas, Philippa!

– Bueno, ya estamos comprometidos y manana nos casaremos -sonrio y prefirio cambiar de tema-: ?Nunca estuviste comprometido antes?

– No. Mientras mi padre vivio, no le veia sentido al matrimonio y sabia que, si algo malo me ocurria, los hijos de mis hermanas heredarian el titulo.

– Pero decidiste irte de Brierewode.

– No tenia nada que hacer alli, Philippa. Mi padre no queria compartir su autoridad con nadie mas, ni siquiera con su unico hijo varon y heredero. Fui a probar suerte a la corte y llame la atencion del cardenal Wolsey. Al poco tiempo, comenzaron a encomendarme misiones diplomaticas. Un buen dia me enviaron a San Lorenzo, un pequeno ducado entre Italia y Francia. El embajador anterior irrito al duque hasta hartarlo: lo expulso y le dijo al rey que no deseaba mas diplomaticos ingleses. Enrique VIII me envio para calmar los animos del soberano de San Lorenzo, pero no lo logre. Fui trasladado al ducado de Cleves, y mientras trabajaba alli, murio mi padre. Entonces abandone mi puesto. No tenia tiempo para pensar en casarme mientras servia al rey.

– Eres mas joven que tus hermanas.

– Si. Tengo treinta anos; Marjorie, treinta y siete y Susanna, treinta y cinco. Mi madre era una mujer de salud fragil, pero estaba empecinada en darle un hijo varon a su esposo. El esfuerzo acabo minando sus escasas fuerzas y murio justo despues de mi segundo cumpleanos.

– Yo tenia seis anos cuando murio mi papa. Me quedaron vagos recuerdos de el, pero mis hermanas no lo recuerdan para nada. Todos dicen que Bessie, la menor, se parece a mi padre y que Banon y yo nos parecemos a mi madre. En cambio, mis hermanos son iguales a su papa, Logan Hepburn.

– Es escoces, ?verdad?

– Si. Su casa esta muy cerca de Friarsgate, del otro lado de la frontera. Estuvo enamorado de mama desde la infancia.

– ?Tu madre solia pasar mucho tiempo en la corte?

– ?No! ?La odiaba! Cuando murio su segundo esposo, estuvo bajo la tutela del rey Enrique VII. El rey le pidio a mi padre que la escoltara durante el viaje al palacio. En la corte conocio a la reina Margarita de Escocia y a Catalina y las tres eran damas de honor de la Venerable Margarita. Mama solia visitar a las dos reinas tras la muerte de papa, pero siempre anoraba sus tierras.

– En cambio, tu amas la corte.

– Desde el primer dia que vine con el tio Tom y mama.

– Bueno, eso es algo que tenemos en comun. Me gusta la corte, pero tambien quiero un heredero.

– Conozco mis deberes, milord, y te prometo que los cumplire.

– Pero primero debemos intimar mas, pequena. Ya sabes que los bebes no nacen del aire -bromeo mientras le acariciaba el rostro.

– Eso lo se muy bien, pero me falta un poco de informacion -admitio con candidez.

– Soy un hombre paciente, Philippa, no puedes negarlo -dijo y comenzo a desatar lentamente el corpino-. Para lograr una buena intimidad, debemos procurarnos placer el uno al otro. -Abrio la prenda y miro extasiado sus pequenos senos blancos y redondos-. ?Oh, eres hermosa! -exclamo deslizando su dedo entre los senos.

Philippa se mordio el labio con nerviosismo y le susurro algo en voz tan baja que el tuvo que pegarse a ella para escucharlo.

– Los remeros, milord.

La calida fragancia de su piel atizaba sus sentidos.

– No tienen ojos en la nuca, pequena, ya te lo dije…

Ahuecando la mano, envolvio uno de sus senos, suave y tremulo como un gorrion atrapado. Toco el pezon con la yema del dedo y noto como se endurecia. Bajo la cabeza y lo lamio con suma lentitud. Ella contuvo el aire hasta que exhalo un fuerte suspiro, seguido por un agudo gritito de estupor.

– ?Aaah!

