– No, Crispin. No dire todo lo que quieres. No eres mas que un arrogante domador de caballos.

Luego, se volvio y regreso a la casa, con los lazos del corpino flameando al viento. El conde de Witton lanzo una carcajada. El matrimonio con Philippa Meredith iba a ser cualquier cosa menos aburrido.

CAPITULO 11

Al dia siguiente de los esponsales, Philippa celebro su cumpleanos numero dieciseis. Banon, ya relevada de sus servicios en la corte, llego temprano a la casa de lord Cambridge con todas sus pertenencias. Sus ojos azules brillaban de felicidad y su porte era muy distinguido. Habia cambiado mucho durante la estancia en el palacio. Banon habia cumplido catorce anos el 10 de marzo.

– Lamento no haber podido venir ayer. Pero Catalina me dio permiso para partir esta manana y hui del palacio antes de la primera misa. ?Ese lugar es un pandemonio! Todo el mundo esta conmocionado por la mudanza a Greenwich. Francamente, no entiendo por que te gusta tanto vivir en la corte, con ese bullicio y ese ajetreo constantes. En fin… ?Feliz cumpleanos, hermanita! -exclamo y beso a Philippa en ambas mejillas-. ?Estas muy palida! ?Que te ocurre?

– Segun el tio Tom, sufro de nerviosismo prenupcial. Estoy feliz de verte, Banon. Ven, comamos algo antes de que aparezcan mis cunadas. Hablan todo el tiempo y tienen una mentalidad demasiado provinciana para mi gusto. Reconozco que son muy buenas y dulces, pero no soportaria vivir cerca de ellas.

– ?Al fin una comida de verdad! -exclamo Banon entusiasmada-. Los mejunjes de la corte son incomibles. - Tomo una rebanada de pan recien horneado, la unto y una mirada de felicidad ilumino su rostro mientras la mantequilla derretida le chorreaba de la boca-. ?Ah, que manjar celestial!

– ?Vas a engordar!

– ?Y que me importa? Lo unico que me interesa es ser la duena de Otterly, tener hijos y mimar a Robert. A el no le preocupa mi silueta, y siempre dice que me querra mas si engordo.

– ?Como es posible que hablen con tanta naturalidad entre ustedes? Si se conocieron casi al mismo tiempo que yo y el conde…

– Philippa, eres mi hermana mayor y no necesito recordarte cuanto te quiero, pero te estas pareciendo demasiado a la reina; pienso que deberias imitar mas a mama. Ella ama la vida y no tiene miedo de entregarse a la pasion.

Banon hundio la cuchara en la avena caliente y se la llevo a la boca. El potaje estaba condimentado con canela, azucar, crema y trocitos de manzana.

– ?Como lo sabes? -pregunto Philippa, sorprendida.

– El tio Tom me conto muchas cosas en estos dos anos que llevamos viviendo juntos. Tu, en cambio, tratas con mucha distancia a Crispin St. Claire. Manana te casaras y tendras que intimar mas con el. De lo contrario, no cumpliras con los deberes conyugales como corresponde.

– Lo se -admitio Philippa-. Es que estoy confundida y asustada.

– ?De que?

– De el. Del conde. Es muy obstinado. Banon se echo a reir.

– ?Mira quien habla! ?Tu tambien eres obstinada!

– Ayer, despues de la ceremonia, me llevo a los jardines y me beso una y otra vez.

– ?Y que mas?

– ?Acaricio mi pecho! Dijo que yo era su alumna y que el me ensenaria a amar con pasion. Entre corriendo en la casa y me encerre en mi alcoba por el resto del dia.

– Veo que estas decidida a ser infeliz. ?Que te pasa? El conde es un hombre encantador. No es muy popular en la corte, pero quienes lo conocen elogian su bondad e integridad. Nadie te obligo a casarte, Philippa. Deja de comportarte como una virgen timorata y tonta.

– ?Es que soy una virgen timorata! -protesto Philippa.

– Mira, Philippa, creeme que si no estuviera tan enamorada de Robert Neville, no vacilaria en robarte a ese conde y casarme con el -declaro Banon irritada y bebio de un trago medio vaso de cerveza-. Es uno de los mejores candidatos que hay.