– ?Te gusto? -pregunto el conde levantando la cabeza. Philippa asintio con los ojos bien abiertos, pero no pudo emitir palabra.

– ?Quieres que lo haga de nuevo?

– ?Si! -dijo con esfuerzo, pues sentia una opresion en la garganta.

El conde cubrio de besos el calido pecho desnudo, y sintio como el corazon de su prometida latia cada vez mas aceleradamente. Lamio el otro pezon y comenzo a succionarlo con delicadeza.

Ella se estremecio de placer y un leve gemido escapo de su boca. Entonces Crispin empezo a chupar el pezon con mas ardor hasta que la joven experimento una extrana sensacion en sus zonas mas intimas, como un cosquilleo o, mejor, una vibracion. Noto que estaba mojada, pero esa humedad no era pis, sino una sustancia pegajosa. Froto su cuerpo contra el.

De pronto, Crispin St. Claire se detuvo y la miro azorado. Con cierta turbacion, se apresuro a cerrarle el vestido.

– ?Eres una bruja? -murmuro.

– ?Que pasa? ?Por que te detienes? ?Me gustaba lo que estabas haciendo!

– Y a mi tambien -admitio-. Demasiado… No soy un hombre lujurioso, pero si continuamos asi, me temo que te robare la virginidad antes de que la Iglesia bendiga nuestra union. Podrias odiarme, Philippa, y no quiero que me odies.

– Dejame a mi -dijo, y termino de atarse el corpino, rematando los lazos con unos delicados monitos-. Jamas me habian tocado con tanta ternura, milord. Al principio senti miedo, pero luego, a medida que jugabas con mi cuerpo, el temor se fue desvaneciendo y empece a disfrutar de tus caricias. ?No queria que te detuvieras!

– Si bien nuestra relacion comenzo por un pedazo de tierra, ahora te deseo con locura. Pero tambien debo honrarte como esposa. Jamas te despojaria de tu virtud en un bote en medio del Tamesis, aunque juro que, si no fueras virgen, pequena, te habria hecho el amor hace cinco minutos.

Luego, la beso con voracidad, enroscando su lengua en la de Philippa. Se apreto contra ella con fuerza y aplasto sus senos hasta hacerla gritar de dolor.

– ?Lo siento! -se disculpo el conde-, ?Por el amor de Dios! ?Que has hecho para embrujarme de esta manera?

El miembro se le habia puesto rigido como una piedra por ese inocente juego destinado a preparar a la novia para los deberes maritales.

– ?Acaso tengo poderes magicos, milord? -bromeo Philippa. De pronto, sintio una felicidad que nunca antes habia experimentado.

– Si. Eres una pequena hechicera, chiquilla. No tienes idea del poder que ejerces sobre mi en este momento. Me temo que pronto te convertiras en una mujer muy peligrosa.

– No comprendo muy bien lo que dices, pero me encanta como suenan tus palabras, milord.

– Philippa, mi nombre es Crispin. Quisiera que me llamaras por mi nombre.

– Crispin. ?Solo Crispin?

– No. Crispin Edward Henry John St. Claire. Me pusieron Edward y Henry por los reyes y John, por mi padre.

– ?Y Crispin?

– Por un antepasado. Cada tantas generaciones un varon de la familia es bendecido, o maldecido, segun el punto de vista, con ese nombre.

– Me agrada, Crispin. ?Oh, mira! ?Hay un bosquecito de sauces en la margen derecha del rio! Por favor, diles a los remeros que nos lleven alli.

El conde descorrio las traslucidas cortinas y dio la orden a los remeros, que se apresuraron a obedecerla. Cuando el bote toco la costa, St. Claire salio de un salto y ayudo a Philippa a desembarcar. Uno de los remeros les tendio la canasta, una manta donde sentarse y varios almohadones de seda, y pregunto:

– Vimos una posada rio abajo, milord. ?Podriamos ir alli Ned y yo?

– ?Cuanto falta para que cambie la marea?

– Unas cuatro horas y despues viene la calma.

– Regresen dentro de tres horas o antes, si lo prefieren. Navegaremos rio abajo hasta que la marea vuelva a

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