– ?Oooh, gracias, Banon! -interrumpio el conde acercandose a la mesa. La miro con una amplia sonrisa y luego se dirigio a Philippa-: ?Te sientes mejor hoy, chiquilla?

Tras darle un beso en la frente, se sento a su lado.

– Si, milord -respondio bajando la mirada.

– Muy bien, creo que he comido hasta hartarme -comento Banon v se levanto de su silla-. Tomare una merecida siesta. Una nunca duerme lo suficiente en la corte. Los vere mas tarde.

– Esperame, te acompano -dijo Philippa, pero el conde la detuvo. La joven volteo hacia el y lo miro con asombro.

– ?No quiero que me acompanes! -grito Banon alejandose.

– ?Basta de juegos! -regano el conde a Philippa.

– No se que me pasa, milord. No suelo comportarme como una cobarde -se excuso. Tomo la jarra, le sirvio un vaso de cerveza, unto con mantequilla una rebanada de pan y se la dio.

– Pasaremos el dia juntos -anuncio Crispin St. Claire-. Navegaremos rio arriba en la barca de Tom hasta alejarnos de la ciudad. Llevaremos una canasta con viveres y comeremos los dos solos. Sin mis latosas hermanas, ni la encantadora Banon, ni el extravagante tio Tom. Solo tu y yo. Me hablaras de tu familia y de tu aversion por las ovejas, y yo te hablare de mi pasado.

– ?Me gusta la idea! -exclamo Philippa y le sonrio.

– Estas cansada, pequena, lo se. Te tomas la vida demasiado en serio. Me pregunto si alguna vez te has permitido alguna diversion -dijo el conde mientras le acariciaba el rostro.

– Ire a decirle al cocinero que nos prepare una canasta Crispin tomo su mano y la beso.

– No te demores, pequena. Me gusta mucho tu compania.

Philippa se alejo sonriendo. Banon tenia razon. Estaba actuando como una tonta, sin duda influida por la reina, que siempre predicaba la castidad a sus doncellas, no solo con palabras sino con el ejemplo. Sin embargo, en otros aspectos la corte era un paraiso de lujuria y libertinaje. Eso la confundia y no podia determinar con exactitud que cosas estaban bien y que cosas, mal.

Al llegar a la cocina, ordeno que prepararan una canasta con pan, jamon, queso y vino.

– Y tambien quiero uno de esos deliciosos pasteles de carne recien salidos del horno. ?Ah, y esas fresas frescas que veo alli! Coloque una cantidad abundante, senor cocinero. El conde es un hombre robusto y de buen comer.

– ?Cuando vendra a buscar la canasta?

– Dentro de una hora o tal vez antes. Mandare a Lucy a retirarla.

Cuando regreso al salon, el conde ya habia terminado de desayunar. Estaba solo, pues lord Cambridge casi nunca se levantaba antes de las diez de la manana cuando se encontraba en Londres. Y, al parecer, las hermanas de Crispin tampoco.

– Esperare a que se levante el tio Tom. No quiero partir sin antes avisarle adonde iremos. ?Te gustaria salir al jardin? Es un dia hermoso.

– Si. Tengo una sorpresa para ti, Philippa. Como hoy cumples dieciseis, te he comprado un regalito.

Crispin St. Claire le entrego una bolsa de terciopelo.

– ?Que considerado! -se asombro la joven-. ?Que es?

– Abrela y lo sabras -sonrio el conde.

Philippa vacio en la palma de su mano el contenido de la bolsa: una delicada cadena de la que pendia un medallon de oro tachonado de estrellas de zafiro.

– ?Oh, es precioso, milord! ?Muchisimas gracias! Despues del tio Thomas, eres el primer hombre que me regala una joya.

Philippa levanto la cadena y se quedo admirando el medallon que lanzaba graciosos destellos a la luz del sol que se colaba por las ventanas.

– Bueno, de ahora en adelante sere yo quien goce del privilegio de regalar joyas a mi esposa. Permiteme que

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